Las ramas de los árboles le eran obstáculo a su prisa. Aquel bosque oscuro y sin camino le hacía estragos, puesto que no tenía un espacio libre para cabalgar; aun así, no se detenía. Sin rumbo, con sudor frio en todo el cuerpo y sangre saliendo de su costado, utilizaba la poca energía que le quedaba para escapar. Las ramas le pegaban sin piedad y, gracias a la oscuridad, no sabría cuando ellas chocarían contra su rostro, provocando ardor en sus ojos; sin embargo, cabalgaba a toda prisa con un único pensamiento: salvar su vida.
Las ramas detuvieron su ataque trayendo alivio a su rostro. No sabía si estaba alucinando, pero creyó ver el final del bosque y una luz. Detuvo su andar de repente cuando vio una figura aterradora sosteniendo una pequeña lámpara, a causa de la impresión y la rapidez del detenimiento, el caballo lo tiró al suelo y emprendió la huida. La horrorosa figura se acercó a él, por lo que temió y quiso huir como su traidor compañero, pero no tenía fuerzas; poco a poco la luz menguaba y él perdió el conocimiento.
(...)
El cuerpo era fuerte, por lo que fue difícil cargarlo hasta la pequeña choza. ¿Estaría muerto? Tomó su pulso y se apresuró a acostarlo. Una vez a su disposición, rompió la ensangrentada camisa y, a luz de vela, limpió la herida y paró el sangrado. Alcanzó una de las jarras que estaban en una mesa llena de envases y recipientes con hierbas, sacó de ella un polvo verdoso y cubrió la herida con aquel extraño remedio. Luego de limpiar y aplicar el contenido del envase, vendó la estrecha cintura de aquel desconocido.
Dejándose llevar por la curiosidad, acercó la vela al convaleciente apreciando un rostro joven y atractivo. Sus ojos cerrados mostraban unas negras y gruesas pestañas. Recorrió el rostro del hombre con la mirada, fijando su vista en su menuda y estética nariz, también en sus carnosos y bellos labios. No recordaba haber visto a un hombre tan atractivo y elegante. Su piel era cremosa a pesar de la palidez por la pérdida de sangre. Su cabello negro y sedoso brillaba con la poca luz, estaba desarreglado, aunque era notable que lo mantenía bien cuidado. Siguió alumbrando hasta llegar a su torso, firme y fuerte.
¿Quién era aquel hombre? ¿Un ángel que perdió su rumbo? ¿Algún miembro de la realeza? ¿Por qué estaba herido? ¿Por qué lo abandonó su caballo? Y... ¡Como llegó hasta allá! Demasiadas preguntas sin respuestas. Habría que esperar a que despertase. Pero... ¿Qué haría cuando eso sucediera? Él podría ser peligroso, tal vez un delincuente fugitivo. Meneó su cabeza con algo de temor. Quizás fue asaltado en el camino. Cualquier cosa que haya pasado le podría afectar, ya que era obvio que ese extraño no era una persona común y corriente. Su ropa era finísima y el reloj, un anillo en su mano derecha y la gruesa cadena en su cuello eran de oro puro.
(...)
Los rayos del sol que se colaban por los agujeros atacaron sus ojos hasta disipar su sueño. Su expresión era de espanto y confusión, ¿dónde estaba? Un dolor en el costado le recordó que había sido apuñalado en el camino. Bajó su mirada a su abdomen y agrandó los ojos al notar que estaba vendado y su pecho al descubierto.
Escaneó el lugar con su mirada y arrugó el rostro al percatarse lo demacrada que estaba aquel intento de choza. No podía negar la pulcritud y orden de su dueño, pero cualquier brisa se llevaría la casita por los aires.
«¡Qué mal constructor!», pensó con diversión.
Al parecer, su salvador era una persona de muy bajos recursos, para estar viviendo en esas condiciones tan precarias. La "cama" era un montón de pajas amarradas con telas, y sobre esta yacía una enorme sábana blanca con un delicioso aroma a flores. Una colcha marrón estaba sobre sus piernas y frente a él había una larga madera sobre una roca, simulando una mesita. Encima de esta había un plato hondo con un caldo que solo tenía vegetales y, junto a este, se encontraba una taza con lo que él supuso era té. Le llamó la atención el pequeño mantel que cubría la madera, dándole una apariencia menos pobre y tosca. La única ventana de la choza estaba cerrada y bajo esta había una mesita de madera que cojeaba con diferentes jarras, tazones con polvos raros y una canasta llena de hierbas. En medio de todo el brebaje, se erguía una vela dentro de lo que parecía ser una lámpara de vidrio.
