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El velero del olvido
El velero del olvido
Por: Alejandro Rodríguez
El mar inmenso-Capitulo 1

El mar inmenso se parece a mí

en mi soledad, se parece en lo sereno

con mucha tranquilidad. En el mar

inmenso suelo llorar para que mis

lágrimas formen parte de él.

A mi Dulce.

Había una vez en un alto acantilado una casa muy pequeña con una fachada elegante y bonita. En esa casa vivían dos hermanos que se querían mucho demostrando su cariño con actos de dulzura. Los dos una vez llegaron a tener una familia más grande pero estos se fueron con el paso del tiempo. Bajando el acantilado tan alto estaba la costa del mar a solo unos metros de distancia de la dulce casa. Los dos hermanos tenían una vida tranquila viviendo a un lado del gigante azul. Cuando estos tenían hambre comían peces y especias que había en la isla cerca del mar. Vivian lejos de todos los habitantes que se encontraban en el pueblo lejos de la costa. Alex salió a pescar una mañana para llevar el almuerzo a su hermana, una vez que estaba en el muelle su caña de pescar un tanto vieja no prometía atrapar los peces del mar. Ya con varios peces en un cajón de madera que solía llevar para meter la pesca ahí se dispuso caminar devuelta a su hogar. Al entrar dentro de casa Dulce su hermana estaba acostada en la cama pues había enfermado días atrás.

—Traje peces para comer con esto te sentirás mejor te lo prometo—dijo Alex con las aletas dorsales de los peces sujetas entre sus puños.

Dulce tan solo volteó a verlo con una bella sonrisa en su rostro cansado.

Alex se acercó hacia ella sentándose en un banco al lado de su cama recostando su cabeza en su suave vientre tomando su mano firmemente solo para después de unos momentos quedarse profundamente dormido. La mirada de su hermana se concentraba en el techo de la casa quedándose totalmente dormida momentos después que él, para cuando despertó Alex se llevó una amarga e ingrata sorpresa.

Con su cara recostada sobre la cama su cuerpo yacía sentado en un bajo banquito de madera. Sus manos acariciaban las suaves cobijas que cubrían la cómoda cama. Sus ojos se abrieron por la mañana y ya no sentía el vientre de su hermana en el lado izquierdo de su rostro. Al percatarse de que su hermana ya no estaba en aquella cama instantáneamente entró en un miedo profundo provocando que este se levantara de inmediato de aquel banquito. Su búsqueda fue ágil pues si había una explicación está la encontraría al buscarla rápido. En aquella mañana las nubes cubrían totalmente al sol provocando que el día estuviera muy nublado.

— ¡Dulce!—.

Gritaba Alex con gran estruendo por doquier escuchándose un triste eco después de pronunciar el nombre de su hermana. Buscó de bajo de la cama, en la cocina, en el baño, en la sala, buscó en todas partes de aquella casa pero más sin embargo no encontró nada. Solo recordaba que el día de ayer había ido a pescar por la tarde terminando en la noche para ir a cocinar la cena, al llegar su hermana estaba enferma al hacerle compañía este se quedó dormido después de tiempo su hermana también. El cajón de madera estaba sobre la mesa con cuatro peces eglefinos sin cocinar al mirarlos sabía que su hermana no había curado mucho menos se había levantado para cocinar. Salió por la puerta principal para buscar por los alrededores de la casa desde arriba en el acantilado Alex miró a Dulce caminando sobre la arena de la costa con el vestido blanco que traía puesto por la noche, caminaba descalza con su pelo lacio suelto revuelto por el fuerte aire de esos momentos que había en la isla.

Bajó corriendo por el acantilado sin duda quería alcanzarla para llevarla a casa pues él pensaba que su hermana estaba desorientada. Caminaba hacia al viejo muelle donde él iba a pescar el almuerzo para los dos. Algo inusual había en aquel muelle pues en él se encontraba un blanco velero sin ningún conductor que lo manejara. Dulce subió aquel velero sin sentir ningún tipo de remordimiento por abandonar a su hermano mayor. De tanto correr ya no faltaba mucho para poder alcanzarla la tomaría del hombro para hacerla recapacitar. Pisó la primera tabla pero no contaba con que aquel pedazo de madera se rompería pues al correr pisó muy fuerte provocando que su pie se hundiera. Las irregulares extremidades llenas de bastantes astillas le provocaron cortadas en su tobillo derecho. Enseguida de lo ocurrido no pudo sacar de inmediato su pierna de las rotas tablas del desgastado muelle. Gritando fuerte por las múltiples cortadas que tenía en toda su pierna miraba hacia el horizonte, aquel velero ya estaba en mar abierto aunque pudiese ir tras ella ya no podría detenerlo. Estando cientos de metros lejos se unieron más para emprender un viaje un montón de viajeros.

— ¡Dulce! por favor no me abandones voltea hacia atrás para que de mi te apiades—.

—Te extrañaré hermano—eso es lo único que contestó Dulce.

—¿Por qué me dejas?—preguntó Alex.

