«Ellos son mis enemigos. Esos malditos esclavos solo deben sufrir», dice en sus pensamientos mientras se aprieta el cabello.
Ese es el conflicto del alfa Tron, de la manada Luna de hierro.
Él es cruel, poderoso y ambicioso, que ha preparado las divisiones de guerreros más letales de todo su alrededor.
Heredó el liderazgo a temprana edad, debido a que su padre murió en la batalla.
Él es temido por la mayoría de las manadas, venerado por su gente y deseado por las mujeres que tienen la dicha de ser testigos de su belleza fiera.
Como con todos los alfas, se espera que él encuentre a su luna destinada, quien tiene que ser una loba fuerte, hermosa y muy sabia, puesto que debe ser de ayuda idónea en su gobierno.
No obstante, él acaba de descubrir que su compañera es una simple omega.
Mas no cualquier omega, peor que eso, ella es una esclava que pertenecía a otra manada, la manada que trajo la desgracia y el dolor a su familia.
En ese momento, uno de sus hombres de confianza entra a su estudio con expresión victoriosa.
—Alfa, los guerreros que envió para saquear a las aldeas bajo el dominio de la manada Fuerza de bronce, llegaron con un gran botín y más esclavos. ¿Desea usarlos en su mansión o que lo llevemos a trabajar la tierra junto a los omegas de Rayo dorado?
—¿Cuántos son? —pregunta con expresión ida y un poco de desinterés.
—Veinte hombres jóvenes y enérgicos, cinco niños y diez mujeres. Todas jóvenes y hermosas —dice lo último con tono alusivo.
El alfa hace una mueca, pero luego sonríe con malicia.
—Trae a las mujeres a la mansión y separa a las dos más hermosas para mí. A las demás, repártelas entre ustedes, los ocho jefes más sobresalientes. Está de más decir que deben cortejarlas para el apareamiento y no obligarlas. La que no quiera copular será puesta en el trabajo duro junto a esos sucios omegas de Rayo dorado.
—Estamos consciente de ello, alfa. No debe preocuparse, siempre obedecemos sus órdenes —responde el subordinado, aunque aquello es una vil mentira—. ¿Vendrá a celebrar con nosotros?
Él se queda pensativo y asiente neutro.
—¿Tengo opción? Quiero que reúnas a todos los habitantes de la manada en la plaza principal, incluyendo a los omegas esclavos de Rayo de dorado.
—¿A los omegas esclavos? —pregunta el hombre sorprendido—. ¿Para qué quiere reunirlos?
—¿Tengo que darte explicaciones de mis órdenes? —profiere, crujiendo los dientes.
Un leve temblor recorre al hombre, debido a la fiera y amenazante mirada que el alfa le atina.
—No, señor, perdone mi insolencia. —Baja el rostro—. Es solo que me sorprende, puesto que nunca los toma en cuenta para nada. Debe saber que el trabajo del campo se detendrá si los convoca a todos.
—No me importa. Quiero que todos ellos estén en la plaza para que sean testigo de mi poderío y éxito. Les restregaré en la cara que ellos no son nada y que, a pesar de que creyeron que me lo quitaron todo, ahora soy yo el que obtiene lo que quiere.
—Como ordene, alfa —contesta su subordinado, antes de dejarlo solo en el estudio.
***
La madre observa a su hija mientras menea la cabeza en desaprobación.
—¿Te bañaste con las hojas que te di? —interroga con un tono despectivo y cargado de decepción.
Ella asiente con la cabeza porque ni a mencionar palabras se atreve.
—Báñate varios días con esa hoja y mantente encerrada hasta que el olor a hombre se te quite de encima. ¿Quién fue el que te mancilló? No pudo ser un lobo común para que tengas ese aroma por tanto tiempo y con esa esencia tan fuerte.
Ella se muerde el labio inferior y se abraza a sí misma.
—No lo conozco...
La madre la cachetea.
Es la tercera vez que lo hace, después de que la vio llegar toda desaliñada a causa de su encuentro de apareamiento.
—¡Te dije que no salieras mientras estuvieras en celo! Es tu culpa que te hayan usado como trapo viejo. Ya perdiste lo único valioso que tenías, ¿quién se unirá a ti ahora si solo eres una esclava?
La chica deja que las lágrimas sean ese bálsamo a su dolor y humillación, a la vergüenza y el asco que siente de sí misma.
