Anel:
De haber sabido que la vida me daría un vuelco después de ese encuentro, hubiese puesto todo de mí por no asistir a ese evento, por justificarme, por mantenerme distante de él. Desde que lo vi esa noche en la cena supe que no era bueno. No para mí, una chica con una vida perfectamente planificada, donde no estaba planteada la posibilidad de dejar que un hombre distinto a mi padre decidiera sobre mi vida.
De sólo mirarlo a los ojos, aún en la distancia y luego de cerca, presentí que algo había en él capaz de dejarme sin fuerzas. Quise perderme, sólo quería huir. No tuve tiempo. El destino no lo permitió.
Esa noche de la cena, sintiendo su mirada sobre mí, me mantuve lo más alejada que pude de los espacios donde lo vi acercarse; parecía perseguirme con sutileza, dejándome entrever su interés hacia mí.
Nunca antes había tenido tanta necesidad de volver a mi casa, de salir huyendo. A mi edad ningún hombre me intimidaba, ninguno había sido capaz de hacerme dudar hasta de mí misma, tanto que me sentía fuera de lugar. Por más que lo intenté no pude dejar de sentir esa sensación, ese efecto arropador de su mirada sobre mi cuerpo, detallando cada centímetro, mirándome con los ojos entrecerrados, como si pensara el mejor momento para atacarme y arrastrarme a lo desconocido. Su mirada era lasciva, penetrante. Casi me sentí desnuda, expuesta.
Como pude me adapté al momento. La cena transcurrió con relativa tranquilidad, con la única nota discordante de los ojos del desconocido posados sobre mí. De resto, las mismas personas, la música, sonrisas hipócritas, mujeres fingiendo una vida feliz, mi madre haciendo alarde de la riqueza que mi padre ha construido a pulso, April a mi lado aburrida mirando alrededor, Anna en cambio divertida mirando al detalle a las acompañantes de los socios de mi padre para luego tener un tema divertido de conversación, en fin, lo mismo de todos los años, con la única particularidad de la presencia del Italiano.
Por boca de mi madre, me enteré de su nacionalidad. Me vi suspirando con el mentón apoyado en mis manos mirando hacia el vacío abstraída en mis pensamientos.
«Con razón ese atractivo extraño y que embelesa», pienso sentada en la mesa totalmente distraída de lo que sucede a mi alrededor.
Él, si bien hubo un momento en el que intentó disimular su repentino interés, mientras yo me mantuve sin entender que lo motivaba a verme de manera descarada, llegó un momento en el que me pareció desistir de fingir, sin importarle si quiera la acompañante sentada a su lado, con la mirada, descaradamente siguió cada uno de mis movimientos; tal actitud no pasó desapercibida a los ojos de la mujer que ha pasado las horas a su lado en la mesa que ocupa, ni para Anna que, sin mostrar recato alguno, mirándolo fijamente me dijo al oído:
—¿Son ideas mías o el socio de papá tiene un interés especial por ti? —pregunta descolocándome más de lo que ya me sentía—, no lo disimula ni porque tiene a esa mujer a su lado. La pobre está que explota de la ira.
—No entiendo que sucede —le confieso—, no he hecho nada para que actúe de esa manera —le contesto en voz baja.
—Lo sé, y es lo que me tiene intrigada —afirma mirándolo altiva.
—Dile a nuestro padre que te sientes mal y nos vamos, yo te acompaño, me quiero ir, no soporto un minuto más aquí —le pido en voz baja.
—¿Será que accede? —me pregunta sin dejar de mirar al socio de nuestro padre—, ¿nuestros padres se habrán dado cuenta del descaro de este tipo?
—Tal vez no, imagínate si nuestra madre se hubiera dado cuenta ya estaría en esa mesa haciendo a un lado a la pobre mujer que lo acompaña, buscando la manera de sentarme ahí en el lugar de ella —añado mirándome las manos, impaciente—, anda, déjate de tantos rodeos Anna —le dije dándole un leve empujón para que fuese a hablar con nuestro padre.
Sin decir nada, con tranquilidad se puso de pie y rodeó la mesa para sentarse en una de las sillas vacías al lado de mi padre. Como la actriz que hubiera estado destinada a ser la vi poner cara de afligida, decirle algo a mi padre y recostar la cabeza en su hombro fingiendo estar mal. En respuesta él llevó una mano a su cabello para acariciarlo y decirle algo al oído. La ayudó a ponerse de pie y haciéndonos seña a April y a mí, nos indicó acercarnos.
—¿Qué sucede padre? —pregunto al estar a su lado fingiendo desconocer qué sucede.
—Tu hermana se siente indispuesta, se quiere ir, debo permanecer un rato más aquí, me gustaría que la acompañen a casa y me avisen apenas hayan llegado —nos pide a April y a mi observándonos con preocupación.
