Inicio / Fantasía / El velero del olvido / Capítulo I - Vivencias en el muelle.
Capítulo I - Vivencias en el muelle.

—Esperamos que te sientas mejor pronto—le dije.

—Si hermanita espero que te sientas mejor mañana para ir a visitar a la abuela—agregó Naran.

—Bueno hermano vámonos para seguir dibujando en la sala—dije con tranquilidad. 

Aquel lunes fue bastante agradable pues me la pase dibujando con mi hermano menor mientras nuestra madre se encontraba en la cocina preparando la comida para la hora en que llegara papá. Por lo que no volví a salir y ese día transcurrió con normalidad a la par de que, hacía actividades con mi hermanito. Vimos el televisor, dibujamos, comimos lo que se nos preparó así hasta que la noche llegó para cenar. Ese lunes podría decir que fue el último día en el que estuvimos completos como familia bajo el techo de nuestro hogar ya que a partir del martes de esa semana en específico algo comenzó a pasar. El martes mi hermana Dulce despertó durante la madrugada con problemas respiratorios. Todos creímos que fue el aire acondicionado que estuvo encendido todo el día anterior. A pesar de que el clima en nuestro hogar era demasiado cálido a excepción de las temporadas de lluvia. Mi hermana siempre lo mantenía encendido pues para ella era más fácil eso que tener incomodidad por el calor. Nuestra madre mando instalar aquel aire acondicionado en todas las habitaciones, aunque esto nos dejara sin ahorros para vacacionar en aquel entonces. Desde que tenía 9 años comenzó a tener problemas de salud en ocasiones eran por problemas respiratorios y en otros era porque "tenía una piel delicada" como solíamos pensar. Aquel martes donde empezó a agravarse el padecimiento de mi hermana. Naran y yo nos quedamos en casa pues todo había pasado tan temprano que estábamos dormidos mientras nuestros padres se movilizaron rápido de vuelta hacia el hospital de ciudad Islillas. Para cuando desperté la casa estaba en total silencio ese día en especial, papá no fue a trabajar tuvo que quedarse con mi madre en aquel lugar. Me asome en ambas habitaciones percatándome así de que no estaba nadie. Tan solo las camas vacías con cobijas destendidas en su totalidad, pero algo estaba raro en la habitación de mi hermana lo que me indicaba que algo raro ocurrió pues su cobija rosa estaba en el suelo. Era como si alguien la hubiese arrastrado hasta la puerta siendo notorio para mí que debía preocuparme. Me dirigí hacia el teléfono fijo de la cocina para marcar a cualquiera de mis padres. Al segundo intento de llamarles mi madre fue quien me respondió con desesperación en su voz, pero su tono estaba mezclado con preocupación y ganas de llorar. 

—¿Dónde están tú, mi papá y mi hermana?—le pregunté a mi madre con angustia. 

—Tu hermana tuvo dificultades para respirar durante la mañana así que la tuvimos que traer al hospital de urgencias hijo—me respondió. 

—¿Cómo esta ella?—pregunté con mis nervios totalmente destrozados al borde de casi querer llorar.

Al recibir aquella noticia sentí como si alguien vertiera un valde de agua fría sobre todo mi cuerpo. 

—Necesito que cuides a tu hermano vale al menos hasta que sepamos que pasará con tu hermana—.

—Si mamá estate sin cuidado yo cuidare de él—le respondí. 

—Está bien hijo te tengo que colgar pues un doctor nos va a decir algo a ti y a tu papá—dijo a la par que finalizo la llamada. 

