Regresé a casa para tan solo quedarme inerte sentado en uno de los sillones de la estancia a la par de que aún seguía empapado. La casa estaba en oscuridad pues mi hermano menor se encontraba en el interior de su habitación. Estaba totalmente a oscuras mientras solo la luz de la entrada que estaba encendida alumbraba el interior un poco por las ventanas. El sonido de la lluvia me dejaba aturdido y en la oscuridad de mi casa no dije ninguna palabra. Así pasaron unas cuantas horas hasta que la noche comenzó a caer sobre todo lo que me rodeaba hasta que el teléfono de mamá sonó de vuelta. Mi cuerpo en la oscuridad inmóvil no hizo ningún tipo de movimiento hasta que la luz de la pantalla del celular alumbro de manera parcial el área donde me encontraba. Sin titubear con mi mano tomé el celular que se encontraba en la mesa de madera que estaba en medio de los tres sillones. Ahí lo deje cuando le llame a mi padre momentos antes así deslice el dedo pulgar para responder pues la llamada era del teléfono de papá.
—¿Mamá?—dije.
—Hijo estoy en el hospital—dijo mi madre.Su tono de voz durante aquella llamada nunca antes en mi vida lo había escuchado pues mi madre siempre al hablar irradiaba un buen estado de ánimo o al menos mera alegría. Fue inevitable no empezar a pensar posibles desenlaces catastróficos en los que llegue imaginar lo peor para mi hermana.
—¿Qué pasó mamá?—pregunté con bastante preocupación en mi voz.
—Al parecer tu hermana está bien afortunadamente logre salvarla—respondió con seriedad. —¿Entonces regresaran a casa ya?—pregunté con una disminuida angustia que se generaba en mi estómago. —No tu hermana estará internada en el hospital al menos solo el día de mañana. Estará bajo observación debido a que quedó inconsciente—respondió con una voz que ya se escuchaba cansada además de que agregó —Tu padre irá a la casa para cuidar de ti y tu hermano en un rato más—. —¿Entonces él esta allá contigo?—pregunté. —Si me acompañara hasta que vean que todo esté bien con tu hermana, mientras cuida de tu hermano en lo que llega tu padre—dijo a la par que la llamada terminó.Después de que mi madre colgara aquella breve llamada me dispuse a subir por las escaleras para ver cómo se encontraba mi hermano pequeño. Sin más caminé hacia la puerta de madera para proceder abrirla rápido pues la luz encendida que sobresalía sobre el umbral de su puerta me daba la certeza de que estaba despierto. Entrando me percate de que Naran se encontraba sentado en un costado de su cama observando la ventana que estaba frente a él. Solo observaba las gotas deslizantes sobre el vidrio de su ventana con sus cortinas recorridas a lo que se podía ver el patio de enfrente de nuestra casa. Me senté al lado contrario de la superficie de algodón de donde él se encontraba sentado. Quería hacerle sentir de alguna manera que estaba a su lado para acompañarle en aquel momento.
—¿Qué observas?—le pregunté.
—Tan solo miro las gotas de la lluvia me gusta ver cómo caen hasta la orilla—dijo. —¿Nuestra hermana Dulce estará bien?—agregó. —Si estará bien tú no te preocupes por ella—le respondí a mi hermano, pues ya tenía la certeza.La lluvia durante aquella noche al paso en que la luna avanzaba sobre el cielo fue constante. Las gotas en la ventana no dejaban de golpear los vidrios con fuerza, el sonido nos acompañaba a mí y a Naran que estuvimos esperando en su habitación hasta que nuestro padre llegará. El reloj despertador que se encontraba en el buró de la habitación de mi hermano marcaba las 10:00 p.m. De un momento a otro el tiempo transcurrió con bastante velocidad de modo que no me di cuenta. Hasta que el sonido de una llave siendo introducida en la chapa de la puerta principal fue escuchado por nuestro par de oídos. Sin más y sin titubear salimos de la habitación para decidir echar un vistazo de quien era el que entro por la puerta principal. Era papá como lo esperé, al entrar por la puerta en sus movimientos se veía el cansancio. Mi hermano pequeño se acercó para recibirlo con un cálido abrazo después de que él se quitó su impermeable color negro para colgarlo en el perchero ubicado a un lado de la puerta de la cocina. Mirándolo de forma directa solo le pregunté.
—¿Mi hermana estará bien?—manteniendo el contacto visual.
