Los dos capítulos de hoy no podían faltar. Tuve cosas por hacer, pero no les dejaría sin actualización.
Lincoln tosió recuperando la capacidad para respirar, mientras Harper colocó la mano en su cintura, con una sonrisa satisfecha al ver la cara desfigurada y los brazos desgarrados de Lacey. Aún recordaba cuándo estuvo en ese lugar, las mordidas feroces, la sangre que emanó de su lucha y el dolor que la redujo a una chiquilla de dieciséis, contra un perro que la hacía caer a cada paso. Todo por celos, por su cercanía con Ken, aunque ninguno de ellos había visto al otro de otra manera. Alaric fue el único que intervino, pese a haber la seguridad con la que siempre cargaba y Lacey veía sin ningún remordimiento, pero ahora la espectadora era ella. Verla arrastrarse en medio del llanto y huir a duras penas fue un deleite. Sobre todo después de saber que había pagado para que arruinaran una de las cosas que más amaba. Los gritos de Adelaide fueron más fuertes, los intentos de mediar de Dorian subieron de tono y Lincoln veía los destrozos con el terror inundando sus ojos, mientras Mateo so
—¿Me verás así toda la mañana?— increpó el mafioso al ver a Harper comer sin apartar los ojos de él. —¿Es normal que no duermas toda la noche?— respondió con otra pregunta, a lo que Mateo soltó el cubierto. —Hay noches que requieren más trabajo que otras— podía dejarla con la duda, aún así continuó. —¿Me extrañaste en la cama? —Huele a tí— confesó ella apartando la vista. —Es molesto. —Lástima que no puedas desaparecer eso, —Harper tomó la misma pose.—Puedo, mi vida— extendió sus labios. —Pero no pienso quedarme toda la vida en ese lugar. —¿Eso te tranquiliza?— Mateo comenzó a girar la argolla en su dedo. —Tal vez llegue a ofrecer darle todo el apoyo económico y en armamento que Lorcan necesita, pidiéndote a cambio. Harper alzó la ceja.—¿Tan aferrado a mí estás?— preguntó con sarcasmo.—No tienes idea— respondió el mafioso de forma irónica. Volvió a tomar el tenedor para seguir comiendo, en tanto Harper tenía los ojos fijos en él. La arrogancia intrincada en cada gesto de su
Mientras Mateo elegía las pruebas que realizaría el día siguiente en Aegis, Harper; en la habitación veía un ensayo de los días anteriores que Minda le envió. Con una bitácora en la mesa y un bolígrafo se dispuso a crear una rutina, en base a lo que veía. Ambos haciendo lo que más les gustaba perdían horarios, volviendo a su realidad sólo para alimentar a los animales que los acompañaban. Harper, al llegar la noche recordó que no había cenado y el medicamento que tomó requería esa estricta regla, por lo que salió del dormitorio. —Su cena— dijo la mujer que llevaba una bandeja extensa. —Yo no pedí nada. —Hay instrucciones— reveló yendo a la mesa donde comenzó a acomodar todo. —¿Quién?— consultó. —Del señor— aclaró su voz. —Reglas para la casa, horarios de comida si hay alguien aquí. Salió a paso ligero, luego de preguntar si necesitaba algo más. Harper no le dio importancia y comió tranquila, mientras seguía viendo las rutinas que ahora le hacían recordar cada uno de esos d
Mateo pasó los días siguientes viendo a su adicción de lejos, enviando a sus empleados a recordarle que debía tener cuidado en todo, pues Harper no comprendía que de ella dependía…tanto. Lejos estaba segura, porque si antes la tocaba con ganas, el enfermizo deseo que ahora tenía era casi horripilante. La abstinencia golpeaba duro y la codicia sólo le sumaba peso. Nadie querría algo cómo eso sobre sí. Se ocupó en múltiples tareas durante la semana en la que evitó a toda costa volver por las noches. Aunque no siempre funcionaba. Ambos lo sabían y disimulaban saber lo que el otro hacía. Desayunos en silencio…juntos. Extrañamente se estaban acostumbrando a ellos. ¡¿No podía su cabeza entenderlo?! No tenían que acercarse más. Las miradas se conectaban, las respiraciones se atraían y cada vez que se encontraban, la habitación parecía encogerse. Poner distancia les costaba cada vez más. Dolía la distancia, pero los haría estallar si caían. —Vas muy bien, Exquisito mal— elogió el m
