AlexanderAcabo de bajarme del avión y camino por el aeropuerto de Seúl directamente hacia la salida.Afuera está parqueada la camioneta de Federico; mi madre y él están recostados en ella, esperándome con los brazos cruzados. En cuanto ella me ve, corre hacia mí y se arroja a mis brazos, llenándome de besos por todo el rostro.—¡Hijo, mi amor, estás aquí!, te extrañé como no tienes una idea.—Yo también me alegro de verte, mamá, pero no es para tanto.—¡¿Cómo que no es para tanto?, si eres mi hijo y te amo! —exclama dándome otro fuerte abrazo que me deja sin aire en los pulmones.—Está bien, ya es suficiente, también te quiero.Mi madre hace un mohín y se aleja para darle paso a su esposo que estaba esperando para saludarme.—Hola, Alex, qué tal —me ofrece su mano.—Qué tal Federico —correspondo a su saludo con un medio abrazo.—Subamos al auto, Alex debe estar muy cansado —propone mi madre.Federico le abre la puerta del copiloto y me subo en la parte de atrás de la camioneta.Lo pr
AlexanderMis ojos se abren y lo primero que veo es el rostro alegre mi madre, viéndome como si hubiera estado esperando por mucho tiempo que despertara.—¡Alexander, mi amor! —exclama agarrando mis mejillas—. ¿Cómo te sientes?—Como si me hubiera pasado un tren por encima, mamá —admito, y es que es cierto. Me siento fatal—. ¿Dónde está Abril?—Ella ya viene, está viajando para acá; con suerte llegará pasado mañana.—¿Viajó en el avión privado? —pregunto rogando que su respuesta sea un sí; no quiero esperar tanto para verla, me urge que esté aquí.—Ten paciencia, hijo, en cuanto me llamaron de ese bar para avisarme lo que te había pasado, le marqué —explica acariciando mi cabello—. ¿Qué te pasó, por qué te desmayaste?Su pregunta me hace viajar en el tiempo a esa sensación tan increíble que experimenté, pero no solo a eso; mi conciencia repasa toda mi vida y entiendo que he vuelto a ser yo otra vez.—Se siente tan extraño —afirmo arrugando el entrecejo—, pero lo recuerdo todo mamá, es
Estoy en el apartamento de mi amado recogiendo el gimnasio del gato con mi mejor amigo que se ofreció a ayudarme, y al mismo tiempo estamos planeando cómo carajos va a pedirle la mano a Rachel.Yo le di varias sugerencias ya, pero no está conforme con ninguna. A veces Christopher es peor que una mujer eligiendo ropa, y eso logra estresarme bastante porque no sé de dónde diablos sacar una buena idea con la que él esté satisfecho; no sé para qué me dijo que le ayudara con eso si va a rechazar cada una de mis propuestas.Salimos del apartamento cargando el enorme gimnasio de Shiro que por poco no cabe por la puerta. De no ser por todas las maromas que tuvo que hacer mi mejor amigo para salir, mi humor no se habría recuperado y ahora no estaría riéndome de él, sino completamente amargada por su culpa.—¿Tienes una idea de cómo vamos a meter esta cosa al auto? —pregunta arrugando el entrecejo.—No, supongo que tendremos que sacar la camioneta de Alex.—¿Acaso cuantos carros tiene Alexander
Lo miro a los ojos, como si en ellos pudiera encontrar una explicación a lo que acabo de escuchar, y aunque su mirada lo dice todo, opto por preguntárselo, aunque balbuceando:—¿Q-qué dijiste?Sus ojos brillan con un amor infinito mientras se pone de rodillas sin dejar de mirarme...—Pequeña, ¿quieres ser mi esposa?Las lágrimas se escapan de mis ojos antes de que pueda controlarlas y mis labios permanecen entre abiertos mientras tiemblan casi imperceptiblemente, impidiéndome esta vez darle una respuesta tan rápida como la primera; sin embargo, escarbo en lo profundo de mi ser, hasta sacar fuerzas para mover mis labios y responderle:—¡Sí!, ¡claro que quiero ser tu esposa! —doblo mis rodillas para estar a su nivel—. Me casaría contigo aquí y ahora mismo.Lo beso mientras sonríe y los dos nos ponemos de pie para aferrarnos al otro en un abrazo.—Te amo, mi pequeña niña preciosa. Esta vez no voy a olvidarte nunca jamás.Las lágrimas continúan saliendo de mis ojos mientras voy entendiend
