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Capítulo 30

Arthur cabalgaba aturdido, la melancolía en su pecho y el vacío de su ausencia le eran tortuoso. Imaginar todo lo que sufrió, todo lo que tuvo que sacrificar.

***

—Entonces, la señora está muerta. —Samuel se quedó pensativo y luego sonrió—. No debemos perder las esperanzas, hay una persona que puede ayudarnos y pronto daré con su paradero.

 —¿Quién es? —Arthur inquirió confundido.

 —El nieto de la señora Julia.

Arthur asintió y Samuel se levantó de la silla y se marchó.

Arthur estaba en su habitación meditando la confesión de Sam, cuando la puerta se abrió.

 —Hola, Arthur. —Anabela lo abrazó con fervor—. He estado tan preocupada. ¿Dónde te metiste que no dormiste en la casa anoche?

 —Estaba

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