CAPÍTULO 138: Recordando

Alexander

Acabo de bajarme del avión y camino por el aeropuerto de Seúl directamente hacia la salida.

Afuera está parqueada la camioneta de Federico; mi madre y él están recostados en ella, esperándome con los brazos cruzados. En cuanto ella me ve, corre hacia mí y se arroja a mis brazos, llenándome de besos por todo el rostro.

—¡Hijo, mi amor, estás aquí!, te extrañé como no tienes una idea.

—Yo también me alegro de verte, mamá, pero no es para tanto.

—¡¿Cómo que no es para tanto?, si eres mi hijo y te amo! —exclama dándome otro fuerte abrazo que me deja sin aire en los pulmones.

—Está bien, ya es suficiente, también te quiero.

Mi madre hace un mohín y se aleja para darle paso a su esposo que estaba esperando para saludarme.

—Hola, Alex, qué tal —me ofrece su mano.

—Qué tal Federico —correspondo a su saludo con un medio abrazo.

—Subamos al auto, Alex debe estar muy cansado —propone mi madre.

Federico le abre la puerta del copiloto y me subo en la parte de atrás de la camioneta.

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