Su estómago gruñó y él miró el caldo con recelo. La persona que lo rescató debió dejarlo allí para él, pero... ¿Debería ingerir alimento que preparó un extraño? Su estómago volvió a gruñir con dolor y pensó que no era momento de ser quisquilloso o desconfiado, de todas formas, esa persona salvó su vida.
Suspiró satisfecho y con un poco de alegría pese a su circunstancia, pues tanto el caldo como el té estaban deliciosos; y, terminarlo todo, lo había reconfortado.
Había algo en aquel misterioso lugar que le daba tranquilidad y una sensación de bienestar. De repente, la paz que lo acomodaba a otra sesión de sueño se quebró al percibir una sombra. Sentimientos encontrados lo azotaron, por una parte, se sentía feliz de poder agradecer el gran gesto a su salvador; pero por otra, temía que esa persona fuera alguien peligroso. La silueta de una figura envuelta en trapos captó su atención, pero antes de poder descubrir de quien se trataba, la persona retrocedió con premura e intención de escapar o esconderse, acción que le pareció muy extraña.
—¡Oye! —Se quejó del punzón en su costado al esforzarse—. Sé que estás ahí, es ridículo que te escondas. ¿Quién eres y por qué te ocultas en tu propia casa? —La frustración llenó su pecho al no recibir respuesta. Sabía que estaba allí, podía ver su sombra—. Escucha, yo no vine a tu casa, tú me trajiste y me curaste, créeme que no te haré daño —insistió.
Se quedó expectante sin quitar la mirada de la puerta esperando una reacción; entonces, la sombra se movió y, con timidez y titubeos, la imagen de una persona se adentraba al deteriorado lugar. Se quedó pasmado por un momento mirando aquella... ¿Mujer? Sabía que estaba siendo mal educado y descortés, al observarla como si ella fuera una cosa rara, pero aquella fémina lo tenía impresionado.
Abrió y cerró los ojos varias veces sin salir de su impresión. Fue entonces cuando recordó la razón por la que se cayó de su caballo. Tanto él como el animal se habían asustado con la figura extraña y descuidada de esa mujer, que lo miraba consternada y avergonzada en ese momento. No podría decir que era fea, puesto que llevaba su rostro oculto bajo un velo rojo, pero, por algo lo cubría de esa forma, ¿no? Si juzgara por el resto de su apariencia, entonces el veredicto sería: mujer sin ningún atractivo que debería cuidar más de su físico. Su cabello largo estaba rodeado de aquel velo, pero, aun así, era notorio el descuido y el enredo de este, lo pudo comparar a un nido de pajaritos o algo así.
La figura de ella era difícil de apreciar, puesto que estaba cubierta de trapos como si fuera una mendiga, bueno, dadas las circunstancias en la que vivía, se podría decir que eso era. A pesar de sus fachas, había algo en ella que era chispeante y que él no podía definir. Se detuvo un momento en sus ojos, ¡hasta que por fin encontró algo bonito en ella! Se quedó cautivado un rato con esa hermosa mirada color avellana, rodeada de grandes y marrones pestañas. Según su pose y el contorno de sus llamativos orbes, se trataba de una mujer joven. Decidió romper el silencio cuando percibió la incomodidad de su hospedadora.
—Señorita... —Ladeó el rostro mirándola fijamente—… ¿Cuál es su nombre?
—Mi nombre no importa, lo que sí importa y me interesa saber es cómo llegó aquí —respondió con frialdad y rudeza.
—Pues... —Se encogió de hombros—… Me imagino que usted me trajo.
—¿Se cree muy gracioso? —preguntó ofendida.
Él frunció el cejo.
