Capítulo 2; Sorpresa dolorosa

Capítulo 2; Sorpresa dolorosa

~Jane~

Caigo tendida en la cama, mi respiración acelerada y mi cara ardiendo me hacen saber que acabo de tener un orgasmo, puedo sentir mis piernas temblar, todo mi cuerpo está reaccionando.

Hugo está igual que yo, su cara se ve roja.

Hemos repetido varias veces.

—No fue una mala decisión invitarte a mi habitación.

Me dice, mirándome, mientras me visto.

—Tenerme nunca será una mala decisión, Hugo.

—¿De dónde saliste? Nunca te había visto en las fiestas que hacen, y mira que vengo a casi todas.

—Ah, que te dedicas a acostarte con chicas. Qué buen dato.

Suelta una risita.

—Sí, y detesto que las chicas piensen que por tener sexo ya hay que romantizar.

—Si no hay etiquetas, no hay una relación, a las chicas le cuesta aceptar eso. Se enamoran, son absurdas.

Me queda mirando con media sonrisa, sus manos debajo de la almohada y la mitad de su cuerpo desnudo lo hacen ver demasiado bien.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Las mujeres que conozco no hablan así, todas piensan en el amor romántico. Y tú pareces diferente.

—El amor es una farsa que nos han vendido, y no pretendo romantizar lo que acaba de pasar contigo, no volveré a verte.

Antes de que reaccione me jala del brazo y me hace quedar sobre él, me agarra con fuerza de la cara y me besa con agresividad. Le correspondo con la misma rapidez el beso, sin remordimiento.

—¿Y si repetimos? Después de esta noche no nos veremos más. Tendremos un recuerdo demasiado excitante.

Muerde mis labios, de manera sensual y bastante atractiva.

—Hazme tuya de todas las maneras posibles.

—Tus deseos son órdenes.

Y con eso, lo único que se escucha en la habitación son sonidos de placer, risas y comentarios llenos de sarcasmo.

Lo que resta de la noche va a ser demasiado larga, y los dos estamos dispuestos a disfrutar.

[….]

—Tengo que irme.

Me dice Hugo, mientras lo miro envuelta en sus sábanas, ya amaneció.

—¿Pretendes que te ruegue?

Ambos nos reímos, claro que no quiere que lo haga. Y yo menos.

Se me acerca, afirma sus manos en la cama. Quedando cerca de mis labios.

—Hagamos un pacto de silencio. Si por alguna razón nos volvemos a ver, tú no me conoces, y yo menos. Esto nunca pasó, que sea un recuerdo de los dos; será el secreto de dos desconocidos.

—Es un pacto —lo beso—. No me interesa volver a verte.

—Tampoco me interesa verte, después de que salga de esta habitación, no te conozco.

Ambos nos reímos, y en unísono decimos.

—¿Quién eres?

[….]

~Semanas después~

Una de las cosas que más odio es venir al médico, siento que solo pierdo el tiempo y no me hacen nada.

Llevo semanas sintiéndome mal, hoy me desmayé en el trabajo y desperté en la cama de un hospital con mi amiga Sandra a unos centímetros de mí con su cara llena de preocupación.

Regresó por sus cosas al departamento y se encontró con la noticia de que estaba aquí.

—¿Qué pasa, doctor? Ya me quiero ir de aquí, fue solo un mareo, no me he alimentado bien.

Trato de levantarme y el mareo regresa, haciendo que me agarre de la camilla.

—Tus malestares son porque estás embarazada, tienes tres semanas de embarazo. Felicitaciones, señorita Londoño.

Sus palabras hacen que me quede quieta, y por unos segundos dejo de escuchar todos los sonidos a mi alrededor. Solo puedo escuchar mi corazón latir con fuerza.

Todos los recuerdos de mi niñez regresan a mi cabeza y empiezo a negar con mi cabeza mientras camino de un lado a otro con mis ojos llenos de lágrimas.

—No estoy embarazada.

Hablo, después de algunos minutos callada.

—El examen dice que sí, no hay equivocación.

No trato de llevarle la contraria y salgo del cuarto, puedo escuchar a Sandra llamarme y camino más rápido, llego al parqueadero, trato de subirme al auto y Sandra me agarra de los brazos para que me detenga.

Me mira y me abraza con fuerza, haciendo que me suelte a llorar, cada emoción en mí está vuelta un desastre.

—Cálmate, por favor, eso le puede hacer daño al bebé.

—No quiero este bebé, yo no sería una madre ejemplar, mi familia ni siquiera me quiere por el desastre que soy, mucho menos podré educar a un hijo.

—Jane, nadie nace sabiendo, todo es un proceso.

—¡No quiero un hijo! —le doy un golpe al auto, lastimándome la mano, mis lágrimas siguen saliendo y el llanto se ha vuelto más fuerte—. Por mi culpa mi hermano está muerto, ¿crees que cargando tanta culpa podré tener un hijo? Le haré daño, yo solo represento maldad.

Me mira con sus mejillas llenas de lágrimas, sabe toda mi vida.

Hace años ha pasado todo, pero la culpa en mí sigue presente, mis padres me alejaron unos años después de todo porque no aguantaban verme, sabían que por mí mi hermano ya no estaba.

—Fue un accidente, no sabías que tu hermano…

—Yo provoqué todo, Sandra…

Me cubro los ojos con las manos mientras lloro sin consuelo alguno, no quiero ser madre todavía, tengo heridas de mi niñez que siguen doliendo, y no soy ejemplo para educar a un niño, nunca he sido una buena persona y no quiero que un bebé venga a sufrir con alguien como yo.

—¿No lo tendrás?

Me interroga.

—No voy a abortar, no soy buena, pero tampoco puedo arrebatarle la oportunidad de vivir. Buscaré a Hugo, no pienso tener un hijo sola, yo no seré una miserable madre soltera, si sufro yo, sufrimos todos juntos.

—¿Lo piensas buscar? No sabes nada de su vida.

—¿Creías que me iba a acostar con alguien sin saber de su vida? El día del hotel le saqué información al recepcionista. Sé dónde encontrarlo. Iré a Nueva York.

—Si tiene una familia le vas a arruinar la vida. Eso es ser egoísta, Jane.

—No me interesa arruinarle la vida; me arruinó la mía. Tiene que pagar.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP