Los gemidos de Otsana prenden a Tron como ninguna otra mujer lo ha hecho; por supuesto, él se lo atribuye al lazo que los une y nunca reconocería ningún tipo de sentimientos hacia ella que no sea odio.—Alfa... —jadea la joven, que es sacudida por varios espasmos, debido al jugueteo que los dedos del alfa mantienen en su zona íntima.—Veo que te gusta esto, lobita —dice él airoso—. Hueles tan bien que de seguro debes saber exquisita, pequeña loba —añade, después de olfatearla.Un escalofrío recorre a Otsana cuando él hace esa acción que le parece muy excitante. Desea ser tan buena como él e impresionarlo más de lo que lo hacen sus amantes, pero ella está consciente de que no podría competir con aquellas hermosas y experimentadas mujeres.—Eres muy sensible, pequeña loba. —Él empieza a lamerla en sintonía con los dedos movedizos, lo que le regala una sensación nueva a Otsana.—Ah... —jadea ella, presa de aquel intenso placer que desconocía.Él se detiene y se relame los labios, saborea
Los sudores, las esencias que emanan sus cuerpos temblorosos y las respiraciones agitadas se mezclan, entonces Tron estalla en un delicioso orgasmo que lo hace sucumbir en un trance, donde se siente el hombre más vulnerable del mundo.Nunca antes había sentido tal conexión, tal deseo, tal placer...—Pequeña loba... ¡Carajo!Sus movimientos se tornan lentos hasta que su cadera deja de embestirla. Ella le acaricia el rostro, mientras que él le lame el cuello y los hombros.Tiene que apartarse porque la euforia del momento le provoca el querer marcarla. Quiere que sea solo suya, que todos huelan su esencia en ella y que nadie se atreva a meterse con su mate.«Pero no debo...», piensa con frustración.Otsana lo observa tomar distancia y acostarse boca arriba, en un silencio cargado de tensión que la hace sentir abandonada.—Alfa... —balbucea llorosa. Odia sentirse tan sentimental, pero aquella sensación de tristeza es más poderosa que su voluntad y razonamiento.—Ummm... —gruñe él.—Nada.
Varios enfrentamientos en territorios cercanos de las aldeas que están bajo el yugo de su manada, más problemas con lobos rebeldes, quienes han intentado cruzar al continente de los humanos; sumándose la emboscada que le hicieron los guerreros de la manada Fuerza de bronce a algunos comerciantes de la manada de Tron, lo han mantenido fuera de casa y muy ocupado.Todos esos días, Otsana se la ha pasado encerrada en su habitación llorando.—Quiero ver a mi madre —solloza sobre la cama, mojando la almohada con sus lágrimas.Mientras tanto, Zafra y las demás sirvientas vuelven a encontrar la bandeja de comida sin tocar y se miran unas a las otras con preocupación.—Esa maldita esclava es un problema. Temo por nuestra vida. Si esa chiquilla se sigue negando a comer va a enfermar, entonces el alfa Tron nos va a culpar a nosotras. Maldita la hora en que esa mugrienta basura fue traída a esta mansión —espeta Zafra frustrada.Todavía siente los estragos del castigo que el alfa mandó a propinar
La palidez en el rostro de Otsana, su obvio nerviosismo y el rojo en sus mejillas indican su vergüenza y temor.—¿Estás bien?Esas palabras se repiten en su mente como eco: «¿Estás bien?», así de simple.No hay ira en su tono ni reclamos...«¿El alfa está preocupado por mí?», se pregunta atónita.—Lo lamento mucho, soy una inútil —chilla con bochorno.La caricia en la mejilla la hace parpadear varias veces y levantar la mirada en dirección a su mate. Contra toda idea acerca de cómo él reaccionaría, encontrar preocupación sincera en sus orbes grises la llena de una sensación que no podría poner en palabras.Con suma rapidez, el alfa la carga y sale del agua con ella entre sus brazos.Con pasos ágiles se dirige a la ducha, donde pronto sus cuerpos son acariciados por las gotitas calientes que se llevan todo rastro de fluidos.Un abrazo reconfortante le brinda refugio a su cuerpo vulnerable.—Lo siento, me había olvidado que nunca lo habías hecho. Debí refrenar mis impulsos —dice él con
