EstebanNo es raro ver a Carlos irse tan temprano a la oficina un fin de semana, ni la mirada agria de mi madre al verme llegar tarde a la hora del desayuno. Para ser sincero, esta vez fue a propósito; perdí unas horas revisando el teléfono intentando distraerme.—Creí que nuevamente habías amanecido en alguna de esas casas de placer —dice mamá al verme llegar.—Lo hice, pero llegué temprano. —Sonrío sarcásticamente.—¿Consideras gracioso tu comportamiento? —expresa con seriedad.—Supongo que no me queda de otra más que inventar excusas para justificar mis tardanzas.—No deberías hacerlo, con dormirte temprano basta.—¿Quieres que sea un esclavo del trabajo como Carlos?—Es un ejemplo a seguir. Tienes potencial y lo desperdicias. ¿Qué diría tu padre en estos momentos?—Que viva la vida y me deje llevar por el destino, y es lo que hago.—Pues parece que tu destino quiere verte eternamente fracasado.—Al ser futuro esposo de Milena Montoya, pensé que era suficiente para ti.—No basta co
Terminamos de almorzar y regresamos a casa. Los planes seguían en marcha, solo que en un escenario diferente. Unas horas más tarde, disfrutábamos del sol en la alberca y Fernanda jugaba libre en el patio con una de las empleadas. Con buena música, unas bebidas heladas y el agua fresca de la piscina, parecíamos estar en un paraíso, hasta que el demonio apareció; Milena. Esa mujer tiene un radar para encontrarme o simplemente fue mi madre quien le dijo que estaría en casa solo.—Hola, Darling— se posa frente a nosotros con su diminuto traje de baño.—Hola, Milena— digo con pesar— Que manera de echarme perder la tarde, ¿No tienes nada que hacer en otro lugar?—A mí también me alegra verte, te eché mucho de menos, mi cielo— ingresa a la piscina.Roger se mantenía inmóvil, creo que ver demasiada carne expuesta le estaba produciendo un infarto.—¿Qué tanto me miras inútil? — le truena los dedos en frente— ve y tráeme un té helado, pero de volada.—Roger no es tu criado para que le hables as
Abandono la habitación en busca de Roger. Cuando llego a la alberca, lo veo poniéndole bronceador a Milena.—Necesito que me acompañes— le digo a mi amigo, quien me mira sorprendido.—¿A dónde vamos?—Te lo explico en el camino. Ve a vestirte.—Está bien, no tardo— Se va corriendo.—La próxima vez, trae a tus propios empleados o amiguitos de turno. Roger no es parte del servicio— le advierto mientras ella sonríe.—Te comportas como un niño envidioso que no quiere compartir sus juguetes.—Ten cuidado con las comparaciones, Roger es mi amigo.—Los niños consentidos tienen de amigos a sus mejores juguetes — sonríe.—Voy a hacer de cuenta que no oí nada.—¿A dónde vas?—A resolver un pendiente.—¿Puedo acompañarte?—No.—Con mucha más razón, voy a ir.—Si quieres ir, irás en tu propio auto. Tengo algo de prisa y tú para vestirte demoras años.—Mejor te esperaré aquí, para la cena.—Haz lo que quieras —me retiro.Llego a la sala y veo a Fernanda jugar con sus muñecas. Se acerca muy emocion
Carlos ya había allanado el camino con esmero, y tras una pequeña charla, escuché atentamente las opciones para las clases virtuales que me permitirían nivelarme rápidamente y graduarme ese mismo año.— Bueno, Esteban, eso es todo. Pero sabes que todo depende de tu esfuerzo. No desperdicies esta oportunidad —dijo Cayetano con un tono serio y paternal.— ¿Por qué todos me dicen lo mismo? —pregunté, un tanto frustrado.— Quizá porque en los últimos años no te has enfocado en el camino correcto, el que tu padre deseaba para ti —respondió con un dejo de melancolía en su voz.— Lo sé, tío. Por eso quiero terminar la carrera lo antes posible —dije, intentando mostrar mi determinación.— Me parece muy bien. Te quiero aquí el lunes a las nueve de la mañana para presentarte al grupo —dijo, con una sonrisa de aprobación.— Aquí estaré, tío.— Cuídate y deja de preocuparte por hacer feliz a todos. Sé tú mismo.— Es lo que intento —respondí, aunque en el fondo sabía que aún tenía mucho por aprend
MILENADespués de que Esteban se marchó, llamé a Jorge Alonso, mi mejor amigo, para que viniera a hacerme compañía. Casi media hora después, apareció con su short ajustado, mostrando ese cuerpo atlético que siempre me ha parecido irresistible. Es mi confidente, mi apoyo incondicional, y a pesar de la tentación que representa su presencia, sé que puedo confiar en él para escucharme y aconsejarme.—Hola, mi reina, mi diosa, mi princesa. ¿Cómo estás? —dice con su voz dulce y reconfortante.—De maravilla —respondo, tratando de mantener el ánimo a flote a pesar del dolor.—Eso se nota a simple vista, mi muñeca. Pero mírate, esta tarde estás radiante como siempre. ¿Dónde compraste ese bikini? Te envidio, con ese cuerpazo hasta la frialdad de Esteban se derrite.—Ni lo menciones, cariño —digo, sintiendo una punzada de molestia al recordar a Esteban.—¿Qué te hizo ahora ese miserable? No me digas que se atrevió a despreciarte.—Ni siquiera me miró.—No, eso es terrible, ese hombre está loco.