—Tranquilo padre, nos haremos cargo —responde April, tomando a Anna por el brazo—, seguro las copas le cayeron mal. Toma su bolso —me pide.
—Le digo al chofer que las lleve —aduce nuestro padre caminando a nuestro lado hasta la entrada del salón.
—¿Y mi madre? —le pregunto buscándola alrededor con la mirada.
—Allá está bailando con uno de mis socios —responde señalando con la mirada el lugar donde se encuentra bailando, nada más y nada menos que con Azael Sanna, quien pareció percibir el peso de mi mirada y en seguida volteó a verme, le dijo algo a nuestra madre, esta se excusó y se separó de él para darnos alcance.
Previendo que pudiera seguirla, para no verme obligada a despedirme de él, seguí a mi padre y a las chicas; caminé con ellos hasta la entrada donde se detuvieron a despedirse. Yo en cambio, continué caminando hasta descender por las escaleras para llamar un taxi. Me paré en el borde de la acera para avistar en medio de la oscuridad a uno que estuviese cerca. Apresurada por llamar la atención de uno que venía en sentido contrario, bajé de la acera, no vi venir otro automóvil que salía de estar estacionado detrás de una camioneta parada del lado en el que estuve parada.
Por lo rápido que sucedió todo, solo escuché, a los lejos el grito de la voz grave del italiano, quien emitió un grito en desesperación que hizo eco en mi cabeza:
—Aneeel —le escuché decir sintiéndome tambalear, luego flotar en el aire como si hubiese sido embestida por un golpe que me aturdió al punto de marearme y acto seguido hacerme perder toda noción de mi realidad, caí como en un sueño profundo.
Todo por querer dejarme llevar por los deseos de mi corazón, que esa noche apenas verlo constantemente me enviaba una señal de alerta, advirtiéndome que me alejara, que no le diera cabida a ese hombre. Presentía que, de sólo dejarle avanzar, si quiera a la puerta, el destino que perfectamente diseñé para mí, quedaría frustrado.
Cualquiera que supiera en ese momento el motivo de mi desesperación de huir, al verlo se pondría en mi contra. El italiano físicamente tiene todo para hacer caer a cualquier mujer rendida a sus pies, creo que ninguna se atrevería a considerar la idea de huir lejos de él, solo yo fiel a mis principios deseé ser yo quien decidiera si le daba cabida en mi vida o no, y al buscar salir de ese salón de fiestas claramente dejé sentadas mis intenciones de no tener contacto con él.
El accidente, este hecho marcó mi vida, pues determinó el rumbo de ella por los siguientes tres años. Mi vida cambió de tal modo que al despertar de lo que pareció un sueño, caí en la cruenta realidad de que ya no era la Anel, virgen, libre, dueña de mi vida, pues desperté con la noticia de que tenía un esposo, una familia supuestamente sólida, llena de mucho amor, distinta a la de mi padre, nada más y nada menos que con él, para mí hoy despreciable, Azael Sanna.
Azael:Solo quería llamar su atención para despedirme de ella, por esa razón la seguí hasta la entrada. No quería perder la oportunidad de ver de cerca su reacción al volver a tocar si quiera su mano.Haber conversado con su madre me dio la motivación para acercarme más a ella. Se que me excedí al no disimular mi interés por ella, un interés extraño e irrespetuoso, no solo por ella sino también por Samantha que fiel a sus sentimientos se sacrificó esa noche por permanecer a mi lado, pese a lo evidente que fui.¿Qué si se dieron cuenta?, por supuesto. Por esa razón la señora Aitana Leonte me pidió le concediera un baile. Tan embelesado estuve por Anel esa noche que no me importó nada más sino ella, observarla, detallarla, grabar en mi mente cada una de sus facciones, sus gestos, sus movimientos y hasta su rechazo. A&ua
Azael:Hoy se cumplen tres meses de haberla conocido, tres meses de aquella fatídica noche en la que la vida, así como la puso frente a mí, la colocó en el limbo, en la nada, y a mi junto con ella, aguardando su despertar.Como si la conociera de toda una vida, como si Anel fuera la persona más importante en mi vida, he pasado días y noches enteras, salvo aquellas en las que Leopoldo o su esposa me impiden quedarme, que han sido escasamente un par de ellas, a su lado, velando el estado de letargo en el que se encuentra sumergida.Si bien no he abandonado mi trabajo, ya no le presto la misma atención. ¿Cómo he de hacerlo si aun estando en otra dimensión y con los ojos cerrados esa pequeña bruja domina mi vida? ¿cómo he de llevar una vida normal y tranquila si por culpa mía ella se encuentra postrada en esa cama sin probabilidades de volver a mostrarme esos maravillos