—No necesito unirme a ningún hombre, mamá. Soy una esclava que trabaja para comer, puedo seguir haciendo eso por el resto de mi vida.
—¿No piensas tener cachorros? —interpela escandalizada con su respuesta.
—¿Para qué? Ya mi destino fue marcado desde que fuimos traídos a esta manada. Soy y siempre seré una esclava, ¿para qué traer cachorros a sufrir? —responde desesperanzada.
—¡Qué disparates dices! —increpa su madre—. Serás una mujer completa y con honor cuando formes tu propia familia. ¿Acaso piensas morir sola, Otsana?
La joven no responde porque sabe que, si lo hace, obtendrá una lluvia de sermones.
Mientras tanto, el anuncio de convocación es hecho, así que todos los habitantes de la manada deben dejar sus quehaceres e ir a la reunión masiva que ordenó el alfa.
Es así como todos ellos se reúnen en un claro enorme, a las afueras de la manada.
Por supuesto, los miembros son divididos por clases sociales, estando los omegas esclavos muy aparte de los demás, debido a que ellos son la escoria de ese lugar.
La discriminación en contra de ellos no es por el hecho de ser simples omegas, más bien, porque fueron traídos de la manada que traicionó al padre del alfa, lo que desató un odio irracional sobre personas inocentes.
Para sorpresa de todos, el alfa camina por el lado donde se encuentran los esclavos, provocando el pánico en estos, quienes solo se limitan a bajar el rostro y quedarse en silencio delante de él.
El olfato del alfa busca de manera disimulada aquel aroma que se ha quedado impregnada en su cuerpo, al mismo tiempo en que su mirada escanea a todos los esclavos.
—¿Qué hace el alfa? —pregunta Vesti, la amante formal de Tron, quien espera ser marcada por él y convertirse en la luna de la manada.
—Ni idea. El alfa tiene varios días ya actuando extraño.
—Yo también lo he notado. ¿Puedes creer que no me ha tocado desde que regresó del campamento de entrenamiento? Según mis cálculos, su celo debió llegarle en esos días, pero nunca mandó por mí ni me fue a visitar.
—Bueno, sabes que no eres la única que lo satisface —responde él con ironía.
—Yuá, ¿crees que no estoy pendiente de las otras mujeres del alfa? Ninguna de ellas fue buscada en esos días.
—Estás formando una tormenta en un vaso de agua. —Él entorna los ojos—. El alfa es un hombre deseado entre las hembras de la manada, cualquiera pudo calmarle el celo, pero eso no tiene que representar una amenaza para ti.
—Es que Tron no se digna en marcarme ni en mostrarme ante la manada como su luna. Siempre que le hablo del tema me evade o se enfurece. ¿Sabes? En el fondo, creo que él espera encontrar a su compañera destinada, como suelen hacer la mayoría de los alfas.
—Si no la ha encontrado aún, ¿crees que exista? Además, no hay una loba en esta manada que te supere. Estoy seguro que, si eso aconteciese, el alfa la rechazaría solo para darte ese lugar a ti. Es que la nueva luna debe estar a la altura de la anterior y no cualquiera puede darse ese lujo.
»Eres hija del jefe de los guerreros, el segundo al mando. Solo el alfa está por encima de tu padre, así que tu puesto como futura luna está asegurado, Vesti.
Vesti suspira y mira al alfa.
Espera que en realidad Yuá esté en lo cierto, porque no soportaría que otra mujer le robe todo por lo que ella tanto ha luchado.
Se ha humillado bastante al alfa para poder conseguir ese título, incluso rechazó a su compañero destinado por él.
Aquello fue doloroso, pero ella es una mujer de estatus, así que jamás hubiese sido feliz al lado de un omega con un cargo menor en la administración de la manada.
Por otro lado, Otsana evita a toda costa mirar en dirección al alfa, como tampoco desea ser vista por él.
Gracias a su complexión física le es fácil ocultarse entre los demás esclavos, pero hay algo que ella no puede esconder: su aroma.
Esa que pronto inunda las fosas nasales del hombre que la humilló, entonces queda en evidencia.
El olor de él hace rato le está haciendo estragos a ella, razón para que su loba se emocione al percibir a su compañero.
Por instinto y de manera disimulada, ella observa en dirección a él, pero al instante se espanta porque descubre esa mirada gris que la escudriña de manera intimidante.
Es inevitable perderse en el tono plateado y cristalino, que la devora en silencio y la detalla de una manera que la pone alerta.