Ahí fue donde me di cuenta de que aquella madrugada fue devastadora para nuestra familia. Pues si no hubiese sido porque mi hermana camino a punto de la asfixia por el largo pasillo un desenlace catastrófico hubiese sucedido esa misma madrugada. Afortunadamente el refrigerador se encontraba repleto de la comida restante del día anterior. Quedaron restos del almuerzo y de la cena. Por lo que solo me dispuse a recalentar en una sartén para que mi hermanito pudiera comer con total calma. En aquel martes el cielo estuvo relativamente soleado pues había nubes que nublaban el cielo por periodos prolongados. Así se llegó la hora en la que despertó el pequeño Naran salió de tu habitación para dirigirse al comedor. El aun no estaba atento a los acontecimientos por lo cual yo sería el encargado en tener que darle la noticia de una forma suave. Digo no es como que yo supiera el cómo el reaccionaria ante aquella noticia. 

—¿Dónde están los demás?—me preguntó estando de pie en la puerta de la cocina.

Voltee al otro lado pues me encontraba de pie ante la estufa con una espátula en mano pues estaba meneando la comida para que no se quemara pues no era bueno cocinando. 

—Mis papás están el hospital en estos momentos hermano—le respondí. 

—¿Por qué?—preguntó con gran extrañeza. 

—Nuestra hermana tuvo problemas para respirar durante la madrugada así que estaremos solos este día—dije.

—¿Mi hermana está bien?—me preguntó de nuevo.

—Si no debes de preocuparte estando en el hospital nada malo le pasara, ahí hay personas que la mantendrán a salvo—le respondí mientras tomaba unos platos de la alacena. 

—¿Qué haces?—me preguntó. 

—Recalentando tu almuerzo—le dije. 

—¿Pescado empanizado de nuevo?—me preguntó a la par de que tallaba sus ojos con sus puños cerrados pues aún se notaba que acababa de despertar. 

—Así es, hay mucho pescado—le respondí.

—No quiero comer eso quiero otra cosa-me respondió. 

—Anda come esto y si lo haces sin quejarte te llevo un rato al muelle—dije a tono de promesa. 

—¿De verdad?—preguntó. —Tu nunca cumples lo que me prometes—agregó.

—Esta vez lo haré si no que una ballena me devoré—le respondí. 

—De acuerdo, pero si no lo cumples espero que algo muy malo te pase—dijo mientras se sentaba en su silla para almorzar. 

—Yo también almorzare contigo—le respondí mientras colocaba mi plato a un lado del suyo para comer con su compañía. 

La mañana estaba pasando con su relativa velocidad así que después de que lave los platos sucios, limpie la mesa con un trapo desde la cocina y grité.

—Cambia tu pijama por ropa cómoda para ir al muelle—le dije.

Mi hermano que se encontraba en el sofá más grande de la sala de estar escuchó lo que grite siendo que al término de pronunciar mi petición. Subió lo más rápido posible por las escaleras para ponerse algo cómodo de vestimenta a lo que en esa ocasión en específico decidió ponerse un short, unas sandalias y una camisa de color blanco. Ni siquiera terminé de limpiar la mesa con aquel trapo que enjuagué en el fregadero de la ventana cuando desde las escaleras escuché. 

—¡Ya vámonos!—de forma estruendosa. 

Afortunadamente después de hablar con mi madre sobre lo sucedido no perdí el tiempo por lo que ya traía ropa distinta. 

—¡Ya voy!—le respondí gritando arrojando de forma violenta el trapo sobre la superficie de la mesa limpia. 

Encaminándonos hacia la salida mi hermano iba al frente de mi a lo que me dispuse a cerrar las puertas dejando la llave debajo de un tapete viejo que estaba enfrente de la puerta. Caminando sobre rocas, arena y tierra firma nos dirigimos hacia la arena de aquel muelle. Naran sin duda alguna tenía la velocidad a su favor pues con sus energías de infante me dejaba atrás. No pude seguirle el ritmo pues era tan escurridizo con sus piernas tan veloces pues al pisar la arena dejo sus sandalias sobre las rocas. Comenzó a correr hacia a la bahía para sumergirse en el agua superficial hasta que esta llegara hasta el nivel de su torso. Desde la arena solo divise aquella escena que de cierto modo me hacía sentir bien aún con lo que paso durante horas antes. De pronto sin más estaba frente a la bahía con mis pies descalzos en contacto con la arena y las rocas de aquella playa que eran mi cálido hogar. Mi hermano solo volteó a verme nadando desde el agua pues para ese entonces ya no traía puesta su camisa. 

