La encontró
Subo al auto y cuando Paolo observa lo que sostengo entre mis manos dirige su mirada hacia el condominio donde vive Reyyan.

—¿Y Reyyan, no viene con usted?

—No.

—¿Por qué? Todas esas cosas son de su bebé, yo pensé…

—Vamos al aeropuerto —dado que Paolo sigue sin moverse, lo apremio con un gruñido—. Iremos a buscar a Reyyan, al parecer se marchó.

—Pero no creo que la alcancemos —me contradice con una pequeña mueca.

—Menos la alcanzaremos si no te das prisa.

Paolo se acomoda en su asiento y enciende el motor para ir a donde le indique. Gracias a que ha dejado de llover, llegamos bastante rápido al aeropuerto y sin saber por dónde comenzar, corro por casi todo el maldito lugar, sintiendo como el miedo de perderlos me inunda con cada segundo que pasa.

Después de lo que me parecen horas, Paolo se acerca a mí y me obliga a detenerme.

—Se ha ido, jefe. Además, es imposible que la encuentre en un lugar tan grande.

—Ellos no pudieron irse, ella no pudo…

Paolo me toma del hombro y sin
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