—Si, tu hermana estará bien ella quería volver conmigo esta misma noche, pero tu mamá insistió en que se quedarán, aunque sea solo el día de mañana—me respondió viéndome y al darse cuenta de que estaba empapado agregó. —¿Por qué no te has dado un baño hijo?—.En ese momento dejé de divagar pues me di cuenta de que durante toda la tarde hasta el anochecer estuve con mi ropa mojada.
—Cierto estoy mojado—respondí.
Papá notó de forma inmediata que no estaba en mis cinco sentidos él era muy observador pues siempre notaba las pequeñas cosas al igual que mamá. Se acercó desde la puerta de la cocina hacia mí que estaba postrado en el primer escalón. Estando frente a mí de manera firme tan solo me dijo.
—No fue tu culpa y no debes de estar preocupado tu hermana está bien—dijo sosteniendo mis hombros.
—Si papá—respondí.Voltee mi mirada hacia el final de las escaleras donde iniciaba el pasillo del segundo piso. Caminé dando unos cuantos pasos hacia la puerta de mi cuarto volví a repetir la rutina de un día antes pues entre nada más para tomar ropa seca con una toalla. Entre al baño sintiéndome un poco más tranquilo sabía que papá estaba cuidando de mi hermano menor en la estancia de abajo. Abrí una de las llaves para que el agua caliente comenzara a salir sin más logrando así sentir más tranquilo pues todo ya había pasado para aquel entonces. El mar devoró aquel bote lo que me hacía sentir bastante pequeño pues no pude impedir que se volcara. El sentimiento de culpa surgía porque sabía de qué era casi una reliquia para mi familia. Papá me contó desde que tengo memoria que con la ayuda de mi abuelo el construyó ese pequeño barco para usarlo cuando quisiera sin tener que pedir algún tipo de permiso a nadie. A él siempre le gustaba sentir que las cosas estuviesen a su disposición siempre. En ocasiones anteriores salimos a pescar en las mismas condiciones de clima, pero esta vez todo me jugo en contra. Quizás no debí de haberla llevado me repetía a mí mismo mientras al igual que una ventana bajo la lluvia las gotas se deslizaban por mi piel. Era una sensación de culpa lo que me mantenía bajo una intranquilidad acompañada de angustia. Mi mente pensaba que habría consecuencias severas ante lo sucedido. Sin más con mis torpes intentos de apagar mi cerebro durante esa noche baje hacia el comedor después de que la cena fue preparada. Casi fue de manera sistemática en la que me senté frente a mis cubiertos para después tomar con ambas manos la cuchara, el tenedor y el cuchillo sin filo. Terminé con rapidez para después desearle las buenas noches a quienes me acompañaron durante la cena de esa noche en específico. Cubrí mi cuerpo con las cobijas para quedarme dormido lo más antes posible, aunque siempre cuando una idea rondaba por mi cabeza era muy difícil pasarla desapercibida. De pronto cuando una idea muy específica surgía en lo más profundo de mis pensamientos esta siempre tomaba mayor protagonismo que cualquiera otra. El sueño poco a poco se fue apoderando de mí de pronto era como si el cansancio que ignore durante toda la tarde me estuviera esperando en la superficie de mi colchón. Rápidamente al cerrar mis ojos fue casi instantáneo quedarme totalmente dormido así aquel aguacero fue ignorado ante mi descanso. Al abrir mis ojos de nuevo el día era bastante soleado a comparación de la noche anterior donde no recordaba que hubiese tenido algún tipo de sueño. Siempre que esto me pasaba pensaba que era simplemente oscuridad en mi visión como la estática de una televisión sin un canal fijo. Con mi pijama aun puesta baje las escaleras percatándome de que nadie estaba levantado a esa hora de la mañana. Abrí la puerta de manera sigilosa pues quería pasar desapercibido sin que nadie se diera cuenta. Caminé cuesta abajo rápidamente sin siquiera haberme puesto un par de tenis que cubrieran mis pies ante la intemperie. Me postre a un lado del viejo muelle para observar la bahía con calma pues quería divisar si algún utensilio de los que usamos el día anterior se podría rescatar. Fue inútil pues nada había quedado flotando en la superficie del agua azulada aquella mañana soleada que se veía más azul que en ocasiones anteriores. Estaba en completa soledad caminando hacia la orilla del muelle observando las ondulantes olas que no sentían ninguna clase de culpa ante lo ocurrido. Hasta que de pronto escuché el sonido de alguien que estaba justo detrás de mí. Era un sonido similar al de un bote siendo bajado del cajón de una camioneta lo que me hizo voltear la mirada casi al instante. Una camioneta negra de dos puertas un tanto pequeña a comparación de verdina fue estacionada por un señor ya con canas de baja estatura estaba en compañía de un niño quien parecía ser su nieto. Este me miro para unos segundos después de mantener el contacto visual sin mucha distancia hacerme una pregunta lo que me sorprendió pues demostró ser amable.
