Abandono la habitación en busca de Roger. Cuando llego a la alberca, lo veo poniéndole bronceador a Milena.—Necesito que me acompañes— le digo a mi amigo, quien me mira sorprendido.—¿A dónde vamos?—Te lo explico en el camino. Ve a vestirte.—Está bien, no tardo— Se va corriendo.—La próxima vez, trae a tus propios empleados o amiguitos de turno. Roger no es parte del servicio— le advierto mientras ella sonríe.—Te comportas como un niño envidioso que no quiere compartir sus juguetes.—Ten cuidado con las comparaciones, Roger es mi amigo.—Los niños consentidos tienen de amigos a sus mejores juguetes — sonríe.—Voy a hacer de cuenta que no oí nada.—¿A dónde vas?—A resolver un pendiente.—¿Puedo acompañarte?—No.—Con mucha más razón, voy a ir.—Si quieres ir, irás en tu propio auto. Tengo algo de prisa y tú para vestirte demoras años.—Mejor te esperaré aquí, para la cena.—Haz lo que quieras —me retiro.Llego a la sala y veo a Fernanda jugar con sus muñecas. Se acerca muy emocion
Carlos ya había allanado el camino con esmero, y tras una pequeña charla, escuché atentamente las opciones para las clases virtuales que me permitirían nivelarme rápidamente y graduarme ese mismo año.— Bueno, Esteban, eso es todo. Pero sabes que todo depende de tu esfuerzo. No desperdicies esta oportunidad —dijo Cayetano con un tono serio y paternal.— ¿Por qué todos me dicen lo mismo? —pregunté, un tanto frustrado.— Quizá porque en los últimos años no te has enfocado en el camino correcto, el que tu padre deseaba para ti —respondió con un dejo de melancolía en su voz.— Lo sé, tío. Por eso quiero terminar la carrera lo antes posible —dije, intentando mostrar mi determinación.— Me parece muy bien. Te quiero aquí el lunes a las nueve de la mañana para presentarte al grupo —dijo, con una sonrisa de aprobación.— Aquí estaré, tío.— Cuídate y deja de preocuparte por hacer feliz a todos. Sé tú mismo.— Es lo que intento —respondí, aunque en el fondo sabía que aún tenía mucho por aprend
MILENADespués de que Esteban se marchó, llamé a Jorge Alonso, mi mejor amigo, para que viniera a hacerme compañía. Casi media hora después, apareció con su short ajustado, mostrando ese cuerpo atlético que siempre me ha parecido irresistible. Es mi confidente, mi apoyo incondicional, y a pesar de la tentación que representa su presencia, sé que puedo confiar en él para escucharme y aconsejarme.—Hola, mi reina, mi diosa, mi princesa. ¿Cómo estás? —dice con su voz dulce y reconfortante.—De maravilla —respondo, tratando de mantener el ánimo a flote a pesar del dolor.—Eso se nota a simple vista, mi muñeca. Pero mírate, esta tarde estás radiante como siempre. ¿Dónde compraste ese bikini? Te envidio, con ese cuerpazo hasta la frialdad de Esteban se derrite.—Ni lo menciones, cariño —digo, sintiendo una punzada de molestia al recordar a Esteban.—¿Qué te hizo ahora ese miserable? No me digas que se atrevió a despreciarte.—Ni siquiera me miró.—No, eso es terrible, ese hombre está loco.