Dulce tan solo dejó de mirarlo concentrando su vista hacia adelante ni siquiera con la mano le dijo adiós. No sabría el motivo por el cual se fue pero si sabía el dolor que le dejaría al irse de la costa. Quería acompañarla en aquel misterioso viaje pero ya era muy tarde para tratar de alcanzarla ya en la noche con tanto dolor sacó su pierna de aquel estrecho hoyo.

Alex abrió los ojos muy desorientado no sabía si era de día o de noche todo fue un sueño o alguna cruel pesadilla. Se sentó en la cama para retirarse la cobija que estaba arropándolo al retirarla vio todas sus profundas heridas que le impedían caminar de forma normal. Se dirigió hacia el baño para tomar unas vendas que tenía en el botiquín. Cubrió con un vendaje blanco todas sus heridas muy notorias después de cubrirlas salió hacia afuera para dirigirse hacia el muelle que estaba un tanto lejos de la casa, cojeando no dejaba de dirigirse hacia aquel lugar enigmático pero a la vez tan tranquilizante para él. Llego hacia la orilla de aquel muelle para sentarse hasta el final dejando caer sus pies para jugar con la gravedad al estar pedaleando al aire. Miraba hacia atrás la isla tan árida que tenía por hogar, la arena tenía un tono negro que le daba un toque de soledad aquel lugar. Mirando hacia enfrente se cautivaba por el mar por aquella tan hermosa vista que podía admirar es ahí justo cuando a lo lejos escuchó una ballena cantando en el mar estaba llamando a alguien pero no podía saber a quién. Tal vez lo llamaba a él para ir a buscar a quien se fue, después de ser cautivado por tan bello canto se puso de pie dejándose caer sobre las olas. Donde terminaba el muelle ya estaba muy profunda la marea el agua muy fría lo ahuyentaba de inmediato. Siendo más grande la valentía se adentró mar abierto, con sus ojos abiertos miró algo brillando en el fondo. Tan soleado aquel día que el sol alumbraba hasta las cosas que el océano tiene en la profundidad.

Nadó hacia lo profundo pues quería ver que estaba brillando, nadando y nadando la arena pudo tocar después de todo no estaba tan profunda aquella parte del mar. Tomó aquello sin mirar cuando lo sintió en su mano el puño cerró. Nadó hacia la superficie para el sol tomar pisando poco a poco la arena miraba aquel puño. Se sentó en una roca para poder admirar lo que había encontrado al abrir su mano era una bella perla. Encontró una perla en un lugar remoto no se veía ninguna almeja por los alrededores. El día tan asoleado provocó que su ropa se secara después de nadar recostado en el viejo muelle haciéndose de noche volvió hacia la casa. Cuando llegó, de la alacena tomó dos piezas de pan integral para sentarse a comer en la vacía mesa que tenía, se sentó en una de las siete sillas. Ese pan era lo único que había comido en todo el día puesto que después de la partida no tenía nada de apetito. Amarró la bolsa del pan de mala manera al meterlo a la alacena azotó la puerta. Subió las escaleras tomado del barandal pues su hermana solía hacerlo cuando ella subía a su habitación. Su habitación y la de ella estaban enfrente él una de la otra provocando que se viera los interiores solo si estas tenían las puertas abiertas. Poniéndose su pijama se recostó en su cama olvidando cerrar su puerta después de no dormir por pelear con su colchón toda la noche por la posición, se levantó a cerrar su puerta para no mirar la otra habitación sola. Quedándose dormido boca abajo las horas pasaron hasta el amanecer solo que esta vez hacia más frio de lo inusual.

Abrió la puerta para salir pues iría a contemplar el mar por la mañana pero cuando se levantó observó que por la ranura de la puerta había un montón de perlas en el suelo. Tomó la chapa con su mano para salir a ver, al abrirla se dio cuenta que todas aquellas perlas provenían de un frasco del cuarto de su hermana. Tratando de recoger todas se sentó en la cama de su hermana todo estaba como ella lo dejó, no había nada inusual solo que debajo de su cama yacía tirado en el suelo lleno de polvo un pedazo de cartón. En ese pedazo de cartón estaba escrito con plumón "para mi hermano favorito" las perlas que estaban en el frasco eran para pegarlas en las líneas hechas de plumón. Vio lo que su hermana tenia para él, recogió todas las perlas una a una para salir a llorar a aquel muelle. Con el frasco lleno de perlas de sus ojos salían un montón de sinceras lagrimas gritaba de dolor por la soledad que estaba viviendo el vacío que su hermana le dejó y nunca lo llenaría. Él ya sabía porque desde meses antes su hermana salía abajo por la colina y el acantilado pues iba a recolectar perlas en el mar muy salado. Dulce era muy valiente no le tenía miedo a nada aunque el mar fuera muy atemorizante ella los terrores ignoraba. Ya eran tres días después de que ella se fue pero cada día hacia que se sintiera más fresca la herida que su filoso abandono le provoco en su desnudo pecho. Ella se fue sin decir ninguna palabra ese recuerdo a él lo atormentaba pues por las mañanas él más la recordaba.