—Ven a nadar conmigo un rato—me dijo con euforia en su voz. 

—No—le dije tomando una postura rígida en la arena.

—¿Por qué no?—me preguntó sin salir del agua.

—Porque nuestra hermana está en el hospital enferma quizás al borde de la muerte. No estamos siendo empáticos nadando de forma despreocupada en estos momentos—respondí.

Él simplemente se encamino donde yo me encontraba pues decidí sentarme sobre la superficie arenosa. Sin más o decir siquiera alguna palabra se sentó a mi lado empapado completamente para hacerme compañía. 

—Entonces ¿Crees que mi hermana vaya a morir?—me preguntó con seriedad en su voz lo que era raro pues el solía tomarse todo siempre con humor. 

—No lo sé, yo quiero que ella este bien—respondí con tristeza en mi mirada apuntada hacia donde se encontraba el muelle. —Tú eras muy pequeño y quizás ni lo recuerdes, pero nuestra hermana ya se había enfermado una vez antes. Tu estabas muy pequeño ella tenía 10 años y tu tenías 4. Fue terrible para mamá y papá yo tenía apenas 16 años cuanto todo ocurrió—dije al borde del llanto. 

—¿Fue cuando empezó a tener una marca extraña en su nariz?—preguntó. 

—Si ¿Qué tanto recuerdas?—le pregunté. 

—No mucho la verdad solo recuerdo que me la pasaba en el hospital desde antes de entrar a primer grado—me respondió.

—Así es—dije con tristeza en mi voz. 

—Desde ahí mamá ya no deja que ella tome el sol—dijo siendo consciente.

—Mi mamá teme a que vuelva a recaer mi hermana—. 

—Pero esta vez fue más severo porque tuvo problemas respiratorios ¿No?—dijo con duda en su voz. 

—No, cuando tenía 10 años paso exactamente lo mismo—.

—Entonces dime que fue lo que paso—. 

—Bien, te lo diré nada más para que lo sepas. Agosto ya estaba por finalizar más exactamente estábamos a finales de dicho mes. En aquella ocasión mamá estaba muy entusiasmada de llevarnos al festival de los veleros en el muelle principal de ciudad Islillas. Recuerdo perfectamente que nuestra hermana estaba muy contenta pues acababa de cumplir los 10 años de edad un mes antes. Tu tenías 4 años para ese entonces acababas de entrar al preescolar. En aquella ocasión mamá y yo llegamos al muelle de las conchas primero. Ya que nuestro papá te llevo a ti y a nuestra hermana a casa de la abuela Josefina para recoger su regalo de cumpleaños. Aunque estes muy pequeño debes de saber que la madre de nuestro padre tiene una relación complicada con nuestra mamá. Sin más cuando ustedes llegaron subimos a un velero para ir a recorrer las zonas aledañas con tranquilidad. Aquel día en específico era bastante bello el sol color naranja irradiaba sobre el mar, sobre las olas y el clima era bastante cálido a pesar de que estaba por iniciar la temporada de lluvias. Todo transcurrió con normalidad ese día en específico me la pase muy bien aún, aunque estaba en la peor etapa de mi adolescencia—.

—¿Qué más pasó?—preguntó mi hermano con desesperación. 

—Mi hermana tenía ganas de comprarse algo de comer en uno de los tantos puestos que yacían sobre la avenida principal. Así que me encamine adelante de ella para que me siguiera pues yo ya tenía ganas de volver a casa y estaba un tanto irritable. Ella seguía a su ritmo mis pisadas apresuradas entonces comenzó a gritar mi nombre diciendo que se estaba quedando sin aire. Fastidiado la voltee a ver y la forma en la que la mire me hizo sentir pavor—. 

—¿Cómo la viste?—me preguntó mi hermano.

