Después de la visita de mi exjefe, postergo mi salida para el día siguiente, dado que ahora que sabe que mi papá es alguien importante, dudo insista en hablar conmigo, al menos por algunos días. Aun contra la voluntad de mis padres, salgo sola y como es seguro que ya nadie me recuerde después de tantos años alejada de mi país, me dirijo a un centro comercial para comprar cosas para mi bebé. Visito un sinfín de tiendas de donde salgo con mis compras y decido caminar un poco por esas enormes calles que ya no recordaba. Por ir observando todo a mi paso no me percato de que un auto me viene siguiendo y solo soy consciente de ello cuando por el rabillo del ojo lo veo detenerse cuando me paro a comprar una rosquilla de brownie. La guardo en mi bolso y comienzo a caminar tan rápido como puedo, temerosa de que alguien desee hacernos daños. Y al momento mis pensamientos me juegan una mala pasada al recordarme encerrada y amordazada durante semanas en una oscura habitación; sin poder moverme o
Cuando termina su llamada me acerco tanto a ella que puedo sentir el calor que desprende su cuerpo y aunque intenta alejarme le es imposible. —¿Sabes qué recordé Reyyan? —inquiero encerrándola entre la puerta y mis brazos; y con cada palabra que pronuncio mis labios casi rozan los suyos debido a nuestra cercanía. —¿Tomar sus pastillas para el Alzheimer? —pregunta esquivando mis labios, los cuales estaban listos para volver a probar los suyos. —Es lo que más te gustaría en este momento, pero no, recuerdo la noche que procreamos a este bebé —respondo, acariciando su vientre, dónde nuestro bebé da una pequeña patadita, al instante sonrío y me pongo en cuclillas pegando mis labios a su barriguita y dejo un pequeño beso—. Vaya, creo que este pequeñín también está emocionado de saber que papá ha venido por ustedes —musito emocionado de sentirlo por primera vez. —Lo que yo creo es que es mi bebé —contraataca haciendo énfasis en sus últimas palabras—, tiene hambre, está cansado y asustado
Los siguientes días, mis padres me llaman todos los días para saber si Alexandros nos trata bien y aunque me pese decirlo, lo cierto es que ese primogénito de Satanás que solía ser en la oficina ha desaparecido. Es como si fuesen dos personas completamente distintas y ahora solo existiese una persona amable y empalagosa, que se la pasa llamándome a cada rato para saber si estamos bien o que por las noches no deja de abrazarme. —¿Por qué no sales de casa? —me cuestiona un día por la mañana cuando nos encontramos desayunando—. No estás encerrada en esta casa, ya tiene casi una semana que volvimos de con tus padres y me han dicho que te la pasas en tu habitación o en el jardín. —¿Puedo ir a dónde yo quiera? —inquiero con rencor. —Sí, pero eso no incluye volver a Estados Unidos —sentencia con una pequeña sonrisa. —Entonces no deseo salir. —¡Por Dios, Reyyan! Puedes ir y visitar a Gianluca, comprar cosas para el bebé, comenzar a pensar en la decoración de su habitación. Estamos a pocos
—Si no quieres decirme no hay problema —musita después de algunos segundos en los que yo he permanecido en silencio. —Hace algunos años, cuando papá deseaba que alguno de sus hijos siguiese sus pasos en cuanto a la política, decidí darle gusto y estudiar Ciencias Políticas, dado que no me desagradaba, no fue ningún sacrificio para mí. Mi papá estaba feliz y yo también lo era. »Al poco tiempo de iniciar mis estudios conocí a un chico, nos hicimos amigos y con el tiempo nos convertimos en novios. Yo lo amaba demasiado, tanto que estaba segura de que algún día nos casaríamos, además, mis padres lo adoraban, así que era más que bien recibido en mi casa. »Te puedo asegurar que era el novio perfecto y el yerno que cualquier padre desearía. No sé durante cuánto tiempo lo planeo, solo sé que un día, mientras viajaba con el rumbo a la casa de mis padres en Los Hamptons, una docena de camionetas nos cerraron el paso. De ellas se bajaron hombres armados y sin dejar de apuntarnos, rompieron los
