Después de más de un día de viaje por fin llegamos a nuestro destino, tomo la mano de Reyyan y subimos al auto que nos llevará hasta donde nos hospedaremos los siguientes días.—Todo aquí es muy hermoso —comenta emocionada, bajando la ventanilla y permitiendo que la brisa le dé en la cara.—Me alegra que te guste y espera a que veas nuestro destino final.Regresa a su asiento y recarga su cabeza en mi hombro, entrelazando su mano con la mía. Al cabo de unos veinte minutos el auto se detiene, nos bajamos y subimos a una enorme lancha que ya espera por nosotros.Después de otro pequeño viaje, llegamos a un hermoso hotel compuesto de unos cuantos bungalows. Nos dirigimos al principal, donde nos atiende una pareja rusa un poco mayor y cuando el hombre toma nuestras maletas, nos indica que lo sigamos.—La mujer es muy hermosa —susurra Reyyan, girando su rostro, para lanzarle una breve mirada a la mujer rubia de ojos azules que permanece detrás del mostrador—. Casi podría jurar que parece u
Marcello Los años han pasado y con ello mi relación con Gianluca se ha tornado en algo más formal, dado que me mude a su departamento, enamorándome cada día más de él por esa forma tan ocurrente que tiene de ser y por el gran corazón que lo caracteriza. Igual que cada mañana, lo observo como prepara nuestro desayuno, con ese sensual baile que hace volar mi imaginación en miles de formas en que podría hacerlo mío en esa cocina y justo cuando estoy por envolver mis brazos en su torso, el timbre me obliga a detener una de mis tantas fantasías. Abro la puerta y cuando veo a mi hermosa amazona con su mini amazona, las invito a pasar, cargo a esa pequeña copia de Alexandros en versión femenina y las llevo hasta la cocina, donde mi Gian sigue cocinando. Escucho atentamente como Reyyan se queja de que Alexandros le ha pedido matrimonio desde hace un año y cuando estoy por intervenir y felicitarla, mi Gian lanza su indirecta de que él también desea formalizar más nuestra relación, por un mo
Después de algunos meses de preparativos, Gian y yo por fin nos damos el sí, y junto con Alexandros y mi amazona celebramos una hermosa e inolvidable boda doble. Cuando termina la fiesta, ellos se separan de nosotros para tomar un vuelo que los dejará muy cerca de las Islas Cook, mientras que mi Gian y yo tomamos un auto que nos lleva hasta la hermosa playa de Las Teresitas aquí en España. Bajamos del auto y un encargado nos ayuda con nuestras maletas, tomo la mano de mi Gian, con la intención de dejarle en claro a cualquier persona que ese sexi y apasionado hombre ahora me pertenece, y nos dirigimos al elegante Hotel Stratford, damos nuestros nombres y enseguida nos dan la llave de nuestra habitación. Una vez que subimos al ascensor, me alejo del botones y susurro en el oído de mi corazoncito para que solo él pueda escucharme. —Lo de la cabaña de Orvieto será nada a lo que te haré hoy mi vida —veo como su cuerpo se estremece y al instante, me da un pequeño golpe. —N-no digas eso a
Años después Observo con orgullo como mis hijos se han convertido en adultos exitosos y si bien es cierto que me hubiese gustado que mi primogénita Alessia, tomase las riendas de la empresa junto con su hermano Liam, verla realizada como una de las mujeres más prometedoras en la política me hacen ver que mi hija es buena en todo lo que se propone. A mi lado, sosteniendo con fuerza mi mano, Reyyan me sonríe y sé que se siente de la misma forma que yo, orgullosa de los hijos que hemos criado. De un momento a otro mi vista se detiene en cierto individuo, el cual me pone de malas con su sola presencia y soltando un bufido le lanzo una mirada colérica. —Deja de hacer eso —me reprende Reyyan en un susurro. —¿Qué hice? —¿Qué hice? —repite, formando una fina línea con sus hermosos labios. —Es que mira a ese rubio oxigenado, se la pasa pegado a Alessia como si fuese una m*****a calcomanía. —Tú eras igual conmigo, con la única diferencia de que él sí la trata bien y tú a mí me gritabas y
