Yo nunca pierdo
Justo cuando voy terminando con mi delicioso segundo desayuno del día aparece Gianluca y la sonrisa que mostraba en su rostro desaparece con una velocidad alarmante.

—¿Qué te he dicho de bajar sola a comprar comida para nuestro renacuajo?

—¿De qué hablas? —inquiero fingiendo que no sé de qué me habla.

—Todo el pasillo huele a rosquilla de brownie, es obvio que bajaste tu sola —me reprocha entrecerrando los ojos.

—Soy perfectamente capaz de bajar por mi cuenta Gianluca.

—No me importa, aún recuerdo ese día que te deje sola y te desmayaste.

—Pero eso fue hace meses y desde entonces no he tenido más desmayos, y para tu información yo no bajé por ella.

—Sí, claro. ¿Qué me vas a decir que el bizcochito la compró por ti? —me cuestiona con un rastro de ironía en su voz.

—Aunque lo digas de burla, fue él quien me la trajo —le confieso con las mejillas coloradas. Ante mis palabras, Gianluca suelta una carcajada y niega con su cabeza.

—¿Acaso crees que soy idiota? —me cuestiona con la v
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