—La vi tomando con sus manos su garganta pues estaba tratando de mantener la calma a la par de que se estaba quedando sin aire en sus pulmones. Entonces corrí hacia ella solo para unos momentos darme cuenta de que mamá nos había seguido desde el inicio. Ella la cargó en sus brazos y fuimos al hospital lo más rápido posible—mientras terminaba de relatar aquella lejana vivencia una de mis mejillas se mojó con una lagrima desprendida. 

Mi hermano pequeño simplemente se quedó observando al horizonte del mar haciéndome compañía después de todo la necesitaba. 

—Yo también quiero que mi hermana este bien—dijo mi hermano mirando al muelle. —No entré a nadar porque no me importe mi hermana, entre a nadar porque siento desesperación en mi cuerpo y el sentir el agua me ayuda a tranquilizarme—agregó. 

—Entonces vayamos, el día es bastante cálido y el agua supongo que está templada—. 

—Lo está—dijo encaminándose al agua a mi lado. 

Al desprenderme de aquel pedazo de tela que cubría mi torso de la intemperie cálido un sin fin de recuerdos comenzaron a surgir de mi mente. De pronto era como si los fantasmas de mis vivencias estuviesen ahí en aquel lugar erosionado por el paso del tiempo. Sumergí mi cuerpo hasta mis hombros donde el agua estaba empapando todo mi cuerpo. Quería sentirme adormecido por completo con la calidez de aquel liquido tan majestuoso que era lo más presente del lugar. Mi hermano salió del agua nuevamente para caminar al muelle diciendo.

—Mira esto—.

—¿Qué vas a hacer?—le pregunté acercándome a lo más alto de la arena. 

Él tan solo recorrió cada tabla de aquel muelle corriendo de forma veloz para aventarse al agua de manera desprevenida. Como si su cuerpo fuese una roca inmóvil sobre la tensión superficial. Un clavado esplendido para mi punto de vista a lo que una vez que se sumergió completamente en el agua al volver a sacar su cabeza para tomar aire. Con mis manos le arroje toda el agua posible sobre su rostro a modo de que ambos sabíamos que de una broma se trataba. Aun con la tristeza pasaron las horas pues independientemente de cómo me sintiera o cuales fueran mis sentimientos el mar seguía en movimiento. No nos dimos cuenta de que se llegó la hora de la comida pues todo en aquel día se convirtió en pasar un momento agradable con nuestra compañía. No teníamos algún celular que nos indicara la hora o algún reloj de muñeca pues yo los solía dejar sobre mi mesa de noche pues cuando los llevaba al mar siempre los perdía. Fue la camioneta de papá en el camino quien nos hizo saber la hora de aquel día de forma exacta.

—¿Qué hacen?—preguntó nuestro padre.

—Venimos a nadar la mañana estuvo bastante cálida—le respondimos con nuestras voces empalmadas. 

—¿Al menos se pusieron del bloqueador solar que mamá compro?—preguntó. 

—No, ni siquiera sabemos dónde lo tiene—respondió Naran. 

—Está en la estantería del baño—respondió papá. 

—Súbanse al cajón de la camioneta les daré un pequeño aventón hasta la casa—.

Nos encaminamos con nuestros calzados en las manos para arrogarlos en el cajón de la camioneta sin ningún tipo de preocupación. La velocidad fue bastante notoria pues no pasaron ni unos cuantos minutos cuando ya estábamos enfrente de la cochera con la camioneta estacionada. 

—Tomen un baño y cámbiense de ropa en lo que les caliento comida—.

—¿A dónde iremos?—le pregunté a mi padre. 

—Iremos al hospital para que vean a su madre—dijo mientras caminaba a la cocina para sacar la comida congelada que aún permanecía adentro.

—No tengo ganas de ir papá—le dije.

—Sé que no tienes ganas ni siquiera yo las tengo, pero sabes que por la familia hay que esforzarse y hacer sacrificios—dijo mientras comenzaba a calentar la comida.

—¿Cómo estás papá?—le pregunté. 

