James
Los tres nos sentamos en la sala luego de que los niños se durmieran y los dejara en su habitación. Saber que Jeanne había sacado a Miranda del apartamento sin mi permiso me molestó, aunque iban bien cuidadas y confío en que la chica tatuada jamás la pondría en peligro innecesariamente. Los dos hombres que las escoltaban me han mantenido informado de cada paso, y mi sorpresa aún no merma al enterarme que estuvo por casi dos horas en una iglesia cristiana. Jeanne no deja de sorprenderme.
Ahora, mientras escucho los diferentes planes que sueltan mi abogado, y al que hasta hoy sería mi cuñado, hablar de cómo podría resolver sin tener que separarme de mi familia, pero donde cada uno de esos caminos no llegan a un buen final. Excepto si envío a algún experto para que se ocupe de ese pr
MirandaEsa sensación de desasosiego aún no me abandona y quiero que se vaya. Es horrible y desesperante. No se ha separado de mí desde que tuvimos esa conversación ayer, como si supiera que necesito aquello para confiar en él, en que no me apartará de su lado y nos abandonará.Realmente no soportaría que otra persona más me dejara. Él menos que nadie.Parpadeo para evitar dejar mis lágrimas caer, que amenazan con severidad mi cordura.Haber escuchado a todas esas personas hablar de sus casos, como buscan ayuda y en quien apoyarse para salir de ese oscuro agujero en el que la vida y las situaciones los han metido. Todos con casos graves y mayores que los míos, con verdaderos traumas dignos de estudios. En espe
MirandaSonrío al escucharla, más que por admirar lo que de tanto orgullo la llena, es ver el orgullo de una luchadora, así mida su éxito con cosas materiales. Tiene mirada de luchadora, como esa actriz de El Diablo Viste a la Moda, con su orgullo siempre en lo más alto. Inalcanzable.Sería divertido llegar a su edad y lograr tener una mirada como esa. Sentirme completa y estar segura de que todo lo que he deseado de la vida lo tengo. No sé cómo se llega allí, pero sé que será divertido descubrirlo. Levantar la cabeza en este momento tan turbio para mi familia será el primer paso, impedir que James cometa alguna locura y ceda a las incitaciones de su padre, o que haga algo de lo que se arrepentirá.—Me han dicho que eres cantante —dice
JamesUn fuerte golpe me despierta y me siento, arrugo la cara y me quejo al escuchar el quejido de la mujer que me vuelve loco. Me vuelvo a acostar y estiro la mano para que sobresalga de la cama y la vea. La toma en pocos segundos y usa mi fuerza para impulsarse a subir a la cama una vez más. No es recurrente que caiga de la cama, pero sí más de lo que se puede cualquiera imaginar, es algo ya tan común que no me extraña. Miranda vuelve a la cama y se mete entre las cobijas, me abraza con fuerza y beso su frente.—¡Los niños! —chilla, y vuelve a salir de la cama, esta vez con intención.La veo meter su cuerpo desnudo en el armario y seguido se escucha su grito adolorido.—Creí que ya habías perdido la torp
JamesNos invitan a la mesa y miro a mi novia, cosa que ella también hace, y sé que está pensando lo mismo que yo. «¿Por qué Isis aún no despierta?».—Yo voy —dice ella, y se va.Siento a Dylan en mis piernas y le entrego la servilleta para que se distraiga un poco. Escucho a todos parlotear, sólo Christopher me distrae cuando se sienta en el lugar de Miranda para decirme que habló con Jeanne sobre las conocidas deudas de Lucio y de Marco, lo único nuevo es que una familia dedicada a las apuestas y cobranzas los busca por cielo y tierra para cobrarles.Son unos idiotas sin conciencia, animados por fastidiar y confiar en una buena suerte que jamás han tenido. MirandaMuevo mis caderas de un lado a otro midiendo la comodidad del vestido, me dificulta un poco el movimiento, pero puedo trabajar con ello. El color blanco suelta destellos alucinantes que me hacen sonreír. Este es el vestido, me encanta. Es casi como el de la película de Cenicienta. Mis ojos centellean de emoción, pero es necesario no dejarse deslumbrar en un tema tan serio y hacerlo pasar por todas las pruebas posibles. Quién sabe si se nos antoje algo de sexo con él puesto. Todas las opciones deben quedar abiertas.Escucho la risa de Richard a mi espalda. Mis mejillas se acaloran un poco. Es incómodo tenerlo aquí observándome probar vestidos de novia y dando sus opiniones, certeras por demás, como si me conociera de toda la vidCapítulo 55
Miranda—Me dio a mí la gran noticia que sería para mi padre. Tendría un hermanito a quien tendría que proteger de todo el que quisiera hacerle daño. Esas palabras tan fervientes se grabaron en mi mente con mucha fuerza y se volvieron el pilar de mi existencia hasta el día de hoy. Como me dijo esa noche antes de besar mi frente y darme las buenas noches: «Los hermanos se aman eternamente».Mis hombros se sacuden sin control y me lanzo a sus brazos. Lo escucho reír, me quita la copa y murmura algo sobre arruinar mi vestido de princesa perfecto. Detrás de él, demasiado cerca de nosotros, tres dependientas y algunas clientas más chillan sin control logrando hacerme reír en medio de mis lágrimas.Richard ríe con más ganas y me
JamesCon mis manos en los bolsillos de mi pantalón observo, desde mi ventana, el ajetreado movimiento en el jardín trasero de la casa de mi abuelo. Las últimas flores coloridas que son puestas en su lugar, las luces que le darán el ambiente íntimo y sobriamente festivo que aseguró la asesora de bodas, las sillas para la fiesta y los últimos encajes en las sillas de los invitados a la ceremonia. Es toda una parafernalia inútil que hace doler mi cabeza, y de la que afortunadamente Richard se ofreció de ocuparse para complacer cada capricho de su hermanita loca que será mi esposa. El problema no es el dinero, el sólo pensar en tener que ocuparme de algo que debe hacer la novia me pone de mal genio. No ha sido una semana fácil y estar alerta de cada movimiento de Lucio y de Marco. Si la dejaba intentar planear nuestra boda nos casaríamos en
JamesInmediatamente se relaja. Escucharla decir todas esas cosas no es algo agradable para mí. Estas dudas con respecto a mi amor por ella las logré yo al cancelar nuestra boda una semana atrás sin consultarle, por mis estúpidos miedos creyendo lo que sería mejor para ella y nuestros bebés. Pero jamás habrá nada mejor para Miranda Veillard, que yo.—Me aburriré de ti cuando seas pobre, se empequeñezca tu pene y dejes de llamarme «Mi Amor».Suelto una gran risa.—Solo tú puedes soltar una estupidez semejante. —También rí