—¡Buenos días joven!—me gritó desde la arena.
—Buenos días, señor—le respondí un poco apenado pues casi no solía saludar a personas. —Está muy bonito el clima no le parece—dijo apuntándome el cielo. —Si está muy bonito la verdad a comparación de ayer—respondí caminando sobre la madera hacia la arena para irme rápido a casa.Aquel señor al verme con un pijama de franela y una camisa desmangada con un par de pantuflas se percató de que quizás vivía cerca.
—No me diga ¿Usted es quien vive en esa casa en el acantilado?—dijo a modo de pregunta.
—Si—respondí incomodo. —¿Usted es hijo del señor Ariel?—preguntó. —Si él es mi padre—le respondí. —Yo conozco a su padre desde que era joven como usted—me dijo casi con alegría. —¿Enserio?—le pregunté. —Así es, yo junto a mi padre fuimos de los primeros pescadores en construir este muelle. Cuando veníamos su abuelo lo solía traer desde ahí lo conozco—.Aquel comentario genuinamente había despertado mi curiosidad por lo que sin pensar le pregunte al señor.
—¿Pues cuantos años tiene señor?—pregunté sin pensarlo. —Supongo que ya es bastante viejo—agregué con descaro.
—Tengo 65 años de edad joven-dijo tomándolo con humor. —Yo acompañaba a mi padre cuando tenía solo 15 años este fue de los últimos muelles de ciudad Islillas en construirse joven—agregó. —Vaya—dije asombrado. —Este muelle tiene más de 50 años de historia—agregué. —Así es—respondió de nuevo —¡Wow! Entonces ha durado demasiado—dije. —Si, aunque constantemente se le da mantenimiento joven—.Nunca fui realmente consciente en todo el tiempo que tenía viviendo en aquel lugar que aquella construcción tenía más tiempo en el mar que yo de vida. Generándome así un tipo de fascinación siendo consciente de que en la madera cientos de habitantes pisaron aquellas tablas que en conjunto daban la oportunidad de caminar sobre donde nacen las olas.
—Que interesante—le dije. —¿Va a pescar?—le pregunté.
—Así es voy a pescar con mi nieto—me respondió. —Déjeme le ayudo a empujar el bote hasta las olas—le respondí.Me acerqué para ayudarle a empujar su pequeña embarcación hacia el mar a la par de que ayudándole me presenté con él.
—Mucho gusto por cierto me llamo Alex—le dije.
—Yo soy Don Ezequiel—me respondió.Una vez que logramos empujar su pequeño bote al borde de la bahía Don Ezequiel me agradeció la ayuda que le había ofrecido durante aquella mañana. Tuve que volver después de despedirme para ir a almorzar a mi casa pues también quería saber a qué hora volvería mamá puesto que papá se iría a su trabajo después de cocinarnos. Sabía que durante aquella mañana tendría que cuidar de mi hermano al menos hasta ver a mi hermana de vuelta. La hora de entrada del trabajo ya estaba señalada en el reloj de pared que se encontraba en la cocina. Sin más al terminar de despedirnos de papá Naran y yo nos volteamos a ver mientras escuchábamos como se cerraba la puerta principal para segundos después escuchar como verdina era encendida.
—¿Mamá a qué hora va a volver?—me preguntó Naran con aún comida en su plato.