—No muy bien hijo desde la mañana me desperté con una situación bastante terrible y si te soy honesto estoy demasiado cansado—dijo y de cierto modo notaba su cansancio en sus modismos.

—Entonces déjame a mi calentar la comida en lo que te recuestas unos momentos en alguno de los sofás—le dije. 

—De acuerdo hijo, come tú y tu hermano—dijo alejándose hacia la sala. 

—Si papá no te preocupes—le dije. 

—Terminando de comer tomen un baño y cámbiense de ropa ¿De acuerdo?—dijo nuevamente.

—Si papá—le respondí de nuevo. 

La tarde transcurrió a lo que haciendo mis labores de forma sistemática llego el momento en el que estaba sentado en el asiento del copiloto de la camioneta de mi padre. Con mi cinturón puesto y mi hermano en medio de nosotros nuestro trayecto de nuevo era la carretera principal que nos llevaría al centro donde se encontraba el hospital. Aquel recorrido nos tomaría más exactamente una hora y media por lo que entablamos una conversación. Pues papá era de aquellos hombres que no hablaban mucho de sus sentimientos ya que nuestro abuelo muy duro con él. Ese era un tema del cual casi no solíamos hablar con algún tipo de frecuencia. Ya que la mera realidad es que eso no se mencionaba nunca simplemente actuábamos como si eso no ocurriera. Mi padre era experto en eso en actuar como si las cosas no ocurrieran en realidad. Yo fui quien pronuncio la primera palabra de mi boca. 

—¿Mamá cómo está?—le pregunté sin más. 

—Está un poco alterada y cansada hijo pues le afecto mucho el ver a tu hermana nuevamente así—respondió.

—Me imagino que fue bastante desgarrador para mi madre—respondí con toda la empatía que mi cuerpo me permitiese. 

—Lo fue hijo—respondió de manera fría sin dejar de mirar el frente del parabrisas.

—¿Cómo esta nuestra hermana papá?—preguntó Naran pues quería sentirse parte de la charla. 

—Tu hermana ya se encuentra estable la pusieron en el área de pediatría—respondió mi padre.

—¿Cuál fue el diagnostico?—pregunté. 

—Si ¿Qué enfermedad tiene nuestra hermana?—preguntó nuevamente Naran. 

Papá, aunque tratara de hacerse el fuerte en su mirada al frente notaba que le afectaba si quiera hablarnos de aquel tema. El mostrarse vulnerable ante nosotros no sería factible o al menos eso era lo que nos demostraba. Miré a mi hermanito a los ojos pues ambos sabíamos que aquella pregunta le hacía sentirse triste al momento de conducir sobre una carretera transitada. 

—¿Papá?—dijo mi hermano con ansias de tener una respuesta. 

—Los doctores están por averiguarlo pues tienen que hacerle pruebas y algunos exámenes—respondió como si hubiese salido de algún tipo de trance.

Conduciendo de manera suave sobre la carretera alumbrada por faros de otros autos con conductores apresurados que aluzaban de forma efímera el pavimento. Llegamos a dicho hospital desde la entrada se podía sentir el dolor de las personas que esperaban sentadas en los escalones de la entrada por sus familiares. En dicha entrada principal tan solo estaba un letrero que decía Hospital General de Islillas No. 1. Tomé la mano de mi hermano al bajarnos pues estacionamos la camioneta en la calle ubicada enfrente de dicho lugar. Sabía que mi hermano se sentía raro en aquel momento de visitar a mamá. Aquella visita en el hospital fue de las más raras que alguna vez haya hecho yo. Caminé por pasillos repletos de personas enfermas recostados en sus camillas donde estaban tratando de sanar. El aroma no era desagradable pues olía a productos de limpieza como aromatizantes que mi mamá también tenía en nuestra propia casa. También entré al área donde mi hermana se encontraba reposando aquella noche mientras el cielo estaba con su tono grisáceo. Le di un abrazo a mi madre bastante fuerte pues en su mirada veía el cansancio de estar en aquel lugar en un asiento a un lado de aquella camilla. Esa misma noche después de estar acompañando a mi madre mi hermana no hizo muchos movimientos pues se encontraba dormitando con una bata blanca. Cambiando de posición de manera poco constante sobre la superficie de su camilla en sus ojos notaba la incomodidad de estar en aquel lugar. Esa noche mamá fue quien se regresó con nosotros para nuestra casa, papá se quedó en su lugar para cuidar a nuestra pequeña enferma. Nos regresamos en su auto por el mismo camino que tomamos para llegar durante la tarde noche. La manera en que mi mamá tomaba el volante me daba a entender que estaba triste por ende tratamos de reconfortarla mi hermano menor y yo. 

