—¡Basta! —suspiró jadeando, alejándome de Leo. Era como una bestia salvaje que no me daba chance a defenderme. Me trataba como a un cervatillo que, tras resistirse, termina rindiéndose antes de ser devorado. —Deje de hacer eso —murmuré, tratando de acomodar mi ropa con las manos temblorosas. Él cruza las piernas y pasa el pulgar por sus labios con delicadeza. Una sonrisa maliciosa aparece en su rostro. ¿Cómo podía ser tan descarado y, al mismo tiempo, parecer tan, tan genuino? —Me gustas, Georgina. No sé por qué te niegas si, al igual que yo, te gusta besarme— Su voz es tan jodidamente seductora. El brillo en sus ojos cuando me mira es intenso, como fuego que amenazaba con consumirlo todo. No sabía cómo defenderme de sus deseos desbordados por mí. Quería seguir pensando que solo estaba confundido. —No hable por mí... Usted no me da oportunidad a nada. Me ataca sin medida, sin detenerse a pensar si quiero— Esbozó una breve sonrisa ladeada, y yo, incómoda, entro el cabello por
—¿A dónde me llevas?— me pregunta con curiosidad. —Te va a gustar, es una sorpresa para ti.— Llevo su mano a mi boca, dejo un beso en su piel y mis ojos van directo a su vientre. Lleva un vestido ceñido al cuerpo, su cabello cae libre y un abrigo apenas disimula lo bien que se ve. Los tacones me hacen sentir nervios, pero me guardo el comentario. El tiempo transcurrió lentamente; en mi pecho no cabe la felicidad. Por fin, ella sonríe. No veía esa sonrisa desde hace mucho, la misma que me regaló en el aeropuerto. Su cara se iluminó al señalar a los peces. El murmullo de las personas no me molestaba; estaba perdido en la belleza de su admiración por las cosas. Su reflejo en el cristal. Y cómo me abrazó cuando vio a un tiburón acercarse veloz a un buzo. Me hizo sentir su lugar seguro, quien la iba a proteger. Nos sentamos algunas veces; los malestares le causaban estragos. Pero aun así, disfrutamos tanto. Fuimos a un restaurante que había cerca, con una temática estilo barco.
Una vez más en el trabajo. Aunque dormí en casa de mi jefe y me trajo al trabajo. Fue una guerra aceptar, pero no hay quien le haga cambiar de opinión o entrar en razón. Hace lo que quiere y cuando quiere... Pero me agrada. Me gusta pasar tiempo con él, el recuerdo de acuario me hace sonreír. Con él, en tan poco tiempo han sucedido cosas que jamás imaginé que podrían suceder. El es tan diferente a Ángel aunque sea raro de decirlo, y por más que quiero alejarlo de mí, no existe una manera y ahora que sabe que llevo a su hijo en mi vientre mucho menos. Durmió abrazado a mí, su mano me acariciaba el vientre emocionado, incluso le hablaba con dulzura. Me sentía extraña , no feliz, tampoco triste. Aún no he podido aceptar este embarazo, es difícil aceptarlo y no puedo abortar, pero me da miedo no sentir amor por él. No niego que los nervios y el temor por momentos me atacan, pero trato de controlarlo. —Georgina, prepara un informe detallado de todos los nombres que se le han colo
Me siento en mi escritorio, temblando. Liliana me habla, pero no la escucho hasta que insiste. —Georgina... ¿Qué si estás bien?— —Sí... estoy bien— —Te ves alterada y agitada... ¿Acaso le dijiste que estás esperando a su hijo?— La miro fijamente a los ojos. —Decirle... no, no le diré nada— —¿Estás segura? ¿Entiendes la carga que será tener un hijo sola, verdad?— —Lo sé... pero no quiero ser un tropiezo en su vida— —Vaya, lo estás considerando a él y a ti ni un poco— No tenía el valor de decirle que él ya lo sabía. Le tenía aprecio a Liliana, pero me daba miedo... De hecho, perder el control de mis emociones y permitir que descubriera que el director es el padre de mi hijo no fue nada inteligente. ** Georgina... Esa mujer me vuelve loco. Después de que se marcha, me quedo sentado, meditando sobre lo que acaba de pasar. Me da miedo que piense que solo la quiero para acostarme con ella... pero es que no me resisto ni siquiera a oírla. Es tan tierna que me duele. El olor de
