Las tres “efes”
—Sí que es diminuto el renacuajo —murmura mi amigo, apretando mi mano y llorando junto conmigo a moco tendido.

El doctor sigue pasando el transductor por mi vientre y después de imprimir la primera ecografía de mi bebé, me entrega una servilleta para limpiar mi vientre y tomar asiento en lo que termino de arreglarme.

—Me gustaría ser sincero, señorita Bennett —masculla el doctor un poco más serio que hace un momento.

—¿Hay algo mal con mi bebé? —lo cuestiono con mi labio inferior temblando.

—No del todo. Su bebé pesa menos y es un poco más pequeño de lo que debería de ser alguien que está por cumplir las siete semanas de gestación —con su bolígrafo señala el punto negro que es mi bebé—, sin embargo, puede deberse a que no se ha alimentado correctamente. Es por ello por lo que le mandaré estás pastillas para las náuseas y estas vitaminas, además, de una dieta hasta cierto punto estricta para que el bebé pueda absorber todos los nutrientes necesarios para su completo desarrollo.

—¿Y
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