—¿Qué es eso? ¡¡Ni pienses que me voy a casar contigo!! —ante mis palabras, Alexandros sonríe y cubre su boca con su mano como si estuviese conteniendo una carcajada. —¿Así que para perdonarme quieres que te pida matrimonio? Eso es fácil de solucionar… —¿De dónde sacas semejante disparate? —chillo, cuando lo veo con la intención de ponerse de pie—. No quiero casarme contigo, tú dijiste que estaba a nada de ser tu mujer. —Y es cierto, vivimos juntos, así que sé que lograré mi objetivo en poco tiempo —rebate guiñándome un ojo. —Solo regresé por qué nos obligaste, ¿para qué me pediste venir? —Te cité aquí porque deseo que firmes unos papeles. —¿Acaso me quieres quitar la custodia de mi bebé? —lo cuestiono cuando estira su mano con los documentos que no tome hace un momento. —¿De dónde sacas semejante locura? —Te conozco como eres de peligroso Alexandros, así que no me sorprendería algo como eso. —Vaya, así que por fin está aquí tu mujer Alexandros —nos interrumpe una amable voz p
Reyyan Después de salir de la oficina de Alexandros, me doy una vuelta por gran parte del edificio, saludando a algunos compañeros quienes me felicitan por cómo va mi embarazo y otros tantos me dan su pésame por ser la mujer de Cavalluci, ya que el muy chismoso corrió el rumor, ahora todos saben que vivimos juntos y no dejan de preguntarme si es igual de espeluznante como en la oficina. Con una pequeña sonrisa les confieso que en realidad no es tan malo como creen, dado que es cierto, cuando estamos juntos se la pasa hablándole a nuestro bebé y con lo cual me demuestra que a pesar de nuestras diferencias será un buen padre. Me despido de ellos y luego subo a buscar a Gianluca a su lugar, pero como de costumbre debe de estar platicando con alguien de otro piso. —Señorita Reyyan, ¿qué hace aquí? —inquiere Marcello en cuanto me ve en el pasillo esperando por Gianluca. —Señor De Santis, estoy esperando a Gianluca. —¿A Gianluca? Pensé que había venido por Alexandros. —Alexandros me c
Después de otros veinte minutos, Alexandros regresa a la habitación, toma su lugar en la cama y apaga la luz de su lado, sin embargo, después de varios minutos en los cuales parece que no podrá dormir debido a que se mueve de un lado al otro, me levanto de la cama.—Pensé que estabas dormida. ¿A dónde vas?—Voy a bajarle un poco a la calefacción, creo que hace demasiado calor o tal vez sean mis bochornos.Bajo la calefacción a tal extremo que casi al instante comienza a sentirse frío.—Le bajaste demasiado Reyyan, esos cambios de temperatura te pueden hacer daño.—Pero tengo demasiado calor, además, si llego a sentir mucho frío simplemente me tapo y listo.Regreso a la cama y después de unos minutos me tapo hasta la barbilla, Alexandros también se cubre, momento que aprovecho para torturarlo un poco.—Tengo frío Alexandros.—Te dije que le bajaste demasiado a la calefacción —está por levantarse de la cama, cuando sostengo su mano y lo jalo hacia mí.—Mejor abrázanos, ya sabes que más
—¿Qué parte de que Reyyan me odia no has entendido?—No te odia, está molesta que es diferente y no es para menos, la obligaste a regresar contigo. Pero tienes algo a tu favor.—¿Qué?—Comparten casa y cama.—No me deja tocarla más allá de un simple abrazo, crees que me va a permitir tener sexo con ella.—Solo es cuestión de tiempo, ¿o por qué crees que ha empezado a usar esa ropa? Es obvio que desea volverte loco de deseo y ya lo logró, mis respetos para esa mujer. Quién pensaría que ella sería capaz de lograr lo que ninguna otra.—¿Qué cosa?—Enamorarte y tenerte comiendo de su mano. Has dejado de ser el demonio que solías ser desde que casi los pierdes. No me mires así, sabes que tengo razón, te la pasabas de mal humor la mayor parte del tiempo, si el día tiene veinticuatro horas, tú te la pasabas enfurruñado veinticinco, no sé cómo lograbas algo así.—Tienes razón, pero en mi defensa diré que ella me sacaba de quicio.Antes de seguir discutiendo con Marcello, recibo una llamada de