Llegamos a su casa. Ella baja del coche y me pide que espere. Lo hago en contra de mi voluntad, sintiendo la desesperación al mover mi pierna derecha. Acaricio mi nariz, sin apartar los ojos de su puerta. Aflojo la corbata y paso la mano por mi cabello. —Señor, debe calmarse— dice mi chofer, con tono preocupado. —Quisiera... tú, más que nadie, sabes cuánto me costó acercarme a ella. No estoy dispuesto a recibir un no de su parte... y menos ahora que espera a mi hijo. —¿Se lo dirá a sus padres?— Cierro los ojos antes de responder. —Posiblemente... Solo espero por ella. Pero si no me acepta por completo... tendré que usar otras armas— —Ja, se escucha muy enamorado— —No tengas dudas de eso... amo a esa mujer desde que la vi por primera vez... me obsesioné— Ella sale de la casa, mira a los lados antes de cruzar. Abro la puerta del coche, salgo de él, tomo su maleta pequeña y la ayudo a entrar. De regreso a mi casa, se acomoda, ya con más confianza. Después de una ducha, viene a
—¿Por qué siempre lo mencionas? Yo era su prometida y no hablo de él... ¿Que sucede contigo?— ¡Mierda! —Lo odio... lo detesto no me culpes por odiarlo, él te arruino y me molesta— —Solo olvídalo... Si hubiera quedado embarazada mientras estaba con él, habría sido exactamente lo mismo. Y por cierto, te recuerdo que él no era mi jefe, como tú— —Que más da si lo soy ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz?— —Pero una mujer como yo...— —¿Por qué insistes con eso? ¿Qué tiene de malo? ¿Para qué quiero una mujer con estatus? ¿Acaso me falta dinero? Tengo más que suficiente... Si ese es tu miedo, si crees que eso es un problema, olvídalo. Puedo darte la vida que mereces, llevarte a donde quieras. ¿Quieres ir a París mañana? Dímelo, y estaremos allá. Solo entiéndelo... me gustas demasiado.— —Calla...— su tono molesto me provoca dejarla en paz. Se aleja de mí dándome la espalda y suspiró mirando hacia el techo. Esta mujer mía me saca de mis cinco sentidos. Después de unos largos minutos s
—Lo siento por tardar, se necesitaba de mis servicios— me excuso con una mentira. —Bien, podemos continuar...— la firmeza de su voz cargadas de enojo me estremecía. —¿Puedo ir al baño primero?— Su mirada es dirigida a uno de los empleados del departamento de marketing. —No, si no soporta vaya al basurero— eso fue cruel. —Señor, disculpe. Deje que vaya al baño, no me gustaría que mis superiores o compañeros vayan a malinterpretarlas cosas porque yo si pude ir— —¿Malinterpretar? Nadie aquí está para malinterpretar nada. Ni para ser parte de esos chismes de pasillo que tanto les gusta inventar. ¿Entendido? No me interesa en lo más mínimo que les caiga bien, no estoy aquí para eso. Si no me dan resultados, no los necesito a ninguno ¿pueden entender eso?— —Sí, señor, disculpe. — Su mirada se quedó fija en mí unos segundos, como si tratara de encontrar algo en mí. No me sentí mal, pero tampoco bien. Tal vez era el embarazo, porque mi estómago se contrajo al escucharlo tan duro. Es
—¿A qué está jugando?— La rabia se apodera de mi mujer. Sus tacones resuenan con rapidez mientras se acerca a mí, apenas termina la reunión. —Puedes estar tranquila, no tomé esta decisión a la ligera.— Me levanto y poso las manos en sus hombros. —Lo hice porque eres demasiado inteligente, como ya te dije. Y porque eres la mamá de mi bebé... mi mujer, mi futura esposa.— —¡Estás demente!— Se aleja de un paso brusco. —¿Qué es lo que te molesta?— pregunto, rascándome la garganta. —Ahora creerán que hice todo con segundas intenciones, y los chismes sobre mí no cesarán. Detesto las miradas sobre mí y estar en la boca de la gente.— —Lo entiendo... pero ya tomé una decisión. Serás mi secretaria y no pienso revocarte del puesto.— Su mirada es dura. Me estremece. Odio que a todo lo que le ofrezco le encuentre un error, que no quiera aceptar. No quiero perder la paciencia ni actuar más duro de lo que ya soy. —Bien, nos vemos más tarde.— Tomo su mano. —Vamos a almorzar.— Ella la apar