—No lo sé, supongo que sabremos hasta que mamá nos llamé—le respondí de manera tranquila. —Esperemos que no tarde mucho—. —Ya verás que no—le respondí tratando de reconfortarlo.Los rayos del sol acariciaban las ondulantes olas del mar, la madera resaltaba su color café en aquel muelle pues los miraba desde la ventana de la cocina. Me quedé ahí pues no deseaba ir a mi habitación siempre que lo hacía sentía que perdía contacto con el exterior. Aquel señor que conocí durante la mañana aún permanecía en la bahía con su nieto pescando con su pequeño bote. Era la primera vez que coincidimos pues siempre solía pescar en la tarde cuando el sol no se sentía tan feroz. Ya había mirado suficiente y el aburrimiento de observar detrás de la ventana lo comenzaba a sentir de manera incesante pues ya se había ido aquel señor con su nieto de la bahía. Hasta que detrás de la puerta principal se escuchó el auto de mi madre que ya había llegado y el reloj marcaba las tres de la tarde. De pronto me percaté de que estuve casi cuatro horas observando una ventana pues en la cocina estaba el único teléfono fijo. Salí al pórtico para ver que mi madre estaba en el asiento del piloto y mi pequeña hermana estaba en el asiento del copiloto. Cuando la vi sentí un sentimiento extraño que no pude describir en ese mismo instante pues era alegría en combinación de tristeza quizás era ese sentimiento extraño al que los demás llaman melancolía. Así solo las mire bajar del automóvil que se encontraba estacionado en la entrada de la cochera. Mamá siendo cuidadosa extendió un paraguas para que el sol no iluminara su piel manteniéndolo extendido hasta la entrada. Cuando las dos entraron por la puerta me quite de en medio para que ambas siguieran su camino.
—¿Cómo te sientes hermana?—le pregunté inquieto.
—Bien hermanito—me respondió.No fui plenamente consciente de que mi hermana había vivido un evento traumático hasta que mamá la llevo a reposar a su habitación. Con puerta cerrada pues no quería que algo exterior la perturbara. Estaba contento de que por fin llegaron las dos a casa pues la soledad de instantes atrás me hizo sentir una angustia. Dulce ya estaba recostada en su suave cama a lo que subiendo las escaleras mamá obstruía mi paso así alce la mirada viéndola a los ojos solo para que esta me preguntara.
—¿Qué vas a hacer?—.
—Voy a ir a ver cómo está mi hermana mamá—. —Tu hermana necesita reposo que te parece si después de comer subes a platicar con ella—. —De acuerdo—dije tratando de evitar a toda costa contradecir lo que decía.Ella se dirigió hacia la cocina.
—¿Qué vamos a comer?—le pregunté.
—Hare algo sencillo para no tardar mucho—respondió.Esa tarde en específico mamá estuvo se la paso en la cocina preparando la comida a lo que yo estuvo ayudando con los deberes de la casa. En ocasiones le ayudaba a limpiar el desorden que mi hermano pequeño solía hacer en las diferentes estancias. Sin más, de la cocina comenzó a emanar un delicioso aroma pues la comida ya estaba lista. Por el olor suponía que era carne de algún animal por lo que pensé que de camino acá hizo una parada para hacer las compras. De un momento para otro la mesa estaba montada lista para llevar a cabo el consumo de un mangar casero. Mientras Naran y yo nos sentamos en nuestras respectivas sillas mamá subió las escaleras con una sopa especial para nuestra hermana. Solo desde la planta baja escuchamos como la puerta de su cuarto se cerraba con sigilo pues después de todo era muy buena para hacer las cosas en orden. Comimos aquella tarde con una remota tranquilidad dejando de lado que solo comimos los dos. Mientras el cielo se teñía con la oscuridad de la noche sobre el cielo mamá se encontraba hablando con mi abuela por el teléfono fijo que estaba en la cocina a un lado del refrigerador. Subí para platicar con mi hermana así entrando a su habitación ella se encontraba recostada en su cama con un libro en sus manos pues solía leer bastante. Postrado de pie me mantuvo frente a su cama en dirección de donde ella yacía descansando.
—En la tarde quería subir para platicar contigo—.
—Si ya sé que mamá no te dejo porque quería que descansara lo más posible—me respondió. —Si, lo importante es que te sientas bien—. —Estoy bien hermano—me respondió colocando su libro sobre uno de los burós de su cama. —¿Cómo te sientes en estos momentos?—le pregunté. —Me siento bastante bien no es para tanto—dijo bromeando. —Definitivamente no, casi morías—le respondí. —Pero no fue así—respondió. —¿Si hubiera sido así?—le pregunté. —Pues no estaría aquí—dijo con sarcasmo en su voz y a la vez tomándolo con humor. —¿Te puedo preguntar algo?—dije. —Si claro que lo puedes hacer—me respondió. —Bien ¿Qué sentiste cuando el barco se hundió?—le pregunté.Dulce se puso en una posición más cómoda sentándose en su cama para poder responder ante mi pregunta.