EstebanCuando regresamos a casa, Milena ya no estaba. Beatriz nos informó que se marchó hace media hora con su amigo Jorge, luego de que mi pequeña ratona ensuciara su vestido con chocolate y le pegara un chicle en su cabello. Unas pequeñas travesuras que le dieron como premio una rica pizza de triple queso.—La mejor pizza que he probado —manifiesta Roger con la boca llena—. Aunque lo mejor es la película, nunca pensé que me gustaran tanto las películas animadas. Son realmente bonitas y sensibles, creo que voy a llorar.—Yo te daré amor, tío Roger—pronuncia Fernanda.—Gracias, princesa —responde abrazándola, conmovido por su ternura.A las ocho, mi princesa quiso ir a la cama y, por supuesto, me preguntó si su padre llegaría para darle el beso de buenas noches.—Papá tiene trabajo extra que hacer —miento, pues sé que aún no acepta que su padre busque una nueva madre—. Hoy llegará tarde y, como verás, solo este caballero te llevará a resguardar a tu castillo para velar tu sueño.—¿P
JennyLos nervios siguen aumentando, quizás porque no estoy segura de continuar con esta farsa. Carlos no merece que le mienta, prolongando un romance que nunca podrá ser. Me odio por pretender engañarme con un falso amor. Intentar borrar un recuerdo tan poderoso como el de Esteban es casi imposible. Lo único que lograré es lastimarlo.—Carlos no tarda en llegar, ¿ya estás lista? —pregunta Amelia al aparecer por la puerta para recordarme la llegada de ese adorable príncipe.—Creo que sí —respondo con melancolía.—Todavía estás a tiempo de poner fin a esta mentira, amiga. Sé que Esteban se equivocó, pero no era necesario llegar a esto —me dice con comprensión.—Es que no lo busqué, simplemente sucedió. No pude decirle que no. Las cosas fueron evolucionando y sin darme cuenta, estaba aceptando ser su prometida.—¡Eh, mírame! —se agacha frente a mí y toma mis manos— Te conozco bien. Sé que no quisiste hacerlo, pero debes ponerle fin ahora que estás a tiempo. No dejes que se enamore más d
No me siento capaz de romper su corazón. Es tan lindo y tierno, y estoy a punto de convertirme en un monstruo. Algunas risas acompañaron nuestra salida al auto. Abrió la puerta delantera.“Ya valió madre”Durante el viaje intercambiamos algunas ideas y hasta sonreímos, pero no puedo prestar atención a nada de lo que dice, pues su voz sensual y tan masculina atraviesa mis sentidos y parece desnudarme. Definitivamente, no lo noté en la isla. ¿Siempre ha sido así? Con esa dulce mirada que parece acariciar mi cuerpo y no me siento incómoda. Tal vez solo un poco estúpida por no querer seguir mi camino a su lado y abandonarlo por quedarme sola, porque Esteban va a casarse con Milena.El tiempo pasa rápido, poco después detiene el auto y quedamos frente a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, por no decir uno de los más caros: El Cielo. Se baja del auto para ayudarme a bajar y luego de cerrar la puerta, vuelve a ofrecerme su brazo para entrar. No puede evitar sobresaltarse; el