Unos segundos de silencio se sienten eternos y la tensión provoca que Otsana empiece a sofocarse.—Otsana... —Tron saborea el nombre y se queda pensativo.Con esa fachada de muro de hielo impenetrable es difícil para ella poder descifrar su expresión. Su mirada gris siempre se muestra fría, calculadora e indiferente, como si aquel alfa careciera de sentimientos o expresiones alegres.Sí, lo ha visto reír y sonreírle de esa manera escalofriante que tanto la intimida, pero en su semblante no se ve la chispa de la felicidad o comodidad cuando lo hace, más bien, la maldad denota en todo su esplendor de una manera atractiva.—Alfa, solo le pediré un favor antes de que me rechace —dice ella con los puños apretados.Lo único que quiere es ver a su madre y pasar aquel dolor en el campo, sintiendo las caricias de la brisa y olfateando el aroma de la naturaleza.—No te voy a rechazar, Otsana. Por lo menos, no ahora. Tú no serás la única en sufrir cuando rompa el lazo; por más fuerte y alfa que
Otsana le da el mensaje de parte del alfa a Zafra, quien la envía junto a otra mucama a la alcoba de la amante que se encuentra en condiciones para complacer a su amo, puesto que la segunda de las dos chicas nuevas está menstruando.—¿Negro o rojo? —inquiere la amante mientras levanta dos vestidos sexis y muy cortos, al aire.—El alfa prefiere que las amantes lleven lencería roja —le informa la otra mucama.—El rojo será, entonces —dice la hermosa mujer de cabellera rojiza.Ella luce muy emocionada, puesto que ya ha pasado más de dos semanas desde que la nombraron amante del alfa y este no había enviado a buscarla. Fue ella la mujer que lo siguió el día de la fiesta, la misma que se le ofreció para hacerle una felación.Otsana la reconoce al instante.Una sensación desagradable le invade el pecho al recordarla arrodillada frente a su mate; sin embargo, ella disimula su disgusto muy bien.—Tú eres la mucama personal del alfa, ¿cierto? —se dirige a Otsana, quien ha permanecido en silenc
La sirvienta le pone un plato, cubiertos y una servilleta de tela en frente a Otsana, quien se queda rígida en su lugar al no saber cómo usarlos.La mujer uniformada disimula una sonrisa de satisfacción porque sabe que ella hará el ridículo. Quizás esa haya sido la verdadera intención del alfa al sentarla junto a él en la mesa, demostrar que los esclavos solo son unos animales salvajes sin una pizca de civilización.—¿Qué deseas comer, pequeña loba? —inquiere él con una amabilidad que le provoca recelo a Otsana.Ella mira el queso por instinto. No suele gustarle, pero esa mañana le parece el manjar más deseable.—Quiero queso —responde con una sonrisa maliciosa, siguiéndole el juego a Tron.—¿Solo queso? —Él frunce el ceño—. Tenemos toda una selección de alimentos y tú solo pides queso —dice mientras apunta a las diferentes comidas que yacen sobre la mesa.—Queso y pan —agrega.—Ummm... —masculla él, para nada convencido—. ¿No quieres huevos?De inmediato, el estómago se le revuelve a
En un enorme y lujoso salón ejecutivo, Tron se reúne con los presidentes de varias empresas de la manada.—Me parecen útiles las nuevas vías de transportación —comenta él mientras observa unos mapas.—Eso se debe a la cooperación de la manada Luz de luna. Nos dieron pase libre para usar sus puertos y transitar por sus territorios asfaltados, cuyas carreteras conducen al otro lado de las montañas —responde uno de los presidentes.—La aportación de ellos es gracias a que los liberé de las aldeas parásitos —contesta el alfa con expresión airosa—. Esos lobos ratas, que solo se encargan de destrozar todo a su paso, robar, asaltar y violar mujeres, le estaban dando muchos problemas. Ah, pero para las demás manadas atacar a lobos débiles es una abominación.—Son unos hipócritas, Alfa —secunda otro.—Es así. Bueno, doy por terminada la reunión. —Mira su reloj de muñeca—. Debo reunirme con los jefes de guardia. Me llegó un informé de que atraparon a un grupo de lobos en medio del mar. Según el