Azael:Pasaban las seis de la tarde, cuando sentado en el sofá de la habitación que desde una semana después del accidente le fue asignada a Anel, leyendo un informe que me envió mi secretaria en mi laptop, escucho un leve ruido. Alzó la mirada para comprobar que mi percepción no es errada. Al ver un movimiento en su mano, un susto se instaló en mi pecho.Observé el monitor donde se detallan sus signos vitales, al ver que no había alteración alguna, guardé la calma. Hasta eso he aprendido en estos meses. Sin ser médico, al pendiente de su evolución, detalladamente he ido aprendiendo los valores máximos y mínimos necesario y que me indiquen que Anel aunque parecía no estar ahí, seguía con vida.Desde hace una semana la inflamación del cerebro, producida por la conmoción cerebral que ocasionó el impacto de su cabeza sob
Azael:Pensando en resolver la confusión que acaba de ocasionar la enfermera, apenas tenga la más mínima posibilidad, sentado en el sofá con la mirada fija sobre ella, tomé mi móvil y marqué el número de Leopoldo. Repicó varias veces y justo cuando creo iba a caer en buzón, escuché su voz.—Azael, ¿sucedió algo con mi niña? —preguntó en tono de voz alarmado, lo cual era normal, pues nunca desde que esta ella en cama lo había llamado de noche.—Anel despertó —le informo.—Qué grata noticia —celebra con voz alegre.—Los médicos la evaluaron, le dieron de comer, estuvieron observándola por horas hasta que se volvió a quedar dormida —le expliqué.—¿Por qué no llamaste antes muchacho? —preguntó cambiando el tono de
Azael:Volver a la habitación y enfrentarme a la mirada perdida de Anel fue incómodo. En ese momento me tocó mentalizar mi decisión, en dar el siguiente paso sin titubear.Allí estaba a medio sentar, rodeada de almohadas, con los ojos más abiertos que la primera vez, mirando fijamente en mi dirección, la percibí asustada, temerosa; seguramente por no sentirse ella.Verla a los ojos me recordó la razón de estar aquí con ella, encerrados en este ambiente tan lúgubre, tan distante del espacio donde hubiera querido fuese nuestro primer encuentro, donde si bien la quería para mí, sentirla mía, pero no en estas condiciones, donde por aprobación de su madre es toda mía, y por un llamado a la salvación de su mirada pérdida, ella confirma que no erré mi decisión de seguirle el juego a Aitana.«La quiero para
Azael:Acabo de despertar apenas. Miro el reloj, me doy cuenta que dormí mucho, me pasé de la hora que tenía prevista estar con Anel. Ayer después de volver a la habitación donde se encontraba con Anna, quien me observaba con odio, y April, me despedí de ella para dejarla estar con sus hermanas.Si bien con Aitana he opuesto resistencia las veces que ha intentado quedarse a su lado, sin haber visto la actitud tan desagradable que dejó entrever ayer en el jardín, pude haber hecho lo mismo con Anna. Ella sabe la verdad, conoce de primera mano que esta idea del noviazgo entre Anel y yo no es más que el resultado de un acuerdo entre su madre y yo, ante la confusión que la enfermera armó en la cabeza aturdida de Anel. Anna sabe que Annel no me consideraría, por lo menos no a simple vista. Pudiera correr el riesgo de que le diga la verdad. Sin embargo, apelo a su bien sentido del juicio, no c
Azael:—¡Ups! —escuché exclamar a alguien a mi espalda. Lentamente me separé de Anel—, disculpa la interrupción.Al aclarar la mente, comprobé que es la voz de Aitana. Observé a Anel quien se ve en el mismo estado de aturdimiento en el que me encuentro, respiré profundo, pasé una de mis manos por su mejilla en una caricia tierna y decidí voltear a mirarla.Venía acompañada de Leopoldo, quien me observaba con dureza, supongo en rechazo a lo que sus ojos acaban de ver. Decido ignorarlo, en algún momento ah de acostumbrarse a la idea de tenerme no solo como socio sino también como un miembro más de su familia.Es un buen hombre, centrado, racional, inteligente. Esa misma habilidad que ha tenido para los negocios es la que espero asuma al aceptar la decisión de Anel y yo. Oponerse sería ganarse un enemigo que seguro estoy no estr&ia
Azael:Después de la conversación con Aitana, al ir a la habitación me encontré con la noticia de que Anel tuvo una recaída. Los dolores de cabeza eran tan fuertes que le provocaron desmayos en dos ocasiones en los días siguientes al punto de mantenerla sedada, se vio sometida a una nueva ronda de pruebas médicas con la finalidad de ver qué pudiera estarle ocasionando los dolores de cabeza y los desmayos que a los ojos de los médicos es lo más extraño.Pasó un mes completo, el paso de los días en los que mi preocupación aumentó. La presión que tenía me hacía sentir agobiado. Recibí varias llamadas de mi padre ante un inconveniente que se presentó en la empresa familiar y requirió mi presencia. Negado a alejarme de Anel, hice todo lo posible por resolver desde la distancia. Fue difícil, por lo que muy en contra de mi v