—Fue realmente aterrador, cuando el barco se volcó dejándonos en el agua del mar tan picado me hizo sentir un miedo que nunca antes he sentido. Estar sentada contigo sobre la madera para de un momento a otro estar luchando por mi vida con olas que me golpeaban sin piedad. Sin duda ha sido algo que me ha enseñado a no temerle al mar de cierto modo es como la misma vida nadar en aguas turbulentas, aunque lo que no quiero volver a vivir jamás en mi vida es no saber de mi—.
—¿A qué te refieres?—le pregunté. —Cuando el agua comenzó a entrar por mi nariz y boca es donde me paralicé. Es como si estuvieras luchando con todas tus fuerzas hasta que de pronto ya no sabes nada de ti y simplemente la oscuridad se apodera de ti. Es como si se te negara la oportunidad de salvarte o al menos tratar de hacerlo ante una muerte tan rápida—. —¿Sentiste miedo?—. —Sin dudarlo, pero ahora que estoy aquí creo que lo que más miedo me da es saber que estuve inmóvil en la voluntad del agua—. —Lamento mucho que hayas pasado por esa experiencia tan traumática—dije con un nudo en mi garganta. —No tienes por qué pedir perdón hermano ya que fui yo quien deicidio ir contigo—dijo colocando la palma de su mano encima de la mía pues tomé asiento del otro lado de su cama. —¿Tu que sentiste hermano?—agregó esa pregunta a nuestra conversación. —Sentí mucho miedo de que algo malo te pasara—dije con mi voz como si estuviese a punto de llorar.Toda esa noche de aquel domingo me la pase en el cuarto de mi hermana manteniendo una muy cálida conversación. Hasta que llego el momento en el que tuve que irme a dormir a mi recamara. Al momento de hacerlo tuve que enfrentarme con aquellos pensamientos que no me dejaban descansar. Así me quede dormido divagando en sentimientos tan confusos de tristeza hasta que el cansancio de aquel día me hizo caer dormido. A la mañana siguiente tendría que levantarme temprano por lo cual trate de no desvelarme en aquellos pensamientos. Sin tener un bote que me perteneciera o alguno que alguien me prestara pues papá se había quedado sin el de él. Trataría de ir a pescar a una de las orillas que se encontraban del lado opuesto del muelle. Quedaba una tercera caña de pescar en la cochera que perteneció a mi abuelo paterno por ende sin pensarlo al llegar la mañana la tomé. Con un short de mezclilla unos tenis negros con blanco decidí encaminarme a la puerta desde la mañana. Sin que mi madre se diera cuenta de que salí ya que si se enteraba de que fui a pescar sin haber almorzado algo me regañaría. Caminando sobre las piedras y la arena cuesta abajo por la orilla del mar en los contornos de la bahía azulada bajo los rayos de un día bastante cálido me tope nuevamente con el señor Ezequiel. Este nuevamente llevo a su nieto a pescar al mismo lugar que la mañana anterior. Desde que me di cuenta de que se encontraba en el mismo lugar que yo me dispuse a saludarlo.
—¿Qué tal?—le dije desde unos cuantos metros de distancia de donde él estaba.
—¿Qué tal joven?—me respondió desde donde se encontraba de pie. —¿Ya viene a pescar con su nieto?—le pregunté. —Ya es hora joven ¿Usted también va a pescar?—me preguntó. —Si mire voy a pescar, pero en el tómbolo—. —¿Por qué va a ir a pescar ahí exactamente?—me preguntó. —Vera el bote de mi papá se hundió el sábado pasado cuando fui a pescar hasta los límites de la bahía al nivel de los cabos—le respondí. —Es una lástima que haya pasado eso—dijo Don Ezequiel mostrando empatía ante lo sucedido. —El mar en ocasiones es traicionero por eso cuando creas que no es buena idea navegar es mejor que no lo hagas—agregó. —Si lo sé y eso no es lo peor—le respondí. —¿Qué es peor que perder un bote?—preguntó con intriga. —Mi hermana casi muere ahogada en el mar—le respondí. —¿Como está tu hermana?—me preguntó.Dejando así de hablarme de "joven" o "usted" lo que me hacía sentirme raro ya que yo era el que debía de hablarle de esa manera.
—Mi hermana está bien afortunadamente logré sacarla a tiempo, aunque fue mi mamá quien la salvo—le respondí.