Observo el enorme edificio frente a mí y aunque sigo creyendo que la idea de Gianluca es una locura, cruzo el lobby y me acerco a una de las recepcionistas. Como es lógico, no me dejan subir, por lo que llamo directo a Aaron. —¿Dónde estás? —inquiero en cuanto mi hermano responde su móvil. —En mi trabajo, ¿por qué? —pregunta con desconfianza. —Perfecto, entonces diles que me dejen subir. —¿A dónde? ¿Dónde estás? —inquiere en un susurro del otro lado. —A tu piso, estoy en tu trabajo. —¿Qué haces aquí? —Con un demonio Aaron, apresúrate que necesito ir al baño. —Eres como una plaga —se queja, sin embargo, cuando suena el teléfono de la recepcionista escucho como les da la indicación de que me dejen subir, por lo que sonrío satisfecha—. Aquí te espero —me informa antes de cortar la llamada. —Puede subir, señorita. Lo lamento, no sabía que es hermana del señor Lewis. —No se preocupe, a mí me da pena tener que exhibir nuestro parentesco, pero en este momento necesito de él —la rece
—Casandra me informo que saliste esta tarde, ¿a dónde fuiste? —inquiere Alexandros en cuanto cierro la puerta del baño.—¿Ahora debo hacerte una bitácora de a dónde voy? —lo cuestiono, chasqueando la lengua.—No me refería a eso, pero si necesitas que Paolo te lleve, él siempre estará a tu disposición. No quiero que salgas y en caso de llegar a sentirte mal que estés sola.—Consideraré tu propuesta. Respondiendo a tu pregunta fui a ver a un hombre —comento con un leve encogimiento de hombros como restándole importancia al asunto.—¿C-cómo que te fuiste a ver con un hombre? —grita Alexandros mientras permanece sentado en la cama y mirándome molesto a través del espejo.—Como escuchaste fui a encontrarme con un hombre. Que recuerde en nuestro acuerdo nunca mencionaste nada de que no pudiese buscar a otros hombres para satisfacerme.Alexandros lanza un grito de rabia y se levanta de golpe de la cama, antes de que pueda acercarse hasta donde me encuentro, retiro mi albornoz y me quedo en
—¿Qué es eso? ¡¡Ni pienses que me voy a casar contigo!! —ante mis palabras, Alexandros sonríe y cubre su boca con su mano como si estuviese conteniendo una carcajada. —¿Así que para perdonarme quieres que te pida matrimonio? Eso es fácil de solucionar… —¿De dónde sacas semejante disparate? —chillo, cuando lo veo con la intención de ponerse de pie—. No quiero casarme contigo, tú dijiste que estaba a nada de ser tu mujer. —Y es cierto, vivimos juntos, así que sé que lograré mi objetivo en poco tiempo —rebate guiñándome un ojo. —Solo regresé por qué nos obligaste, ¿para qué me pediste venir? —Te cité aquí porque deseo que firmes unos papeles. —¿Acaso me quieres quitar la custodia de mi bebé? —lo cuestiono cuando estira su mano con los documentos que no tome hace un momento. —¿De dónde sacas semejante locura? —Te conozco como eres de peligroso Alexandros, así que no me sorprendería algo como eso. —Vaya, así que por fin está aquí tu mujer Alexandros —nos interrumpe una amable voz p
Reyyan Después de salir de la oficina de Alexandros, me doy una vuelta por gran parte del edificio, saludando a algunos compañeros quienes me felicitan por cómo va mi embarazo y otros tantos me dan su pésame por ser la mujer de Cavalluci, ya que el muy chismoso corrió el rumor, ahora todos saben que vivimos juntos y no dejan de preguntarme si es igual de espeluznante como en la oficina. Con una pequeña sonrisa les confieso que en realidad no es tan malo como creen, dado que es cierto, cuando estamos juntos se la pasa hablándole a nuestro bebé y con lo cual me demuestra que a pesar de nuestras diferencias será un buen padre. Me despido de ellos y luego subo a buscar a Gianluca a su lugar, pero como de costumbre debe de estar platicando con alguien de otro piso. —Señorita Reyyan, ¿qué hace aquí? —inquiere Marcello en cuanto me ve en el pasillo esperando por Gianluca. —Señor De Santis, estoy esperando a Gianluca. —¿A Gianluca? Pensé que había venido por Alexandros. —Alexandros me c