Harper se encontraba tras bambalinas, ajustando cuidadosamente su elegante disfraz de La bruja Carabosse. La expectación en el aire se volvía más espeso, y cada uno de los participantes sentía la presión de las semifinales. Con movimientos calculados y gráciles, Harper se aseguraba de que cada detalle de su atuendo estuviera en su lugar. Su mirada era serena, pero sus ojos destellaban con una mezcla de determinación implacable y nerviosismo limitante. —Todos brillan, pero tú hechizas— Fannie palmeó su hombro. —Estás espectacular, piensa en qué hasta respirar se ve igual. La pelirroja tomó una bocanada de aire y asintió, volviéndose hacia lo que pasaba detrás suyo. Las luces del escenario proyectaban sombras alargadas, y el eco de la música resonaba, mientras Fauna realizaba su coreografía individual. Una bailarina muy elogiada por su extensa experiencia y habilidad para brillar en cualquier papel. Entre pirouette y ágiles saltos, tenía a todos expectantes. Phiama disfrutaba esa
Harper.Era peligroso sólo desearlo. Era desatar una condena pensarlo. Una sentencia caía sobre quién lo tocara y un infierno se encendía con ceder en sus manos. Las arremetidas deliciosas me rompían las cuerdas vocales, el hombre sobre mí sostenía mis manos con fuerza arriba de mi cabeza, mientras sus caderas se ondeaban contra mi entrepierna, estrellándose con la fuerza de una colisión indetenible. Su respiración rugía contra mi cuello, sus labios atacaban los míos sin un gramo de consideración y aunque dolía cómo nunca, resistía la voracidad de lo que me daba, porque me hacía perder la lucidez, la realidad dejaba de importar y mi cuerpo dolía por algo diferente y delicioso.Deslizó mis manos hacia mi cabeza, atrapando mi cabello con la misma mano, sin soltarme. Con su mano libre separó aún más mis piernas, clavando su longitud tan salvaje que sentí el desgarro, cómo si fuera la primera vez. Aún así no quise que se detuviera. —Por favor— pedí sobre su boca y él me liberó. Mis man
—¿Eso lo ves como una obligación?— consultó el hombre rubio que veía todo mediante imágenes, las cuáles habían logrado capturar desde la distancia. En ellas se veía claramente cuándo Harper y Mateo estaban saliendo del auditorio, juntos y muy cercanos. —No lo es, lo supe desde hace meses, pero la muy perra perderá eso también— contestó Yara, acariciando su brazo. —Podrías matarlos a los dos y te lo agradecería mucho. —Él no me interesa— le entregó el Macbook a la única de sus hermanas que le quedaba. —Que la disfrute. Padre la recuperará y dentro de poco será lo que se acordó hace años. Nada. —Pero él también… El hacha en su mano golpeó el objetivo al separar el brazo completo de su dueño. El grito erizó a Yara y ver toda la sangre correr por las manos de Valente Bohemond era escalofriante. Esa era la orden para cerrar la boca. Su hermano levantó la articulación que había cortado, lanzándola al fuego, para acariciar la siguiente con el filo del metal que hizo llorar al hombre
Si algo sabía Lorcan era lo difícil que fue encontrar personas confiables que cuidaran material del estilo que sus contactos tenían. Justo por esa razón no tenía manera de dar con ellos al viajar a sus respectivas ciudades. Lo que detestaba era la idea de perder el control sobre alguien que le había dejado tanto. Harper fue y seguiría siendo el seguro de que Rowena iba a arrepentirse por haberlo convertido en una burla. Era una maldit@ drogadicta que lo buscaba sólo cuando necesitaba de él, pero no fue capaz de… La tuvo para él. Jamás había sentido algo por nadie y la primera vez que se lo permitió, tuvo que ser de alguien tan podrida, cómo lo era la Duquesa. Una mujer hermosa, con los rasgos perfectos y una sonrisa encantadora. Pero detrás de esa imagen tan única se encontraba una dependiente de sustancias alucinógenas. Rowena Bonnieville enviudó por la pelea que tuvo con su esposo, fue ella quién lo asesinó al escapar. Fue él quién cubrió ese asesinato. Su relación comenzó debido