Me levanto de la cama con mucho cuidado de no despertar a Reyyan y después de recorrer con mi mirada su cuerpo, ansioso por volver a sentir su dulce calor y cubro su desnudez con las mantas. Tomo un pantalón de chándal y bajo a la cocina, donde no me sorprende para nada ver a Casandra.—¿Desea que le prepare algo de cenar? —inquiere con una pequeña sonrisa.—Sí, Casandra, pero por favor que sean dos emparedados y un vaso de leche con miel —pido al recordar a Reyyan comiendo eso en plena madrugada—. Por cierto, bien jugado, Casandra.—¿A qué se refiere, señor? —pregunta con una falsa inocencia que ni ella se la cree.—¿Cuánto te pagó Reyyan para que me hablaras y me soltaras semejante mentira?—No sé a qué se refiere —insiste sin darme la cara.—Mientes muy mal Casandra, sé que Reyyan preparó todo para emboscarme —la acuso tomando asiento cerca del mesón.—Solo ayudé un poco a la señora —murmura.—¿Y por qué la ayudaste? Por lo general, tú nunca te metes en este tipo de situaciones.—P
El encargado abre la puerta de nuestro privado y después de entregarnos el menú, lo revisamos y hacemos nuestro pedido dejándonos solos casi al instante.—¿Qué es lo que quieres decirme?—Primero, que hoy te ves más hermosa que de costumbre —comento, tomando su mano sobre la mesa y dejando un pequeño beso en sus nudillos.—¿Acaso me quieres engatusar para más tarde colarte entre mis piernas?—¿Fui muy obvio?—Bastante.Me acerco a besar su cuello y cuando escucho cómo su respiración se agita un poco, me alejo de ella.—En la casa continuamos, ahora quiero contarte algo que no pude hacer el otro día debido a que me interesaba más que supieses lo que sucedió en la gala.—¿Es algo malo? —me cuestiona con el ceño fruncido.—No —acaricio sus labios y después de dejar un beso en su mejilla, suelto un suspiro—. Ayer me dijiste que yo fingí por mucho tiempo ser gay y en realidad no fue así, bueno no fue por gusto.—¿Cómo que no fue por gusto?—Tú le diste la idea a Marcello de correr ese rumo
ReyyanLos siguientes días conviviendo con Alexandros han sido realmente memorables, ya que ha cambiado demasiado conmigo y todas las tardes llega temprano a casa, ya sea para ver una película juntos, salir por un helado o cumplir alguno de mis antojos y por qué no, muchas veces solo para colarse entre mis piernas.Algunas veces lo observo, preguntándome en qué habría pasado si su tío y Marcello no hubiesen elegido por nosotros y ese día ninguno de los dos hubiese tomado, y aunque en un principio me arrepentía de lo que sucedió entre nosotros, lo cierto es que ahora ya no me imagino sin mi bebé y sin ese hombre que con cada día que pasa nos demuestra cuanto nos ama.[…]Me remuevo en la cama y como una costumbre de medianoche, mi estómago comienza a gruñir, obligándome a despertar y por ende, despertar al hombre que duerme a mi lado.—¡Alexandros! —susurro cerca de su oído—. ¡Alexandros! —insisto cuando veo que no se mueve y que, por el contrario, duerme profundamente hasta con la boc
Una de las enfermeras vuelve a tomar a nuestra bebé y cuando me informan que debo de salir en lo que las preparan para subirlas a su habitación, salgo a la sala de espera y aprovecho para hablar con Aaron y avisarle que ya nació nuestra bebé, así como si él puede contactar a sus padres para darles la noticia.También me comunico con Gianluca, quien me asegura que en cuanto pueda vendrá a conocer a nuestro bebé y después de una breve lucha interna, hablo con mi tío para darle la buena noticia.Cuando por fin me dejan subir, abro la puerta y me encuentro con una de las enfermeras, acomodando la cuna de nuestra bebé.—¿Cómo está mi mujer y mi bebé? —la cuestiono después de saludarla.—Las dos están bien. Su esposa se quedó dormida poco antes de subirla y la bebé tiene poco que despertó, ¿desea cargarla? —me cuestiona con una pequeña sonrisa.—S-sí.Con mucho cuidado la saca de la cuna y me la entrega, envuelta en una cobijita.—Me retiro, si necesitan algo pueden apretar el botón de aquí