Me ha encontrado

Gianluca y yo nos ponemos de pie y salimos de su consultorio, mucho más aliviados de cuando entramos.

—Te dije que el renacuajo estaría bien.

—Y tenías razón —concuerdo con él.

—¿A dónde te llevo? —me cuestiona en cuanto abandonamos el hospital y subimos al auto.

—A La Ragazza Divina, mi jefe y Marcello me están esperando ahí —murmuro cuando observo el mensaje de mi jefe.

—¿Por qué ahí?

—¿Recuerdas a Angela Carter, la dueña de la empresa de lencería Tentazione Segreta? —mi amigo asiente sin apartar la mirada de la avenida—. Bueno, resulta que estuvo insistiendo durante algunas semanas para hablar personalmente con mi jefe.

—¿Sobre qué? ¡Ay, Dios! Deberías de tener cuidado —exclama escandalizado.

—¿Por qué?

—Puede estar interesada en el bizcochito y por eso su insistencia de hablar con él.

—¿Y a mí qué? Quien debe de tener cuidado es Marcello, no yo —rebato con el ceño fruncido.

—¿No te interesa el bizcochito aun cuando en tu útero se está horneando su renacuajo? —inquiere con una sonr
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