—Señorita, es la realidad. Usted de alguna forma me arrastró hasta aquí, pero si se refiere a como llegué a sus terrenos o lo que sea este lugar, terminé aquí por casualidad. Estaba en un viaje de negocios con mis hombres y fuimos atacados en el camino, eran demasiados como para defendernos y salir ilesos, le dimos buena lucha, pero ellos mataron a varios de mis acompañantes y como puede apreciar, fui herido en el intento. El resto tuvimos que escapar a nuestra suerte, yo solo cabalgué para salvar mi vida sin un rumbo fijo. Me perdí en el bosque y luego la vi a usted, mi caballo se asustó y el muy desgraciado huyó y me dejó tirado. Entonces, debo agradecerle que me haya salvado la vida.
—Sus hombres deben estar buscándolo —razonó más para ella que para él, ignorando completamente el agradecimiento del hombre.
—Así es.
—Será difícil para ellos encontrarlo, puesto que este lugar está oculto —dijo con la mirada perdida en algún lugar.
—Pero lo harán. ¿Quién sabe? Tal vez mi caballo no sea tan desgraciado después de todo y los guíe hasta mí.
Ella agrandó los ojos con terror.
—¡¿Quiere decir que sí encontrarán este lugar?! ¡¿Por qué rayos tuvo que venir aquí?! —espetó con alteración.
—¿Por qué reacciona de esa forma? —preguntó desconcertado.
—Solo le pido que cuando lo encuentren, sean discretos con este lugar, por favor. —Otra vez ignoró la pregunta de él.
—Cuente con eso —contestó con mirada escéptica—. Una pregunta y disculpe mi atrevimiento, pero... ¿Por qué o de qué se oculta?
—No es asunto suyo —respondió tajante. Aquel hombre frunció el cejo ante su ruda respuesta.
—Bien, disculpe por entrometerme —devolvió un poco molesto por la actitud de ella, quien le evadió la mirada. «¡Qué mal educada!», pensó, «¿Será una criminal que huye de la justicia?»
El olor a sopa de pollo provocaba que su boca emanara más saliva de lo regular y su estómago gruñera inquieto y desesperado por recibir tan anhelado caldo que, según el aroma, prometía sería una delicia.Tres días habían pasado y su herida se veía mejor y ya podía pararse, aunque con dificultad, pero por lo menos se mantenía de pies unos segundos. A pesar de la miseria de aquel lugar, no se quejaba del trato que recibía que, aunque su anfitriona no era de mucho hablar, lo mantenía bien alimentado, cambiaba sus sábanas muy seguido y lo ayudaba a bañarse. Él estaba ansioso por recuperarse o en su defecto, ser encontrado por sus hombres para no seguir siendo una carga para aquella mujer que además de atenderlo y alimentarlo, tenía que dormir en el piso, pues la cama era muy pequeña para ambos.—Estuvo delicioso, muchas gracias. &
Los latidos de su corazón estaban tan agitados e intensos que ella creía escucharlos. Tun-tun, tun-tun... Los sonidos se repetían en su cabeza como si fuera perseguida por aquellas palpitaciones. No sabía de dónde había sacado tanta energía, pues su cuerpo estaba débil. ¿Sería el instinto de sobrevivencia? ¡No sabía! Solo quería lograr su objetivo: escapar por su vida. Con sus pies descalzos, ignorando las espinas del camino o las pequeñas piedrecitas que se le incrustaban en las plantas, corría con todas sus fuerzas y aliento. Tenía que lograrlo, tenía que escapar de aquel infierno. El sudor, los bichos y las hebras de cabello que se pegaban a su piel le hacían estragos a su escape. Sus heridas picaban y la sangre corría por sus piernas; sonrió al ver la salida y entonces, todo fue oscuridad.(...)Sam se levan
—¡Samuel! —Arthur corrió en dirección al hombre alto de cabellera marrón y ojos pardos.—¡Señor, está vivo! ¡Lo sabía! Tritón es un buen caballo, él nos dirigió a este lugar. Lo encontramos vagando en los campos cercanos a esta región y él nos guio hasta este bosque. —Samuel expresó con marcada emoción.—¿Quiénes son ellos? —Sam se acercó a Arthur temerosa.—Son mis hombres de confianza, me encontraron gracias a Tritón. —Acarició la frente del caballo—. No eres un cuervo, después de todo. —Lo besó.—Entonces, ya regresarás. —Sam comentó con tristeza en su mirada.—Señor, debe venir con nosotros inmediatamente, los Jones lo declararon muerto y se quieren a