EstebanCuando regresamos a casa, Milena ya no estaba. Beatriz nos informó que se marchó hace media hora con su amigo Jorge, luego de que mi pequeña ratona ensuciara su vestido con chocolate y le pegara un chicle en su cabello. Unas pequeñas travesuras que le dieron como premio una rica pizza de triple queso.—La mejor pizza que he probado —manifiesta Roger con la boca llena—. Aunque lo mejor es la película, nunca pensé que me gustaran tanto las películas animadas. Son realmente bonitas y sensibles, creo que voy a llorar.—Yo te daré amor, tío Roger—pronuncia Fernanda.—Gracias, princesa —responde abrazándola, conmovido por su ternura.A las ocho, mi princesa quiso ir a la cama y, por supuesto, me preguntó si su padre llegaría para darle el beso de buenas noches.—Papá tiene trabajo extra que hacer —miento, pues sé que aún no acepta que su padre busque una nueva madre—. Hoy llegará tarde y, como verás, solo este caballero te llevará a resguardar a tu castillo para velar tu sueño.—¿P
JennyLos nervios siguen aumentando, quizás porque no estoy segura de continuar con esta farsa. Carlos no merece que le mienta, prolongando un romance que nunca podrá ser. Me odio por pretender engañarme con un falso amor. Intentar borrar un recuerdo tan poderoso como el de Esteban es casi imposible. Lo único que lograré es lastimarlo.—Carlos no tarda en llegar, ¿ya estás lista? —pregunta Amelia al aparecer por la puerta para recordarme la llegada de ese adorable príncipe.—Creo que sí —respondo con melancolía.—Todavía estás a tiempo de poner fin a esta mentira, amiga. Sé que Esteban se equivocó, pero no era necesario llegar a esto —me dice con comprensión.—Es que no lo busqué, simplemente sucedió. No pude decirle que no. Las cosas fueron evolucionando y sin darme cuenta, estaba aceptando ser su prometida.—¡Eh, mírame! —se agacha frente a mí y toma mis manos— Te conozco bien. Sé que no quisiste hacerlo, pero debes ponerle fin ahora que estás a tiempo. No dejes que se enamore más d
No me siento capaz de romper su corazón. Es tan lindo y tierno, y estoy a punto de convertirme en un monstruo. Algunas risas acompañaron nuestra salida al auto. Abrió la puerta delantera.“Ya valió madre”Durante el viaje intercambiamos algunas ideas y hasta sonreímos, pero no puedo prestar atención a nada de lo que dice, pues su voz sensual y tan masculina atraviesa mis sentidos y parece desnudarme. Definitivamente, no lo noté en la isla. ¿Siempre ha sido así? Con esa dulce mirada que parece acariciar mi cuerpo y no me siento incómoda. Tal vez solo un poco estúpida por no querer seguir mi camino a su lado y abandonarlo por quedarme sola, porque Esteban va a casarse con Milena.El tiempo pasa rápido, poco después detiene el auto y quedamos frente a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, por no decir uno de los más caros: El Cielo. Se baja del auto para ayudarme a bajar y luego de cerrar la puerta, vuelve a ofrecerme su brazo para entrar. No puede evitar sobresaltarse; el
Cuando escucho a Carlos llamarme, ignoro su llamado y continuo caminando, hasta que me toma del brazo. Me había alcanzado corriendo.—¿A dónde vas? — interroga, preocupado.—A casa —respondo sin mirarlo.—No quiero que te vayas sola. Yo te llevo— me dice Carlos, preocupado.—Carlos… —retiro el anillo de mi dedo, sin mirarlo—, lo siento —ahora lo miro, tomo su mano y dejo el anillo en su palma, cerrándola—, no quise salir huyendo, pero no encontré otra manera de decirte que esto es un error.—¿Por qué?—Porque no va a funcionar, tengo miedo de hacerte daño. No quiero que sufras más de lo que ya lo has hecho. No estoy lista…—No siempre hay que estar huyendo de las oportunidades que nos da la vida. Una puerta se cierra y otra se abre, pero si permanecemos mirando adentro, podemos perdernos de la luz que hay detrás. Déjame enseñarte el camino —vuelve a colocar el anillo en mi dedo—. Prometo que nunca vas a arrepentirte de tomar mi mano. Cierra la puerta del ayer, deja que el dolor se ale
CarlosLlego a casa muy feliz, sin percatarme del gran silencio que reina en el ambiente. Ya pasaban las diez de la noche y Fernanda, seguramente, estaba dormida. Subo hasta su habitación para dejarle un beso de buenas noches y arroparla.Al entrar, descubro a Esteban dormido junto a ella, con el libro de cuentos en el pecho. Le doy unos toques con suavidad para despertarlo. Abre los ojos y se sorprende.—¡Uy, lo siento! — susurra somnoliento antes de levantarse con cuidado. —Supongo que me quedé dormido al final del cuento.—A medio cuento ya te estás durmiendo, nunca has sido un gran lector.—Es la verdad— sale de la habitación.Me acerco a la cama para acomodar a Fernanda y tras dejarle un beso en la frente, abandono la recámara en silencio.— ¿Cómo te fue? —Pregunta de inmediato mi hermano.—Supongo que bien.—¿Pasó algo?—¿Mamá ya regresó? — pregunta, mirando inquieto hacia su habitación.—No sabría decirte, hasta antes de dormirme no la oí llegar.—Entiendo. Acompáñame.Bajamos