—Lo importante es que está bien—me dijo. —Te presto mi vote si deseas ir a pescar—agregó. —Por supuesto que no, deseo ir al otro lado del tómbolo para ir a ver si encuentro peces—. —De acuerdo, pero si cambias de parecer te lo puedo prestar en lo que terminamos de pescar yo y mi nieto—.Esa mañana no fue la excepción también le ayude a introducir su bote sobre las olas. Con el sol en su esplendor que se sentía tan cálido en aquel lunes. Me quite mis tenis como en todas las ocasiones anteriores para caminar sobre una estrecha lengua de tierra que me llevaría a una pequeña área de tierra firme. Ahí sin duda encontraría algún lugar para sentarme y arrogar los anzuelos que tenía mi antigua caña de pescar. En la vara de esta tenía el nombre grabado de quien había sido el padre de mi padre el señor Ariel Primero. Aquella caña en específico demás de tener su nombre grabado en la vara avejentada tenía una grabación que decía "esta caña pertenece a quien la lleve al mar". Por lo que la tomé sin temer pues de algún modo creía que esta era mía como si de alguna manera fuera de mi propiedad o siquiera me perteneciera. Estuve toda esa mañana en aquel lugar sentado en una de las orillas pues convertí a una roca en mi asiento de pesca. Traía una cachucha que tapaba mi rostro del sol, pero no a mi torso o a mi cuerpo de los hombros hacia abajo. Pesce tres peces en aquella ocasión, aunque el agua no estaba tan abajo mis pies quedaban colgando en el aire. Pataleando como si las brisas fueran un columpio a la par de que tomaba mi pesca de aquella jornada. Tomé por la cola a mis pescados para despedirme de aquel lugar eligiendo el mismo camino por el cual había llegado horas antes. A lo lejos mire a Don Ezequiel para decirle adiós desde la arena con una simple seña con la palma de la mano que tenía libre pues con la otra llevaba las cosas con las que pesque. Llegando a casa aquella mañana mamá ya estaba al tanto de mi escape al mar. Abrí la puerta para entrar dándome cuenta de que el almuerzo estaba listo desde la cocina pues el aroma de la comida llegaba hasta mis fosas nasales. Mamá estaba levantada con su pijama de color rosa y una camisa blanca muy ligera de tela. Al verme tan solo me preguntó.
—¿Por qué te fuiste a pescar tan temprano hijo?—.
—No lo sé mi cuerpo se fue en automático hacia el tómbolo que está a un lado del muelle—. —¿Como que no sabes?—me preguntó. —Si me quedaba acostado la ansiedad no me dejaría estar tranquilo acostado en mi cama—dije. —Además te traje tres peces, míralos—dije.Coloque aquellos tres peces coloridos sobre el fregadero para que ella los guardara debidamente en el refrigerador.
—¿Estás molesta mamá?—le pregunté.
—Por supuesto que no estoy molesta solo avísame cuando salgas así, estuviste casi toda la mañana allá ya es medio día—. —De acuerdo te avisare a la próxima perdóname—. —Está bien, ya siéntate a almorzar se enfriará tu plato—me respondió.Al sentarme en el mismo asiento después de ponerme mi camisa de botones miré alrededor de la mesa para percatarme de que mi hermana permanecía en su habitación a lo que le pregunté a mi madre.
—¿Mi hermana dónde está?—.
—Tu hermana no bajara a comer porque hoy al despertar se sintió cansada así que me pidió que le llevara su almuerzo a la cama—respondió mi madre. —¿Cansada?—pregunté con extrañeza. —Tu come en lo que yo le llevo su comida—dijo mi madre en lo que comenzó a subir las escaleras.Mientras mi hermano menor se estuvo conmigo durante esa mañana para comer. Papá ya no estaba pues su trabajo comenzaba de ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Antes de dar el primer bocado con nuestros paladares gustosos de consumir la comida de nuestra madre. Teníamos la costumbre de decirnos "provecho" siendo casi una tradición pues no comíamos si no nos decíamos aquella palabra. Al termino de comer enseguida me puse de pie pues tendría que lavar el plato que utilice a lo que mi hermano se encamino enseguida de mi para hacer lo mismo. Un par de pasos se escucharon desde las escaleras pues mamá ya había terminado de alimentar a mi hermana. Enseguida subí al termino de lavar lo que ensucie pues quería saber cómo se sentía ella al entrar sin siquiera tocar la puerta a sabiendas de que le disgustaba eso. Me senté al pie de su cama para enseguida preguntarle.
—¿Cómo te sientes?—.