—Ya verás que mi hermana saldrá pronto del hospital—dije. 

—Ay hijo en verdad espero que tu hermana se mejore lo más pronto posible—dijo con algunas lágrimas deslizantes en su rostro más exactamente en las áreas de sus mejillas. 

—Confió en que así serán las cosas—dije. 

Mamá por un instante simplemente se quebró ante las circunstancias pues al estacionarse enfrente de nuestra cochera. Naran y yo nos bajamos con normalidad, pero ella no se bajó del auto simplemente recostó su cabeza en el volante sujetándolo con ambas manos. Su frente estaba recargada en el cuero del volante para unos instantes después soltar en llanto. De pronto era como si se hubiese convertido en una niña llorando ante las adversidades. Como Dulce solía hacerlo cuando era más pequeña ante circunstancias que la entristecieran. Sabía que en esta ocasión las cosas serian distintas lo único por lo que en verdad me preocupaba es que no tuviera algún desenlace devastador. Así postrado a un lado de la puerta del copiloto para acariciar la cabeza de mi mamá a través del vidrio que había sido bajado con su frente recargada en el volante le dije. 

—Mamá no puedes quedarte aquí tienes que entrar a descansar—. 

—Si hijo encamínate con tu hermano les calentare algo para que cenen—me dijo tratando de contener su llanto. 

—Papá nos llevó a la cafetería del hospital a comprar algo para cenar mamá así que no te preocupes—.

Naran ya estaba en la puerta tan solo era cuestión de girar la chapa para entrar. Yo me quedé esperando a que mamá bajara del auto, pero al ver que esto no pasaría tuve que abrir la puerta para ayudarle a bajar. Al entrar tomándola con mi mano en su cargue con todo su peso.

—Llévame a mi habitación hijo—solo eso pronuncio. 

Sin más subimos las escaleras pues era su petición al llegar hasta la puerta de su habitación soltó su mano izquierda que estaba sobre mi nuca. Entró a su habitación para descansar desde temprano pues apenas eran las 10 de la noche marcadas en los relojes de la casa. Baje de nuevo para entrar a la cocina pues le calentaría algo de la comida restante para que cenara. 

—Te traje algo de cenar mamá—le dije.

—No tengo hambre hijo—respondió.

—Mi hermana me dijo que no comiste nada en el hospital—dije con seriedad. —Tienes que comer algo—agregué extendiendo mis manos con el plato de su cena. 

—Ponlo en el buró—dijo con seriedad.

—Lo haré, pero por favor come mamá—.

—Si lo haré—respondió. —Tengo que dormir lo más pronto posible pues me iré temprano al hospital—.

—¿Papá no la iba a cuidar?—pregunté.

—Si, pero él tiene que irse a trabajar hijo así que al momento en que llegue a cuidar de Dulce se ira a trabajar—. 

—Ya entiendo—dije.

—Al pobre de tu padre le descontaran la falta de hoy en su trabajo—dijo preocupada. 