Reyyan Bennett Ahogo un grito de frustración y observo el paisaje mientras nos dirigimos a esa aburrida gala cuando recuerdo que es posible que no me dejen entrar a ella y con ese pequeño brillo de esperanza me giro hacia mi jefe. —Ahora que lo recuerdo para poder ingresar al evento, las personas tenían que confirmar su asistencia y el nombre de su acompañante —musito después de unos minutos de silencio. —Así es y cómo la conozco lo suficiente, yo mismo solicité un cambio en el nombre de mi acompañante —responde mi jefe con una sonrisa de superioridad. —¿Y por qué hizo eso? Yo soy su asistente. —Vaya, hasta que recuerda que es mi asistente y no una periodista de alguna revista de chismes, encargada de indagar sobre mi vida privada. —Usted es más chismoso que yo. ¿Sabe qué?, no quiero seguir discutiendo con usted, me pone de malas —sentencio con frialdad. —Eso sí que es una novedad, a usted le gusta discutir hasta por qué pasó una mosca y no se preocupe a mí, también me pone de m
Meses antes —¡Señorita Bennett! —escucho el grito proveniente de la oficina de mi jefe, ante lo cual ruedo los ojos y tomo mi tablet, tiene un teléfono en su escritorio con línea directa al mío que, por cierto, se empolva porque es incapaz de levantarlo y comunicarse conmigo como lo harían las personas civilizadas, pero no, él malhumorado y detestable de mi jefe prefiere llamarme a gritos como el cavernícola que es—. ¡Señorita Bennett! —vuelve a gritar cada vez más fuerte. —Dígame, señor Cavalluci —respondo cuando pongo un pie en su oficina y le regalo una cálida sonrisa, mientras por dentro le recuerdo a su querida madre de una y mil formas diferentes como cada mañana. —¿Ya tiene listo todo para la junta de esta tarde con los directivos? —cuestiona al tiempo que me lanza una mirada gélida, de la cual Elsa de Frozen estaría sumamente orgullosa, aunque, ahora que lo pienso, ella debió ser pupila de este hombre. —Ya está todo listo, las carpetas están ordenadas de acuerdo con los pun
Después de algunos días me incorporo a la empresa y no tengo ni una semana en mi nuevo empleo, cuando siento el impulso de querer envenenar el café de mi jefe, pero sé que darían con el responsable en un abrir y cerrar de ojos, además de que eso destrozaría a mis padres. —¡Señorita Bennett! —grita desde su oficina, cierro los ojos y me concentro para no gritarle que use el maldito teléfono que tiene en su oficina para pedirme las cosas de buen modo, me levanto y toco a su puerta—, ¿por qué tardo tanto en llegar? Su escritorio solo está a unos cuantos pasos de mi oficina. —¿Qué se le ofrece, señor Cavalluci? —pregunto ignorando su ponzoña de esta mañana. —Esta noche tendré una cena con algunos posibles clientes, por lo que usted debe de acompañarme. —No me había informado nada. —Ahora ya lo sabe, ¿o es que no puede asistir? —inquiere con un tono de voz que no augura nada bueno si es que me niego. —Para nada jefe, ahí estaré, como siempre me avisa a última hora —murmuro esto último
Al día siguiente, cuando llegó a mi escritorio, me dejo caer en mi silla bastante agotada, de tan solo imaginar los gritos que tendré que escuchar a lo largo del día, suelto un suspiro y enciendo mi computador antes de que aparezca mi adorado jefe y comience con venenosos comentarios sobre lo que ocurrió ayer. —¿Tan temprano y ya está cansada? —escucho su horrible voz. Cierro los ojos y después de contar hasta tres levanto la mirada y sonrío de tal forma que los músculos de mi cara se tensan tanto que es casi seguro que terminaré con un desgarre facial, y aunque en mi mundo imaginario me gustaría responder con algo como «¿Tan temprano y de tan mal humor?», me obligo a ser tan cortés como puedo serlo con este despreciable ser. —¡Buenos días, señor Cavalluci! En un momento le llevo su café y los pendientes del día. Pasa de largo y sin saludar, por lo que en cuanto se cierra la puerta de su oficina, lanzo un grito ahogado. Me pongo en pie y, como cada día de esta larga semana, preparo