Otsana llena una canasta con comida deliciosa de la que se sirve en la mansión mientras tararea con alegría. Se siente satisfecha cuando ya no cabe más nada en el recipiente, al que cubre con una manta azul celeste.—Me encantaría poder llevarte todo lo que he probado en este lugar, pero es imposible. Aun así, me alegra mucho que vayas a disfrutar por lo menos una parte de la comida deliciosa que se sirve aquí —dice entusiasmada.Escoltada por dos guardias, Otsana se dirige hacia la parte rural de la manada, donde vive su madre. Con su vestido corto por encima de la rodilla, blanco y estampado de girasoles, ella luce radiante.A medida en que la joven se acerca a donde trabaja su madre, el corazón le late muy rápido y la boca se le reseca.Han pasado casi dos meses desde la última vez que la vio y siente que han sido varios años.—Ella ha estado indispuesta en estos días, así que le han tocado trabajos menos pesados y de corta duración —le informa uno de los esclavos que trabaja en el
El beta Eunicio sostiene su jarro de vidrio con dos de sus dedos, luego le da un sorbo a la bebida alcoholizada y mira al alfa Claudio con una sonrisa malvada.—Logramos acercarnos a los territorios rurales de la manada Luna de hierro, pero será difícil infiltrarnos allí —dice.El alfa Claudio da un largo sorbo, luego se relame los labios y lo mira con firmeza.—Dile al gamma que estudie el lugar con paciencia y que no permita ningún comportamiento impulsivo de parte de los espías. Debemos llegar al campo donde trabajan los omegas de Rayo dorado a como dé lugar. Estoy seguro de que ellos estarían dispuestos a unírsenos.—Creí que sería más fácil llegar a ellos, pero el alfa Tron ha sabido ubicarlos para que estos no puedan escaparse ni recibir visitas de intrusos. Según el informe del gamma, no hay manera de acceder a aquel campo de forma externa. Para ello, habría que traspasar la frontera fortificada.—Imposible, eso sería un suicidio. Es allí donde el alfa y todos sus guerreros ent
Azucena y Tron desayunan en el comedor bajo la atenta mirada de Otsana y Zafra. La segunda se siente satisfecha de que esa esclava mugrienta se haya quedado sin desayunar y de no tener que servirle como si ella fuera superior."Vete con Zafra para el otro comedor. Debes estar famélica", le dice el alfa por medio del vínculo.Otsana lo mira decepcionada, puesto que quería desayunar junto a él.—Ya pueden retirarse —ordena Tron de forma audible, y le hace una seña a Otsana.—¿Quién nos servirá, entonces? —inquiere Azucena. Le es difícil apartar la mirada de Otsana y no preguntarse por qué ella.—¿Necesitarás algo más, hermana? —gruñe él entre dientes.—Por ahora no, pero puede que luego sí. Por eso mis mucamas siempre están presentes cuando me alimento.Tron aprieta el tenedor y finge una sonrisa, que más bien parece una mueca.—Zafra, quédate sirviéndonos y la pe... —Tron mira a su hermana—... y Otsana que se vaya.—Ay, pero ¡qué sobreprotector eres con tu mucama! No sé por qué me da l
Otsana siente que se le reseca la garganta, que empieza a sudar frío y que los latidos de su corazón se le aceleran.Por su parte, Tron la mira preocupado, puesto que ha notado su cambio y el miedo que la consume.—¿Todo bien? —indaga, al tiempo en que la recorre con la mirada como si buscara algo en ella que la estuviera lastimando.—Sí, es solo que... —Se relame los labios y respira profundo. La mirada atenta de él la intimida, así que se arrepiente al instante de lo que considera sería una locura—. Nada...—Nada. —Él la mira con ironía—. Si te has puesto pálida.—Es solo que...«Piensa en algo, tonta», se reclama a sí misma.—Unjú...—Que me parece extraña su propuesta. Pensé que quería que yo muriera. —Ella se abraza a sí misma.—Para que veas que no soy tan malo como imaginas. —Él finge una sonrisa burlesca.Otsana suspira con tristeza y asiente con gestos.—¿Usted ya va a marcar a...? —Se muerde el labio inferior y se seca las lágrimas que brotan de sus ojos enrojecidos.—No qui