Capítulo 42

Miranda

Entro al enorme edificio con una, también, enorme sonrisa. Muchos de los que me reconocen ya no se extrañan por mi actitud relajada, creo que incluso creen que me hace falta un tornillo. Que tontos son. Es a ellos a quienes les hace falta un tornillo. Viven persiguiendo riquezas y alabanzas que al final no les sirven para apaciguar la tristeza, la soledad o la amargura que aruña sus corazones como un «Freddy Kruger» ocioso y ponzoñoso.

Son hilarantes.

Hi-la-ran-te… Mi palabra del día, definitivamente.

Empuño mis manos emocionadas, expectantes y nerviosas, cuando las puert

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