Todo en esos ojos sombríos y fieros grita peligro, en especial, porque tienen un efecto hipnotizante que la hace sentir presa a su voluntad y expuesta a sucumbir a sus más oscuros deseos.
—Aquí estás, pequeña.
Los nuevos esclavos son expuestos ante todos los presentes, incluyendo a las hermosas mujeres.Otsana se sintió aliviada de que el alfa hubiera elegido a las dos mujeres que estaban a su lado.Pero cuando ve al alfa besar los labios de dos de esas mujeres, quienes lo manosean muy gustosas y sonrientes, ella no puede evitar el dolor que le aprieta el pecho.Puede percibir la dicha en el semblante de ellas, al haber sido escogidas para calentar el lecho del hombre más apuesto de la manada, quien, a su vez, es el líder de todos.«Y mi compañero destinado», piensa con tristeza y desesperanza.¿Acaso podría ser más desdichada?Mientras tanto, otra que sufre por las atenciones que recibe el alfa en público, es Vesti, quien lo mira con rabia y ojos cristalizados.—Tranquila, ellas son solo un par de esclavas para pasar el rato. Tú eres mejor que esas aparecidas y la única al nivel del alfa —la anima Yuá.—No me importa que esas zorras sean esclavas, para mí es muy humillante el comportamient
El sudor que emana de los cuerpos musculosos se mezcla con sangre, al mismo tiempo en que los alaridos de aquellos conquistadores se unen al chirrido de las espadas.El alfa Tron, cuan imponente y fiero guerrero, lame los cuerpos de sus enemigos sin un atisbo de piedad ni remordimiento.—Por favor, seré su esclavo de por vida si me deja vivir —suplica un joven entre lágrimas y grandes espasmos.—¿Por qué crees que debo dejar con vida a una rata asquerosa como tú? Le haré un bien a nuestro continente si te borro de la faz de la tierra.El chico traga pesado al escuchar su voz ronca y poderosa, que podría ser comparada al trueno.—Por favor, no quiero morir —llora con gran angustia, pero antes de que pueda volver a suplicar, la espada de Tron se levanta en su contra y la cabeza del joven rueda sobre el terroso suelo, que de inmediato es manchado por la sangre que chorrea del joven.Con cara de asco, Tron limpia su espada y tira el trapo encima del cadáver mutilado, entonces continúa con
Desde la zona rural hasta la urbana, el alfa camina con Otsana sobre sus hombros, quien no se rinde, puesto que sigue pataleando, llorando y golpeándole la espalda a Tron con sus pequeños puños.—¿Sabes que tus ataques se sienten como si me estuvieras dando un masaje, pequeña? —se burla con tono juguetón, lo que provoca que ella se detenga.—Usted es un alfa malo y cruel. ¿Por qué no me permitió despedirme de mi madre? —Ella llora con más fuerza y se tapa la cara con las manos.—Y tú eres una lobita berrinchuda y terca.Las personas observan al alfa con asombro, puesto que es la primera vez que lo ven en esa acción.«¿No es ese el alfa Tron?», se escucha en forma de murmullo.«¿Quién es la chica? ¿Acaso lo ofendió y por eso la va a castigar?», especulan con voz baja.Aunque el alfa puede escuchar sus murmuraciones, ignora que lo hace porque le parece divertido ver la confusión en sus facciones, oler su miedo y ser el centro de atención en ese momento.—Llegamos a tu nuevo hogar, peque
En el cuarto del café y los bocadillos del alfa, que es semejante a una cocina elegante, Otsana mira a la joven mujer, quien le explica todo lo concerniente a sus tareas con tono poco amigable.—¿Entiendes? —pregunta la chica, sacando a Otsana de su ensoñación.—Ah... —balbucea ida—. ¡Claro! Muchas gracias por la explicación —finge haber prestado atención.—Es mi trabajo. —Hace una mueca—. Me pregunto por qué el alfa me quitó mis labores a mí para dártelas a ti —refunfuña.Otsana agranda los ojos y se remueve incómoda.—¿Eras su mucama personal? —inquiere asombrada y un poco avergonzada.—Sí, hasta ahora. Era lo más cerca que podía estar del alfa, ya que no soy lo suficiente bonita para ser una de sus amantes. Pero ahora mi trabajo se reducirá a la limpieza de este piso y todo por tu culpa. Es que no entiendo qué hace una esclava mugrosa como tú en la casa del alfa. Eres nuestro enemigo, así que debes estar en el campo no aquí.Otsana baja el rostro con tristeza. Al parecer, no solo s