Aquel plato con su cena termino sobre el buró de su cama sin ser probado si quiera pues estaba intacto al día siguiente. MI madre se fue desde temprano así que al abrir los ojos me percate de que ni siquiera se despidió de nosotros pues solo dejo comida lista en la estufa. Para el momento en que despertamos la casa estaba vacía a excepción de que solo nosotros dos estábamos haciéndonos compañía. Sin otra opción más que solo esperar de nuevo aquel miércoles por la mañana calenté el almuerzo de nuevo para alimentar a Naran. Encendí el televisor siendo que estaba el noticiero de la mañana que me aburria demasiado, pero en esa ocasión no me importo por lo que no cambie de canal. El único en verlo siempre era mi padre por lo que supuse que él lo sintonizo durante algunos de sus descansos. Al calentar el almuerzo mi cabeza comenzó a llenarse de ideas ambiguas acompañas de un sentimiento de tristeza. Por lo que desde la puerta grité.

—¡Naran!—de forma estruendosa.

—Voy—gritó como respuesta. 

—Ya está el almuerzo—grité de nuevo. 

Mientras comencé a escuchar los pasos que descendían hacia la planta baja mientras colocaba comida sobre un plato de plástico. Observé tras la ventana al señor Ezequiel quien había llegado en esa ocasión con más nietos haciéndole compañía en aquella mañana para pescar. Fue realmente raro pues veía en sus rostros felicidad genuina de acompañarse por lo que decidí salir al pórtico para sentarme en una silla de madera para divisar el panorama. Naran al percatarse de que no estaba en la cocina como él lo esperaba salió a buscarme al pórtico.

—¿No vas a venir a almorzar conmigo?—me preguntó extrañado. 

—Si voy a entrar solo necesitaba salir a tomar aire—respondí.

—¿Mamá a qué hora se fue?—preguntó. 

—No estoy seguro quizás desde las 6 de la mañana—le respondí.

—Se siente sola la casa—dijo.

—Si se siente bastante sola—.

—¿Qué tienes hermano?—me preguntó con preocupación. 

—Nada, solo estos sentimientos extraños que emergen desde el pasado—le respondí. 

—¿Ya viste que hay gente en la bahía?—me preguntó. 

—Si es Don Ezequiel con sus nietos—respondí.

—¿Lo conoces?—preguntó confundido. 

—Si al parecer el conoce a nuestro padre, pero no sé si sean amigos—.

—¿Quieres ir a la bahía a nadar un rato?—me preguntó. 

—Suena bien vayamos a tomar aire—le respondí. —Solo que primero quiero que almuerces para poder ir—.

—Tu tampoco has almorzado—me dijo.

—Yo ya almorcé y no te consta que no sea así—respondí tratando de confundirlo. 

—Bien almorzare entonces—. 

—Ve, te estaré esperando aquí hermano—. 

De la manera más rápida aquel plato fue vaciado en su totalidad y al termino de quedarse sin comida este fue puesto en el fregadero con los cubiertos. Cuando menos esperaba ya estaba mi hermano afuera en el pórtico con ropa adecuada para salir a pasear. Esa mañana me dispuse a volver a caminar en el tómbolo pues en aquella ocasión no tenía intención algún de pescar en el mar. Mi hermano Naran era demasiado sociable siendo que apenas tenía los 7 años de edad. Acercándonos hasta donde se encontraba Don Ezequiel con sus tres nietos el sin ningún problema o dificultad se hizo amigo de ellos. Pues estaban en el mismo rango de edad fue como si ya se conocieran desde antes. Eso me gustaba bastante de mi hermano su facilidad para congeniar con las personas pues por otro lado a mí me costaba demasiado ser sociable. Mamá me decía que siempre tratara de hacer amigos pues es demasiado importante conseguir amistades en el camino. Don Ezequiel no necesito de mi ayuda para empujar el bote después de todo tenia a sus tres nietos a su disposición para ayudarle. 

—¿Cómo esta Don Ezequiel?—le pregunté.

—Bien joven Alex—dijo gustoso. —¿Tú cómo estás? ¿Cómo está tu papá?—me preguntó de vuelta.

—Bien Don Ezequiel—respondí. 

—No es verdad nuestra hermana esta hospitalizada, señor—dijo Naran parado a un lado de mí. 

—Entonces tu hermana aún no se recupera verdad—me dijo. 