Ese mismo día Alex sacó del closet de su hermana todos los vestidos que se ponía para salir a caminar a la costa, sin dejar vestido alguno dentro de aquel mueble. En una mesa que su madre tenía en su habitación se puso a recortar cada pedazo de tela que pudiera sin parar todo ese día se la paso cociendo. Se llegó la noche con una fuerte lluvia que azotaba aquella desolada casa no tenía nada de malo que lloviera lo malo eran las molestas goteras. Al terminar de coser en esa noche tormentosa subió hacia la azotea, él había hecho con todos los vestidos una especie de lona que cubriera toda la casa de las irritantes goteras. Amarró aquella lona en cada extremo que había en la casa. Haberse mojado todo el cuerpo había valido la pena pues ya no necesitaría recipientes para acaparar el agua de lluvia. Esa tercera noche durmió como un bebé pues los ruidos de los goteos ya no vendrían a invadir sus oídos. El techo ya no protegería de la lluvia a Dulce pues ella ya no estaba en aquella casa reposando para conseguir dormir tranquilamente. Antes de dormir Alex cerró la ventana de aquella habitación para que el aire no volviera a tirar las perlas que con tanto amor y dedicación su hermana juntó. Antes de acostarse un pedazo de pan comió pues pensaba que si su hermana ya no disfrutaba de la comida él no tenía el derecho de hacerlo. Esa noche cerró ambas puertas para por fin descansar pues la falta de sueño le provocó ojeras en su rostro, se notaba que no podía conciliar la paz. No podría hacerlo si truenos de una fuerte lluvia en la ventana se podían reflejar.

Los truenos que sonaron por la tormenta que pasó la noche anterior ya no le causaron miedo a Dulce suponía Alex en el amanecer. La luz entraba por todas las ventanas de aquel olvidado hogar, dispuesto a todo se levantó para abrir todas las ventanas que la luz en su máximo apogeo encantara a todo lo que había adentro. Todos los muebles reflejaban el abandono que pasaba en aquella casa, muebles con superficies llenas de polvo y ventanas sucias con manchas de tierra con agua mezcladas. Cuando llegó la hora del almuerzo salió a pescar al muelle que siempre iba para conseguir almuerzo al llegar se llevó una no muy grata sorpresa pues la mitad del desgatado muelle ya estaba totalmente destruida haciendo que fuera imposible la pesca. No podría arreglarlo por segunda vez pues las heridas de su pierna aún no habían sanado, no tuvo complicaciones pues se lavaba la herida con jabón neutro cada mañana evitando una infección por bacterias. Aún así las heridas no le permitirían adentrase al agua pero a la vez dudó puesto que esta vez necesitaba una reparación más grande. Al pensar en eso;

— ¡Maldita sea esta porquería inmunda se volvió a caer! —dijo Alex aventando la caña de pescar hacia la arena.

Aunque el tuviera las ganas de almorzar algo más que simple pan no podría pues las circunstancias le impedían moverse para hacer las cosas. Con mucha frustración regreso a casa solo para llenarse la boca de pan integral carente de sabor para su paladar. Abrió la nevera del refrigerador para sacar los peces que estaban ahí arrumbados no se veían para nada apetitosos después de tantos días se veían como la m****a incomibles.

Tuvo un hundimiento mental por la mañana pues la preocupación constante, sentimientos negativos, su cansancio físico, su cansancio mental, insomnios, dolores de cabeza, problemas estomacales y pérdidas de pesos lo atormentaban. Apenas pasaron cuatro días lo que hacía que todos aquellos síntomas parecieran una anécdota imposible. Su tormento lo ponía hacia el límite lo que hizo que bajara de forma abrupta hacia el destruido muelle. Caminaba de forma perdida lo que le hacía parecer un desquiciado tratando de suicidarse en el océano. Cuando regresó hacia casa lo que lo hizo ponerse de tal manera fue encontrar un sándwich en estado de putrefacción que su hermana preparó para él, escondido en el lugar donde Alex más le gustaba estar. En el ático donde el solía subir a pintar el océano todas las tardes cuando Dulce reposaba por su enfermedad aquellas pinturas él se las regalaba con amor. Subió para tomar martillos, clavos e ir a tratar de arreglar aquel muelle desgastado. Se fue a la m****a al ver el pan cubierto de moscas a un lado de la ventana que daba a la vista el lugar que más le gustaba pintar. Otra vez aquellas preguntas del ¿por qué? le atormentaron tanto su cabeza que esta vez no pudo resistir la realidad de no tener una respuesta ante tal pregunta tan dura y despiadada. Cuando estaba a punto de llegar al mar el sol estaba por esconderse detrás de sus horizontes no se detuvo a pensar en que se podría llegar ahogar. Caminaba pero las olas lo regresaban intimidando su necedad de querer ir más allá para ello tendría que tener un barco. En la densa oscuridad ya no podía nada mirar trató de nadar para regresar, sus lágrimas salían para formar parte del mar inmenso.

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