—Me siento un tanto cansado no tuve fuerzas para bajar a almorzar con ustedes, lo siento—respondió. —No tienes por qué pedir perdón hermana—. —¿Dónde estabas tu hermano?—me preguntó. —Estaba en el tómbolo que esta a un lado del viejo muelle—le respondí. —¿Haciendo?—dijo con un tono juguetón en su voz. —Estaba pescando—le respondí siguiéndole el juego. —¿Cuantos peces trajiste?—me preguntó. —Traje tres peces muy coloridos—. —De verdad me gustaría verlos—me respondió. —Pues están en el fregadero de la cocina por si puedes bajar para verlos—respondí. —No creo poder bajar hermano—dijo colocándose en otra posición sobre la superficie de su cama.El aire acondicionado de su habitación estaba encendido el viento que provenía de este en una de las paredes en la parte inferior me hacían sentir frio. A lo que me puse de vuelta de pie arropándola con aquella cobija color rosa que casi siempre le pedía a mamá que cubriera su colchón.
—Bueno te dejo para que descanses de acuerdo—le dije dirigiéndome hacia la puerta.
—Está bien—me respondió.Sin más baje a la sala para encender el televisor mientras que en la cocina mi madre estaba haciendo una llamada. Mi hermano Naran se acercó para pedirme que le ayudara a colorear los dibujos de unos peces que hizo momentos anteriores. Eran adorables aquellos dibujos pues, aunque su forma era inexacta de alguna forma se veían bastante caricaturizados. Mientras tomaba en mis manos crayolas maltratadas para rayar el papel sobre los contornos de un crayón negro que le daban forma a aquellos pescados dibujados. Me mantuve coloreando unos cuantos minutos en la mesa de centro sentado sobre los azulejos del piso color blanco. El sonido del teléfono siendo colgado fue escuchado a la par de que el televisor sonaba de fondo con uno de esos programas de dibujos animados. Me puse de pie para volver a caminar hacia donde se encontraba mi mamá pues colgó aquella llamada con enojo.
—¿Qué pasa mamá?—le pregunté.
—Nada hijo solo es que estuve hablando con tu abuela para platicarle como esta tu hermana Dulce—. —¿Qué fue lo que te dijo?—le pregunté. —Me dijo que tu hermana contraería la enfermedad del mar—. —¿Enfermedad del mar?—le pregunté extrañado. —Es una vieja creencia que se tiene en ciudad Islillas de que cuando alguien se ahoga en el mar naufragando y sobrevive se enfermará—me dijo incrédula ante aquellos prejuicios colectivos de la ciudad donde vivíamos. —¿Eso es verdad mamá?—le pregunté. —Por supuesto que no hijo eso es solo una superstición de pescadores—respondió.Durante aquel medio día mi madre subió a su habitación para recostarse unos instantes pues se volvería a levantar unos momentos después para hacer unas cuantas labores. Mientras la veía subir las escaleras volví con mi hermano para pedirle un pequeño favor. Le pedí que le hiciera un dibujo a nuestra hermanita para que se sintiera mejor y así se levantara lo más pronto posible de su cama. Aquel dibujo era el de un pez color rosa con una sonrisa como una curva acompañada de dos puntos negros como sus ojos. De descripción estaba escrito "espero que te mejores pronto cara de pez". Con el entusiasmo de un infante subió las escaleras para entregarle el dibujo al recibirlo en sus manos demostró entusiasmo por él. Yo iba unos cuantos pasos detrás de Naran para ver aquella escena tan linda.
—¿Te gusto el dibujo que hizo Naran?—le pregunté.