Subimos a la habitación y entramos justo antes de que Lucía nos vea al salir de la suya.Todo está demasiado oscuro y camino con precaución, seguida de Alex; palpando las paredes, hasta que encuentro el interruptor y me doy cuenta de que no hay luz.¡Paf!—¡Aggg!Un golpe sordo seguido del gruñido de Alex me hace pegar un brinco.Me doy la vuelta y veo su sombra, saltando en un pie hasta la cama.—¿Qué pasó mi amor? —me apresuro hacia él y enciendo la linterna de mi celular.—¡Demonios!, —se lamenta sujetándose un pie—. ¡Cómo duele!Acerco la linterna para mirar y me sorprendo.Su dedo meñique está sangrando.Las luces se encienden de repente y me apresuro a ir por el botiquín.—Ven, voy a curarte —me arrodillo frente a él.—¡Duele horrible, pequeña!Estoy segura de que en verdad le está doliendo. Nunca lo había visto quejarse así y empiezo a preocuparme de que sea grave.—Deberíamos llamar a un médico, me preocupa que te hayas roto el hueso.—No necesito médicos, nena —lo miro ponien
Llegamos a la casa y lo primero que hago al entrar al cuarto es quitarme los tacones y pisar placenteramente el suelo frío.Me desnudo rápidamente y entro al baño para darme una ducha. Abro la llave de la regadera, metiendo mi mano bajo el agua para tantear la temperatura del agua.Doy un paso al interior, pero una mano me envuelve por el abdomen y me obliga a retroceder.Antes de que pueda protestar, Alexander me pega a su cuerpo y se inclina a mi oído:—¿A dónde vas sin mí?, ¿no pensabas esperarme?—Amor, creí que tenías cosas que hacer —respondo en un susurro porque el acaloramiento ha aumentado.—Eres una chica independiente y me gusta, pero tendré que castigarte. —Sus labios se abren y la punta de su lengua acaricia mi cuello, dando besos lentos y salvajes que me obligan a cerrar los ojos.—Castígame.Sus labios recorren mi pabellón auricular derecho, dando suaves y delicados besos alrededor.Sus manos comienzan a subir por mi abdomen hasta llegar a mis pechos y comienza a acaric
Alexander«¡Qué bello amanecer y qué preciosas vistas!»¿Para qué una cortina?, si tengo ese par de preciosas nalgas frente a mi cara, cubriéndome de los rayos del sol que entran por la ventana.No puedo evitar darle una nalgada y ella se estremece. Con sus ojos chiquitos me mira ofendida, pero sé que también le gustó cuando le guiño un ojo y me sonríe.—Amor, ¡me asustaste!—Es hora de irnos nena.Un puchero se forma en su carita y la beso para consolarla.Parece que mis labios tienen el poder de revivirla, porque enseguida se levanta para meterse al baño; caminando por la habitación completamente desnuda. Mi amiguito no pide permiso para levantarse cuando mis ojos la recorren de arriba a abajo; sin embargo, debo guardarme las ganas de un mañanero y la espero paciente para poder darme una ducha de agua fría.Estoy extrañando como nunca a Shiro, Panqueque y el señor Clock; es como si no los hubiera visto en meses, aunque meses si han pasado varios desde que perdí la memoria.✍(◔◡◔)La
AlexanderAbril es la primera en asomarse por la puerta del cuarto justo cuando me levanto del sillón, y todos empiezan a salir de la habitación en fila india cubriéndose la nariz.—¡Amor! —me llama ella—. Te dejaron un regalito, ven a verlo.Me asomo a la habitación y me encuentro con un reguero de mierda de pollo en el suelo, cerca de la cama.—¡Mierda, qué asco! —me cubro la nariz haciendo una mueca como los demás—. Le falta educación.—Intenta educar a un gallo a ver si puedes, además no olvides que también es tu hijo.—Ahora entiendo por qué tu vecino se lo quería comer.Abril me enseña el dedo medio y enseguida la levanto y la tiro sobre la cama. Esquivando los parches de mierda en el camino, me apresuro a la puerta y la cierro detrás de mí, dejándola encerrada en el cuarto.—¡Eres un tramposo, ábreme la puerta! —vocea golpeando la madera con los puños.Me río y camino hacia el patio con la intención de buscar algo para limpiar el desastre que hizo el emplumado, cuando me topo