¡Soy su hermano!

Me levanto de la cama con mucho cuidado de no despertar a Reyyan y después de recorrer con mi mirada su cuerpo, ansioso por volver a sentir su dulce calor y cubro su desnudez con las mantas. Tomo un pantalón de chándal y bajo a la cocina, donde no me sorprende para nada ver a Casandra.

—¿Desea que le prepare algo de cenar? —inquiere con una pequeña sonrisa.

—Sí, Casandra, pero por favor que sean dos emparedados y un vaso de leche con miel —pido al recordar a Reyyan comiendo eso en plena madrugada—. Por cierto, bien jugado, Casandra.

—¿A qué se refiere, señor? —pregunta con una falsa inocencia que ni ella se la cree.

—¿Cuánto te pagó Reyyan para que me hablaras y me soltaras semejante mentira?

—No sé a qué se refiere —insiste sin darme la cara.

—Mientes muy mal Casandra, sé que Reyyan preparó todo para emboscarme —la acuso tomando asiento cerca del mesón.

—Solo ayudé un poco a la señora —murmura.

—¿Y por qué la ayudaste? Por lo general, tú nunca te metes en este tipo de situaciones.

—P
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