Anthony se dedicó a la búsqueda por su cuenta, de una manera más centrada en la información que había pedido. —Realmente hay pocos lugares en los que se puede decir que los Bohemond no estén presentes, aún cuándo se trata de algo mínimo, como una casa, una empresa, hasta dominar una zona completa de edificios— Hermes leía el mapa que había logrado armar con todas las posesiones de los Bohemond. —Portugal es solo el inicio. Heredó territorio Croata por parte de su madre. Quién, en su cargo como única esposa con hijos de Lorcan, ayudó a su esposo a coleccionar una vasta cantidad de inversiones. Mateo dijo, cuándo decidió casarse, que eliminar a los Bohemond era una misión difícil. —Si es un lugar en donde no hay nada que les pertenezca, el norte es donde podemos empezar— indicó Anthony, pues estaba al tanto de que las uniones de clanes en esos países eran una total fuerza impenetrable para muchos. —Dile a todos que detengan las operaciones. El clan cayó. La simple y sencilla o
—Hace mucho frío— musitó Harper con el tiritar de su cuerpo siendo incontrolable. Winifred masajeó sus brazos tratando de darle alivio, pero no aminoraba. Parecía tener fiebre, aunque no era así. Su cuerpo temblaba, mientras no entendía de dónde surgía tal cosa, pues la temperatura había sido ajustada. Sus ojos estaban entreabiertos, aunque su mente tenía el rostro de una sola persona en ese instante. Siendo correspondida de la misma manera por dicho sujeto. Ya que, aún cuándo Mateo no encontraba la manera de salir del sitio en donde se hallaba, rendirse no estaba en su vocabulario. Las olas violentas del mar lo tenían con las manos moviéndose inestables, sus zapatos no le servirían de mucho, pues lo que debía tener la habilidad necesaria para escapar de la red que se había formado. Un helicóptero rondaba por esa zona, algunas embarcaciones pequeñas se movían también y él, con heridas en todo el cuerpo, se mantenía en su determinación de salir de ese lugar. Nadó aún con sus fuerza
Mateo, sin embargo, plantaba su pie en la arena, su cabello mojado se pegaba a su frente, mientras su mano seguía en su costado, su espalda se sentía, aún así no se detuvo al ver el muelle, en el cuál caminó sin llamar la atención. Nadie le prestaría su interés a alguien que se mezcló entre ellos. Todos simplemente estaba preocupados al ver helicópteros rondando el lugar, aún amaneciendo, no dejaban de buscarlo y sabía que iban a continuar.No podía estar a la vista. —A esta hora no será fácil que el comisario te atienda—, le mencionó Gunnar recogiendo la red. —Pero puedes esperar afuera de la comisaría. Quién dice que no tengas suerte. Si un turista se pierde le da más prioridad. Mateo observó a todos lados, mientras decidía que ruta tomar. No era idiota para creer que había dejado en enviar perros de caza, cómo los llamaba el sin cerebro que lo tuvo cautivo todos esos días. —¿Qué habrá sucedido?— preguntó el pescador ante todo el alboroto que se escuchaba aproximarse a ellos. Mat
El mafioso se quedó en el muelle, adoptando la apariencia de un turista despreocupado hasta que la noche se adueñó del lugar. Con la calma de quien conoce el terreno, saboreó fruta en rodajas, observando a lo lejos cómo un grupo de sujetos discutía en voz baja sobre el inminente inicio del viaje en el barco destinado para ese embarque. Con su conocimiento sobre los procesos creó una distracción; empujó una caja de producto hacia el agua, creando un alboroto inesperado que capturó la atención de todos.Ninguno se esperaría que mientras la tripulación se dispersaba para recuperar el objeto caído, él se deslizaba a bordo sin ser notado. Absorto en su plan, avanzó por un pasillo estrecho y oscuro, cuyos muros descascarados y tuberías oxidadas apenas dejaban entrever la humedad acumulada. Cada paso era un acto calculado de sigilo, consciente de que cualquier movimiento en falso podría alertar a la policía y, en consecuencia, a Valente.El pasillo lo condujo a una red de corredores interco
—He estado pensando en algo— exclamó la inglesa siendo firme en su voz, aunque tambaleaba su cordura. —Valente me repitió muchas veces sobre pensar igual y hacer algunas cosas similares. —¿Se supone que debes saber a qué se refiere?— ella lo miró por un segundo. —¿Cómo se conocieron? —Me arrastró a la habitación de mi abuelo para matarlo— Anthony aclaró su voz. —Dijo que perdería todo. Y siento que no se refería sólo a mi familia. Porque según él, pienso de la misma forma que él. Anthony largó un suspiro pesado. Evocó a su padre repetir que Keyla casi nunca fue de su agrado. Su abuelo repetía que Sara, en alguna época de su vida, no le agradaba. Aunque la diferencia estaba en que ninguna de ellas trató de asesinar a sus maridos, ni conspiraron contra la familia completa. Aquel pensamiento le causaba una pequeña chispa de ira, porque sabía que el daño que una sola mujer podía causar a su familia, en especial una tan dispuesta a hacer lo impensable, no solo ponía en peligro a su s
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo
El mundo de Harper se tambaleó. ¿Casarse con el asesino de su esposo? La idea era repugnante, pero antes de que pudiera protestar, su suegro continuó. —Como comprenderás, no puedo arriesgarme a que vuelva a atacarnos —suspiró vertiendo un poco de su licor en un vaso—. Tú ya entiendes este tipo de negocios y eres en quien más puedo confiar para que haga bien su trabajo. Salvarnos. Su hipocresía no tenía fin. —Tienes hijas —le hizo ver cuando recuperó el habla. —Seré sincero —Lorcan se sentó cruzando una pierna sobre la otra—. Sabes la fama que esa familia se carga. La prueba está en que vino a matar a mi hijo a su casa, mientras dormías y no te diste cuenta de que lo hizo —dejó caer su barbilla sobre sus dedos con amargura, también presente en sus ojos—. No quiero a alguien así en mi familia. Tu padre no me llevará la contraria, durante los seis meses que dure esto, porque desde que firmaste tu matrimonio con Orvyn por la razón que sabemos, eres de mi propiedad, ¿tu mente capt
—¿Te lo dijo? —cuestionó su nana al verla con las manos enguantadas aferradas a la cómoda. Harper asintió solamente. —¿Le pedirás ayuda a tu padre? —No moverá un sólo dedo— lanzó su cabellera a su espalda. —Debo casarme con ese…asesino. Decirle asesino a alguien cuando esa marca la llevaba también era hipócrita. Pero lo suyo no se comparaba a ir a la habitación de alguien por la noche a acabar con su vida y aún presumir el hecho. Lo suyo fue accidental y sus manos recibieron castigo por haberlo causado. No sucedía lo mismo con el asesino de su marido y su salvación. —Mi niña, el mundo no siempre es justo, pero tú tienes la fuerza para cambiar tu destino— susurró Winifred, su nana acariciando su cabellera rojiza, para brindar consuelo. —¿Cómo puedo cambiar algo que ya está decidido? —dijo forzándose a no flaquear. —No soy más que una sombra en esta casa, Win. Tenía un poco de importancia con Orvyn vivo, pero ese maldit0 me quitó la única posibilidad de vivir medianamente tranq