CAPÍTULO 04

La manera que ella tenía de ver la vida era impresionante, era como si no tuviera miedo a morir en cualquier momento.

Hacía las cosas apostando a ganar, arriesgando todo.

Era miércoles por la tarde y estábamos en el comedor, degustando la rica comida "nótese el sarcasmo" que daban en la cafetería cuando por los pasillos corriendo pasó Brian gritando a los cuatro vientos.

— "¡Aisha murió!"

Me atraganté con la pasa que recién había metido en mi boca, Ángel giró los ojos aburrida por mi forma de ser. Los chicos que nos rodeaban se alteraron, unos sollozaban mientras otros comentaban acerca de "lo buena que fue la morena en vida", eran tan falsos los comentarios como las personas que los decían.

Loretta una "amiga" cercana a Aisha, dentro de lo que cabía la palabra amistad para las populares del instituto, que estando presentes se mostraban buena gente y por la espalda se apuñalaban, se arrojó al suelo fingiendo un desmayo.

Sofía, otra de las supuestas amigas gritaba como una desquiciada ¡mi amiga murió! ¡¿Por qué?! ¡Te extraño tanto! echándose al suelo y dándose golpes en el pecho.

Me provocó migraña de tan solo mirar, bufé y miré la sonrisa traviesa que se formaba en la cara de mi amiga. Ay, no, no, no.

—Deberíamos reunirlas a todas en un mismo sitio. —Murmuró, sentí como un escalofríos recorrió mi espina dorsal.

Ángel en serio disfrutaba el dolor ajeno. Pero, ¿por qué?

Terminó de comer y se puso en pie haciendo un ligero movimiento con la cabeza para que la siguiera, la verdad a mí se me había pasado cualquier gana de comer que antes tuviera al escuchar la terrible noticia.

Por más que odiara a Aisha no quería que muriera.

—No pongas esa cara, era obvio que falleciera para estas fechas si el veneno se concentraba en su cuerpo.

Di un respingón y la idea llegó de golpe a mi cabeza, Ángel dijo que se encargaría de rociar los bombones y las flores con veneno pero no pensé que hablara en serio. Tenía ante los ojos a una psicópata que disfrutaba lo que había hecho y no le importaba en absoluto lo que pudieran decir los demás.

—Siéntate, —ordenó.

Como una tonta acaté su orden y me senté a su lado, en ese momento era peor que una perrita siguiendo a su amo luego de haberlo maltratado.

—Sabes lo que hiciste... —chasqueó la lengua, se encorvo un poco y tosió. — La mataste con eso, no debimos hacer nada en un principio, en lo que se enteren iremos a prisión.

—Yo no lo hice, fue Seth. —Río por lo bajo.

Ángel se veía realmente mal, para lo hermosa que ella era... claro porque de igual forma la seguían viendo linda.

Su piel estaba un poco más pálida, tenía ojeras y al cabello le faltaba un poco de brillo. Los labios resecos y delgada, no parecía estar bien para mí la chica que se había vuelto su mejor amiga con los años.

—¿Te sientes bien?— indagué con miedo a que soltará una de sus frases sarcásticas.

—Sí, Britt... Solo tengo una gripa de mala muerte que pronto se me va a quitar.

Ah, es eso.

La castaña no era muy resistente a las enfermedades virales, cada que pescaba un resfriado o una tos caía en cama por días. Siempre debía ir a verla cuando salía de clases, llevando galletas y helado que mamá compraba.

—Deberías volver a casa hasta que mejores— negó con una expresión cansada y tomó asiento en uno de los puestos libres del salón.

—Estaré bien mientras no se lo digas a tu mamá o a la mía— me arrojó una de sus miradas fulminante, porque una vez cayó desmayada en la cancha de futbol y salí corriendo a decirle a nuestros familiares para que la socorrieran.

Al final en cuanto despertó se molestó tanto que no quiso hablar conmigo por semanas. Por suerte no guarda tanto resentimiento dentro de su frágil cuerpo, y delicada mente.

El salón de clases se empezó a llenar al sonar el timbre y el profesor de matemáticas entró furioso.

—Saquen una hoja, lápiz y borrador tienen un examen sorpresa hoy.

Los abucheos no tardaron en llegar pero con una sola mirada los chicos callaban y hacían caso. No tenía ni una de idea de lo que estaba escrito en la pizarra, tampoco lo que suponía debí responder y menos lo que molestaba tanto al viejo gruñón.

Ángel dio una mirada de soslayo en mi dirección murmurando un "viejo amargado", reí por lo bajo y seguí jugando a adivinar cuál era la respuestas. Faltaba poco para que terminara la hora cuando por la puerta entró el director con la mamá de Aisha.

Ay, Dios mío.

La garganta se me secó de repente y tosí frenética. Ángel sonrío al profesor en cuanto mencionó que debía ser atendida por la enfermera.

—Yo la acompaño —Comprendí que sin querer hice una buena jugada para escapar de lo que sea que se aproximaba.

—Bien, llévela y vuelva pronto.

Asintió y colocó uno de sus brazos sobre mis hombros, actuando perfectamente como si de verdad me sintiera enferma.

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