El perfume amaderado le inunda las fosas nasales, entonces ella sonríe por inercia ante el delicioso aroma.No solo es el olor de su compañero lo que la hace tan feliz, también es el hecho de sentirse segura con su calor, ese que emana de su cuerpo peludo.«Su pelaje es tan suave...», piensa y vuelve a sonreír. Sus ojos se abren con lentitud y, a medida en que recupera el conocimiento, la sensación de seguridad se va desvaneciendo hasta que se siente sola y desamparada.—Alfa Tron... —balbucea.Ella se incorpora y mira a su alrededor confundida, entonces cae en cuenta de que ya no se encuentra dentro de aquella lujosa habitación ni que su compañero está con ella.De inmediato, las lágrimas le mojan las mejillas, gracias a la decepción que la tortura ante su cruda realidad.Está sola y su compañero destinado no se preocupa por ella.—Solo fue un sueño, el alfa nunca estuvo conmigo en su forma lobuna. Pero si ya sé cómo es él, ¿por qué me duele tanto su indiferencia? —llora desconsolad
Unos segundos de silencio se sienten eternos y la tensión provoca que Otsana empiece a sofocarse.—Otsana... —Tron saborea el nombre y se queda pensativo.Con esa fachada de muro de hielo impenetrable es difícil para ella poder descifrar su expresión. Su mirada gris siempre se muestra fría, calculadora e indiferente, como si aquel alfa careciera de sentimientos o expresiones alegres.Sí, lo ha visto reír y sonreírle de esa manera escalofriante que tanto la intimida, pero en su semblante no se ve la chispa de la felicidad o comodidad cuando lo hace, más bien, la maldad denota en todo su esplendor de una manera atractiva.—Alfa, solo le pediré un favor antes de que me rechace —dice ella con los puños apretados.Lo único que quiere es ver a su madre y pasar aquel dolor en el campo, sintiendo las caricias de la brisa y olfateando el aroma de la naturaleza.—No te voy a rechazar, Otsana. Por lo menos, no ahora. Tú no serás la única en sufrir cuando rompa el lazo; por más fuerte y alfa que
Otsana le da el mensaje de parte del alfa a Zafra, quien la envía junto a otra mucama a la alcoba de la amante que se encuentra en condiciones para complacer a su amo, puesto que la segunda de las dos chicas nuevas está menstruando.—¿Negro o rojo? —inquiere la amante mientras levanta dos vestidos sexis y muy cortos, al aire.—El alfa prefiere que las amantes lleven lencería roja —le informa la otra mucama.—El rojo será, entonces —dice la hermosa mujer de cabellera rojiza.Ella luce muy emocionada, puesto que ya ha pasado más de dos semanas desde que la nombraron amante del alfa y este no había enviado a buscarla. Fue ella la mujer que lo siguió el día de la fiesta, la misma que se le ofreció para hacerle una felación.Otsana la reconoce al instante.Una sensación desagradable le invade el pecho al recordarla arrodillada frente a su mate; sin embargo, ella disimula su disgusto muy bien.—Tú eres la mucama personal del alfa, ¿cierto? —se dirige a Otsana, quien ha permanecido en silenc
La sirvienta le pone un plato, cubiertos y una servilleta de tela en frente a Otsana, quien se queda rígida en su lugar al no saber cómo usarlos.La mujer uniformada disimula una sonrisa de satisfacción porque sabe que ella hará el ridículo. Quizás esa haya sido la verdadera intención del alfa al sentarla junto a él en la mesa, demostrar que los esclavos solo son unos animales salvajes sin una pizca de civilización.—¿Qué deseas comer, pequeña loba? —inquiere él con una amabilidad que le provoca recelo a Otsana.Ella mira el queso por instinto. No suele gustarle, pero esa mañana le parece el manjar más deseable.—Quiero queso —responde con una sonrisa maliciosa, siguiéndole el juego a Tron.—¿Solo queso? —Él frunce el ceño—. Tenemos toda una selección de alimentos y tú solo pides queso —dice mientras apunta a las diferentes comidas que yacen sobre la mesa.—Queso y pan —agrega.—Ummm... —masculla él, para nada convencido—. ¿No quieres huevos?De inmediato, el estómago se le revuelve a