El pelaje se siente suave y cálido, así que ella se acurruca en el cuerpo imponente como si buscara un refugio en el calor de aquel lobo, a quien sus ojos no ven, y en ese aroma amaderada que tanto le gusta.Se siente tan bien...—Alfa... —balbucea con una sonrisa en la cara.Su bienestar incrementa cuando percibe la lamida en su rostro, puesto que la saliva de su compañero la reconforta.Después de unos minutos, quizás segundos u horas, sumida en el goce que el cuerpo peludo le brinda, se siente lista para despertar.Sus ojos se abren poco a poco, pero los vuelve a cerrar de forma brusca cuando la claridad le molesta.—Ya despertaste. —Escucha una voz conocida y se incorpora.—¿Qué buscas en mi alcoba? —inquiere confundida.La mucama hace una mueca de disgusto y sigue haciendo su tarea sin contestarle lo obvio.Otsana nota el plumero en sus manos, entonces cae en cuenta que ella está limpiando.—¿Qué hora es? ¿Cómo fue que llegué aquí?—¿Me ves cara de reloj? —le responde de mala gan
Los gemidos de Otsana prenden a Tron como ninguna otra mujer lo ha hecho; por supuesto, él se lo atribuye al lazo que los une y nunca reconocería ningún tipo de sentimientos hacia ella que no sea odio.—Alfa... —jadea la joven, que es sacudida por varios espasmos, debido al jugueteo que los dedos del alfa mantienen en su zona íntima.—Veo que te gusta esto, lobita —dice él airoso—. Hueles tan bien que de seguro debes saber exquisita, pequeña loba —añade, después de olfatearla.Un escalofrío recorre a Otsana cuando él hace esa acción que le parece muy excitante. Desea ser tan buena como él e impresionarlo más de lo que lo hacen sus amantes, pero ella está consciente de que no podría competir con aquellas hermosas y experimentadas mujeres.—Eres muy sensible, pequeña loba. —Él empieza a lamerla en sintonía con los dedos movedizos, lo que le regala una sensación nueva a Otsana.—Ah... —jadea ella, presa de aquel intenso placer que desconocía.Él se detiene y se relame los labios, saborea
Los sudores, las esencias que emanan sus cuerpos temblorosos y las respiraciones agitadas se mezclan, entonces Tron estalla en un delicioso orgasmo que lo hace sucumbir en un trance, donde se siente el hombre más vulnerable del mundo.Nunca antes había sentido tal conexión, tal deseo, tal placer...—Pequeña loba... ¡Carajo!Sus movimientos se tornan lentos hasta que su cadera deja de embestirla. Ella le acaricia el rostro, mientras que él le lame el cuello y los hombros.Tiene que apartarse porque la euforia del momento le provoca el querer marcarla. Quiere que sea solo suya, que todos huelan su esencia en ella y que nadie se atreva a meterse con su mate.«Pero no debo...», piensa con frustración.Otsana lo observa tomar distancia y acostarse boca arriba, en un silencio cargado de tensión que la hace sentir abandonada.—Alfa... —balbucea llorosa. Odia sentirse tan sentimental, pero aquella sensación de tristeza es más poderosa que su voluntad y razonamiento.—Ummm... —gruñe él.—Nada.
Varios enfrentamientos en territorios cercanos de las aldeas que están bajo el yugo de su manada, más problemas con lobos rebeldes, quienes han intentado cruzar al continente de los humanos; sumándose la emboscada que le hicieron los guerreros de la manada Fuerza de bronce a algunos comerciantes de la manada de Tron, lo han mantenido fuera de casa y muy ocupado.Todos esos días, Otsana se la ha pasado encerrada en su habitación llorando.—Quiero ver a mi madre —solloza sobre la cama, mojando la almohada con sus lágrimas.Mientras tanto, Zafra y las demás sirvientas vuelven a encontrar la bandeja de comida sin tocar y se miran unas a las otras con preocupación.—Esa maldita esclava es un problema. Temo por nuestra vida. Si esa chiquilla se sigue negando a comer va a enfermar, entonces el alfa Tron nos va a culpar a nosotras. Maldita la hora en que esa mugrienta basura fue traída a esta mansión —espeta Zafra frustrada.Todavía siente los estragos del castigo que el alfa mandó a propinar