—Lamentablemente no—dije afligido. 

Naran extendió dos toallas en la arena para sentarnos o recostarnos cerca del muelle. El señor Ezequiel aquella mañana estaciono su pequeña camioneta en una elevación de terreno un tanto alta que estaba del lado opuesto del muelle. Para cuando nos topamos cara a cara ya estábamos en la arena que rodeaba la bahía. Don Ezequiel tenía su bote en el comienzo de las olas en la zona litoral. 

—Es lamentable que tu hermana este pasando por eso—dijo amarrando su bote en un mástil del muelle. 

—Lo es señor Ezequiel y la verdad estoy bastante triste por eso—.

—¿Has pensado en ir a la isla lejana?—preguntó con un tono que le daba misticismo al lugar que me mencionaba. 

—Nunca había oído hablar de esa isla—le respondí. 

—Veras existe una leyenda que más allá de la bahía, mar adentro si vas en dirección recta encontraras una isla. Esta no es una isla común y cualquiera como las demás que están cerca de ciudad islillas, no. En ella habita un pez místico que tiene miles de años viviendo ahí, los pescadores dicen que si lo encuentras puedes pedir un deseo y este te lo cumplirá. Además de que el agua en el que está sumergido es lo más místico que alguna vez puedas llegar a probar. Si tomas de su agua nunca más te enfermeras—dijo el señor Ezequiel apuntándome con su mano y su brazo hacia el horizonte donde el mar no tenía fin, el mar era azulado y los rayos del sol lo cubrían de forma espléndida. 

—¿En verdad es cierto eso?—le pregunté. 

—No lo sé quizás sí, quizás no, pero también existe la creencia de que cuando estas a punto de llegar a esa isla lejana comienzas a experimentar turbulencias. No sé si refieran a algo más simbólico, pero es difícil llegar se cree que solo los que tienen sus convicciones claras pueden llegar sin problemas—. 

—¿Usted alguna vez la llego a ver?—le pregunté. 

—No, pero mi padre me contó que es verdad lo de las turbulencias porque estuvo a casi nada de llegar ya que vivió cosas que nadie más le ha creído—dijo.  

—¿Cómo que cosas?—pregunté.

—No lo sé mi padre nunca me lo quiso decir—respondió. 

Aunque pensé por instantes que eran puras patrañas lo que acababa de escuchar no tendría nada que perder si escuchaba. 

—No me hagas caso joven Alex quizás son puras habladurías de las personas—dijo. —Además de que dicen que si necesitas llegar a esa isla ella te llama de formas desprevenidas—agregó.

—¿A qué se refieren?—volví a preguntar. 

—No lo sé yo siempre necesite llegar y nunca me llamo de ninguna forma—dijo encogiéndose de brazos. 

—¿Cómo se llama esa isla?—le pregunté. 

—La isla que te digo se llama la isla lejana de Pitao—respondió sin dejar de hablar con aquella voz que le daba misterio a lo que me decía. 

Una vez que termine de escuchar aquellas palabras de quien era una de las pocas personas con las que hablaba no deje de pensar en todo aquello que me había dicho. Era demasiado increíble para ser verdad lo que me acababa de decir. 

—Eso si joven Alex la leyenda cuenta que quienes han llegado ya no han vuelto jamás—dijo. 

Así Don Ezequiel se dispuso a empujar su bote hasta la zona nerítica pues iría a lo más alejado de la bahía para pescar con sus nietos. Mi hermano y yo nos quedamos en la arena para nadar un rato, también me acompaño a caminar al tómbolo en el que pesque con anterioridad. Yo iba por enfrente a lo que mi hermano solo seguía mis pasos para preguntarme. 

—¿Qué tanto hablabas con el señor Ezequiel?—me preguntó. 

—Cierto no escuchaste nada de lo que me dijo por estar jugando con sus nietos—dije. 

Por lo que tuve que repetirle a mi hermano todo lo que escuché de la boca de aquel hombre. 

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP