Llego al departamento casi una hora después y en cuanto abro la puerta el gritito de Gianluca me hace saltar en mi lugar. —¿D-dónde estabas? Te estuve llamando desde hace un rato y no contestabas —me recrimina molesto. —Sabías que tendría una cena con mi jefe y llegaría tarde, así que por eso voy llegando. —El bizcochito le habló al pastelito de Marcello y este a su vez me llamó a mí para saber si ya habías llegado —se explica acercándose a mí y tomando mis cosas, al tiempo que me mira de arriba abajo. —Estoy bien Gianluca. —No, no estás bien. Sé que discutieron peor que otras veces, así que me espanté y tuve miedo de que les pasará algo —musita abrazándome y besando mi coronilla—. ¿Qué sucedió para que te hayas bajado del auto y decidieras regresar en autobús? —Mi jefe no quiere a mi bebé —respondo con la voz ahogada en lágrimas. —¿L-le contaste todo? —me cuestiona llevándome hasta el sofá. —No, con todas sus letras, pero se lo di a entender. —¿Y entonces por qué estás tan se
—¿Su nombre debería sonarme de algún lugar? —inquiero con indiferencia.—Es obvio que alguien de tu clase no podría siquiera imaginar el tener a alguien como yo frente a ti. ¡Quiero ver a Alexandros! —me ordena cruzándose de brazos y mirándome desde su altura.Continúo sonriendo a pesar de sus insultos y niego con mi cabeza.—Lo lamento, pero en este momento no puede atenderla, está ocupado… —No me deja terminar cuando se adelanta y abre la puerta de su oficina—. ¡No puede pasar! —Me levanto e intento detenerla, sin embargo, debido al peso de mi pequeño vientre, me es imposible.—¡¿Qué diantres significa esto?! —pregunta mi jefe, sin embargo, su cara denota desconcierto cuando se percata de la mujer que se encuentra frente a él.—Lo lamento jefe, no pude detenerla —me excuso con rapidez.—Debemos de hablar Alexandros, es importante —suplica la mujer, ahora fingiendo una voz dulce y al borde del llanto.—Déjenos solos, señorita Bennett —yo solo asiento y salgo acariciando mi barriguita
Al siguiente día Después de despedirme de Gianluca, me encamino a mi escritorio donde enciendo mi computador y comienzo a trabajar; cuando el ascensor me indica que mi jefe ha llegado levanto la mirada para encontrarme con un ser que no reconozco y no porque haya cambiado de atuendo, sino por qué su actitud es muy diferente. Algo que queda más que claro cuando me saluda con un «Buenos días» y no su gruñido habitual. Se encierra en su oficina y durante toda la mañana no escucho sus gritos surcando el silencio como ya es su costumbre. El resto del día transcurre sin nada interesante, por lo que cuando termina mi jornada laboral, Gianluca y yo nos vamos a dar la vuelta al centro comercial que visité el otro día y compramos más cosas para cuando nazca mi bebé. Los dos siguientes días es lo mismo, pero el tercero cuando creo que será igual que los anteriores, sin nada interesante por contar, la misma rubia del otro día se aparece y con esa misma mirada de superioridad pasa de largo y ent
El sonido de un móvil nos hace darnos la vuelta y cuando vemos a la bruja rubia, contengo el aliento, mientras mi amigo aprieta mi mano con temor de que ella nos haya escuchado, no obstante, sigue de largo hasta la oficina de mi jefe ignorándonos en todo momento y al cabo de unos segundos sale con su bolso bajo el brazo, dado que lo olvidó por casi salir corriendo.—No te preocupes, estoy bien. Ahora bajo, tu tío no está aquí —responde aun sollozando.Gianluca y yo la observamos hasta que sube al ascensor y ambos nos permitimos lanzar un pequeño suspiro de alivio.—¡Maldición! ¿Crees que haya escuchado algo? —inquiero preocupada.—No, de lo contrario hubiese armado un escándalo. Esa mujer no me da buena espina —murmura, apretando los labios en una fina línea—, además, tiene algo que me desagrada.—A mí tampoco me agrada. Desde el primer día que nos conocimos me mira como si fuese superior a mí. ¡Se atrevió a llamarme baratija! —me quejo en un chillido.—¡¡Esa brujer del demonio!! Mira