—Si, está bastante lindo—respondió con una bella sonrisa. —¿Qué estabas haciendo?—le pregunté —Estoy leyendo un libro de poemas—me respondió colocando este en la superficie de su buró.—Esperamos que te sientas mejor pronto—le dije. —Si hermanita espero que te sientas mejor mañana para ir a visitar a la abuela—agregó Naran. —Bueno hermano vámonos para seguir dibujando en la sala—dije con tranquilidad. Aquel lunes fue bastante agradable pues me la pase dibujando con mi hermano menor mientras nuestra madre se encontraba en la cocina preparando la comida para la hora en que llegara papá. Por lo que no volví a salir y ese día transcurrió con normalidad a la par de que, hacía actividades con mi hermanito. Vimos el televisor, dibujamos, comimos lo que se nos preparó así hasta que la noche llegó para cenar. Ese lunes podría decir que fue el último día en el que estuvimos completos como familia bajo el techo de nuestro hogar ya que a partir del martes de esa semana en específico algo comenzó a pasar. El martes mi hermana Dulce despertó durante la madrugada con problemas respiratorios. Todos creímos que fue el aire acondicionado que estuvo encendido todo el día anterior. A
En las tardes con unextraño yo suelo hablaren dónde vivía.En el alto acantiladodonde viví mis traumas quenecesito superar parasentir mis alegrías.Recuerdo lo que contigo viví.Ela era una recién graduada de la universidad pues terminó de estudiar su licenciatura en química de alimentos. Al fin sus frutos valieron la pena después de tanto esfuerzos, sacrificios y desvelos. En el país que estaba no era muy común que las mujeres se graduaran en el estrato social al que ella pertenecía. Una noche salió con un grupo de amigas para ir a un bar cerca del mar en Mazatlán pues su grupo organizó un viaje de graduación a ese lugar. Después de haber tomado bebidas alcohólicas que l
¿Cómo me mantendré secosi constantemente en míhay muchas tormentas?¿Cómo mantendré mis heridascerradas si constantementehay objetos filosos que mecaen encima?Necesito la respuesta.Al pasar la tarde en un lugar tan emblemático Alex sabía que tenía que regresar, los dos meses que se hospedó con Dagur ya habían sido suficiente como para poder volver a enfrentar sus demonios de la soledad. Esa tarde Dagur fue a dejarlo hacia al acantilado donde él vivía. Cuando bajo de la camioneta, Dagur sentiría la soledad que no le gustaba vivir pero más sin embargo no tenía otra opción.—¿Estas seguro de querer hacer esto?. Sino
Obtuve la oportunidadde salir a mar abierto.Estando en altamarno sé si te encuentro.Te fuiste hace mesesya casi un año.En mi mente tú nuncadesapareces.Quiero saber si te voy encontrar.Aún con una fuerte lluvia por enfrente empujó aquel bote pues se adentraría a mar abierto, cuando por fin estuvo completamente en el agua se embarcó en el viaje para ir a buscar a su hermana. Con el agua muy agitada se alejaba lentamente del muelle que estaba recién reparado, aquel barco se perdía conforme se alejaba. Mientras tanto el despistado de Dagur estaba totalmente desconocido e ignorante ante la decisión que tomó Alex adentrarse a una exploración marítima. Transcurr&ia
En el nuevo muelle ya pude recordarplaticando con un extraño que pude olvidar.Hablando con él supe que loconocía desde antes de la tormenta.Pasó una tormenta y salí a alta mar,conocí un animal en el agua ancestralcon el cual pude platicar, estando en elagua me acordé de todo.En el invierno pude recordar.—Puedes decirme ¿Qué fue lo que recordaste confía en mí?—.—No puedo, tengo mucho miedo de revivir aquellos recuerdos que mi mente suprimió todo este tiempo—.—No te presionare a que me digas solo dejaré que las cosas salgan a flote por si solas—.Alex volt
Ya pude reconciliar el sueñotodas las nochesme di cuenta que nunca tomasteaquel blanco velero.Tengo tu frasco de perlasen un mueble a un lado de mi camaal levantarme lo veo cada mañana.Me olvidé del dolor que me dejasteya pude vivir tranquilo.Un velero inexistente me teníaen el exilio pero con tu ausencia ya vivo.Me enseñaste muchas cosas al finaly una vida por fin tengo.Dagur y Alex viajaban por los caminos de Reikiavik para dirigirse hacia el pueblo de Akureiry, irían a ver las majestuosas auroras boreales. Por mucho tiempo Alex planeó aquel viaje pero por coincidencias de la vida no se pudo llevar a cabo. Cuatro horas y
Aquella tarde de un verano más exactamente en un mes de julio me encontraba postrado de pie en la madera de un viejo muelle. El tiempo acumulado que este tenía provocaba que la misma madera rechinara ante el peso de mi joven cuerpo. Un par de nubes en el cielo me daban una comodidad al esconder los rayos del sol que si me descuidaba quemaban mi piel sin piedad. Mi camisa color gris se encontraba sobre el bote en el que había salido a pescar unos cuantos peces para la cena a lo que mi torso se encontraba desnudo ya que el clima era bastante cálido. El bote en el que pesque durante esa tarde era algo viejo pues papá lo tenía desde su juventud aproximadamente en la misma edad que yo 19 años en ese entonces. Mi hogar se encontraba cerca de ese muelle subiendo una colina demasiado inclinada aquella casa se ubicaba exactamente en la cima de un acantilado a lo que podía llamar hogar siendo un lugar bastante hogareño al estilo de una cabaña. Ventanas, persianas y puertas de madera construidas