Arthur fue acariciado por la fresca brisa de su región, la cual lo recibía con nubes en el cielo. Al llegar a su hacienda se bajó del caballo y Raúl se lo llevó para el establo. Arthur caminó con los puños apretados y el pecho erguido, para enfrentar a los intrusos que habían irrumpido en su propiedad.—¡Ustedes no son nuestros amos, nuestro señor es Arthur Connovan! —Uno de los trabajadores espetó con indignación. Ya estaban cansados de los abusos de esos intrusos ladrones.—¿Arthur? ¿El muerto? Él ya pasó a una mejor vida y, dado que Arthur no tiene herederos, estas tierras pasan a nuestras manos. —Un hombre joven, de cabello corto y rubio, ojos azules y gran altura, dijo con cinismo.—Henry Jones… —Arthur le llamó con cara de indignación, el rubio agrandó los ojos de la
Ella se acercó con sigilo mientras sus lágrimas salían mojando su rostro. La puerta estaba medio abierta y eso facilitaba su espionaje. ¿Por qué se torturaba? Sus manos temblaban y su corazón dolía. ¡No era justo! Ella debería estar allí, ella debería disfrutar de aquella intimidad.Sam se despertó con lágrimas en los ojos, soñar sobre sus recuerdos le abría esa herida que trataba de ignorar, pues no sabía cómo curarla. La soledad carcomía sus huesos, tal vez era lo que merecía, después de todo. Fue presuntuosa al desear amor, compañía, pasión. ¿Por qué? Sacudió su cabeza tratando de echar esos pensamientos nocivos, era increíble cómo las palabras malignas de otros podían herir tanto que, terminas creyéndolas. No, no debería sentirse culpable por qu
—Sam... —balbuceó impresionado. Ella le evadió la mirada y se distanció, no quería que la viera tan demacrada y sucia.—Aléjate de mí —profirió casi en un susurro y se puso de pies con intención de marcharse. Esto no le podía estar pasando, ¿por qué tenía que aparecer en su peor momento? No soportaba la vergüenza y la incomodidad. Él, tan lindo y pulcro; con ropas finas y joyería cara, perfumado con ese delicioso aroma. Y ella, una mendiga desnutrida, sucia y vestida con harapos. Era una pesadilla que el hombre que le gustaba —porque a pesar de que habían pasado seis largos meses sin verlo, sus sentimientos por él afloraron con solo escuchar su voz—, la viera en esas fachas y con ese hedor. Debía huir, no soportaba estar en su presencia un segundo más.—No, Sam. —La con
Habían pasado tres meses. Sam ya había recuperado su peso y su piel tenía color. Cada día se veía más enérgica y saludable y ya no se percibía con tanta timidez como la primera vez que llegó a la hacienda. Raúl se la pasaba detrás de ella haciéndole preguntas imprudentes y tratando de descubrir la razón de cubrir su rostro, ya ella lo ignoraba y solo reía ante sus ocurrencias.—Yo le debo mucho al jefe. —El chico se sentó sobre la grama y llevó una ramita a la boca—. Mis padres murieron en un tiroteo cuando yo tenía diez y duré tres años viviendo en las calles y robando en los mercados para poder comer. Un día un señor que vendía manzanas me descubrió robándole y me persiguió con un rifle. Choqué con el señor Connovan y él le aseguró al hombre que se en
Sam se acostó sobre la cama de su padre y se abrazó a su almohada. ¡Lo extrañaba tanto! Aunque habían pasado cuatro meses de su muerte aún no lo superaba. Estaba sola y sin nadie quien la consolara. Su padre fue un huérfano que llegó a dónde estaba con el trabajo duro y por la misericordia de un doctor, quien lo preparó en el área de la medicina. En ese tiempo no se exigía tanto de los médicos y algunas personas ejercían con libertad, una causa de muerte para muchos pacientes quienes creían en médicos sin preparación previa. Su padre no solo le enseñó cómo funcionaba el cuerpo humano, también le enseñó sobre el poder medicinal de las plantas. Ella se dio muy buena y hasta tomó clases con profesionales, paró sus estudios cuando se comprometió con la promesa de retomarlos después de cumplir un a&