—¡Marcello! ¿Qué te sucede? —se queja mi jefe cuando todos lo miramos y nos damos cuenta de que se ha puesto de pie y está rojo del coraje. —Lo que sucede es que si esta… señora, desea un café o un té, ella es bastante capaz de ir por él. La señorita Reyyan es tu asistente y no tiene por qué cumplir los caprichos de alguien que se cree una diva cuando es más que obvio que no lo es. Si tanto desea que alguien la atienda, que se busque su propia asistente, además, mi amazona está embarazada y no tiene por qué salir del edificio exponiéndose ella y su bebé. »Otro día, cuando no esté esa mujer, revisamos esto con calma. Señorita Reyyan, tome sus cosas, hoy trabajará conmigo. —No te atrevas Marcello, ella es mi asistente y además tú tienes a Gianluca. —Se me olvido decirte que hoy necesito dos asistentes, así que me llevaré a la tuya, dado que es muy competente en todo lo que hace. Por cierto, creo que hoy tu novia podría intentar trabajar como tu asistente con eso de que no se despega
Al día siguiente, cuando llego a mi piso, una sensación de incomodidad que no logró explicar me invade, pero como es seguro que tenga bastante trabajo atrasado, por lo que sucedió ayer, ignoro mi instinto y me encamino a mi escritorio. Por estar acariciando mi barriguita no me doy cuenta de que hay alguien esperando por mí, hasta que levanto la mirada y lanzo un chillido que resuena por el piso. —¡¿Qué hace ahí?! —me quejo, cuando veo a mi jefe con una expresión nada amigable en su rostro. —Esperándola, ¿no es obvio? —¿Por qué? Estoy en buen tiempo —contraataco mirando mi reloj. —Quiero que se ponga al corriente con todo su trabajo, ayer por irse con Marcello dejó botado lo que tenía por realizar. —Le estaba ayudando —me defiendo, mirándolo con rencor. —¿Y en qué lo ayudó? —E-en muchas cosas importantes —respondo con evasivas, pasando a su lado y dejando mis cosas en mi escritorio. —Perdiendo el tiempo, querrá decir. —No más que servir té o café para alguien que tiene las pup
Todo pasa tan rápido que no me doy cuenta en qué momento voy en la parte de atrás de la ambulancia, acompañando a mi jefe rumbo al hospital. —¿A qué es alérgico? —me cuestiona una voz. —Al… a… —Por favor, señorita, es importante para nosotros que nos responda —musita uno de los paramédicos. Levanto la mirada y observo al hombre que espera una respuesta de mi parte. —E-es alérgico al maní —balbuceo con la voz entrecortada. —¿Entonces comió maní? —N-no lo sé, creo que sí. Tal vez por error lo comió, yo venía de comer cuando escuché un fuerte golpe y luego lo encontré en el piso —le explico sin dejar de llorar. —¿Y es alérgico a algún medicamento? —No —el paramédico asiente y después saca una jeringuilla, junto con un frasco pequeño, del cual extrae una pequeña cantidad de líquido y sin perder tiempo se lo inyecta a Cavalluci. —Tranquila, él estará bien —me informa el otro paramédico—. Lo encontró muy a tiempo. Me limito a asentir solo por cortesía y hago algo que nunca hubiese
—Mi amor, ¿ya te enteraste de lo que se dice? —me cuestiona Gianluca, cuando me acerco a su escritorio para que Marcello firme unos documentos. —No, ¿qué cosa? Estos documentos son muy importantes, así que por favor en cuanto mi hermoso Marcello regrese, pídele que los firme. —Descuida, yo se los entrego —toma los documentos y después de acomodarlos en su escritorio, me lanza una mirada apenada. —¿Qué sucede? ¿Por qué haces esa cara? ¡Dios! ¿Le sucedió algo a Aaron? —inquiero asustada. —¡No! Para nada, el sexi espécimen de tu hermano está bien, más que bien diría yo —musita, soltando un suspiro—. En realidad se trata de esto —me muestra su móvil y veo como muerde sus labios esperando mi reacción. Lo tomo y comienzo a leer una nota donde se menciona que al parecer ya es oficial el compromiso entre mi jefe y su novia, ya que han decidido casarse. Cuando termino de leer todo, parpadeo varias veces en un intento por qué las lágrimas no acudan a mis ojos y cuando estoy segura de que no