—Pequeña yo te... yo te quiero... yo te quiero conmigo, Abril...Su respiración es agitada, pero, así como sus movimientos, se va ralentizando mientras lo miro y le respondo con un beso.—Siempre estaré contigo.Alex sonríe y me devuelve el beso antes de dejarse caer sin fuerzas a mi lado.Recuperamos el aliento poco a poco y luego él se levanta de un salto al ver la hora en su reloj, ofreciéndome su mano.—No puedo levantarme, me tiemblan las piernas y no entiendo como tú puedes recuperarte tan rápido.—Vamos, princesa. —Me levanta entre sus brazos—. Te llevaré cargada hasta el aula.—¿Así?, ¿desnudos?Sonríe burlón y me descarga sobre el sofá para empezar a recoger nuestra ropa y vestirse.Hago lo mismo lentamente y él está listo en cuestión de segundos.Se sienta en la esquina del sofá, mirando cómo me termino de vestir, mientras no dejo de temblar.—¿Puedes dejar de mirarme así?, me estás poniendo nerviosa.Suelta una risa negando con la cabeza.—¿Nerviosa?, ¿después de lo que hic
AlexanderHoy Abril y yo no tenemos mucho que hacer aquí, así que mientras llega, procuro adelantar el trabajo pendiente para que terminemos rápido.Quiero invitarla a salir para pedirle que sea mi novia otra vez.Me enamoré de ella y no voy a dejarla escapar por nada del mundo; quiero que esa mujer sea mi compañera en esta y todas las vidas que se nos permita vivir. Aunque muera y reencarne, juro que la buscaré hasta volver a encontrarla.Perdí la memoria, pero ahora sé que mi amor por ella siguió intacto y seguirá siendo eterno...El sonido de mi celular me interrumpe mientras guardo todo en los archivadores. El nombre que aparece en la pantalla me hace preocupar; es franco, el guardia de seguridad de la casa de mi padre.Cuando mi hermana me contó que Mon-Ki salió de la cárcel, inmediatamente lo contacté y le advertí que me tuviera al tanto de cualquier situación extraña que sucediera. La instrucción más precisa fue que me llamara si a Mon-Ki se le ocurría aparecer en la mansión, p
Cuelgo la llamada con el amor de mi vida y no puedo parar de llorar.«¿Porqué tengo que ser tan chillona?»Han pasado tan solo unas horas desde que lo vi por última vez y ya siento que lo extraño demasiado. Tal vez se debe a que él ahora va a estar a millones de kilómetros de distancia y ni siquiera pude despedirme como se debía; sin embargo, en medio de toda esta tristeza, también hay una alegría incomparable porque él me dijo que me ama y eso me basta para poder continuar el resto de mi día con toda la buena actitud del mundo.Ahora estoy esperando un taxi que me lleve al hospital.Hannah y Choi necesitan de mi compañía en este momento; su padre fue herido por esa perra loca y aunque no se lleven muy bien con él, deben estar pasándola mal.Yo no podría imaginarme cómo me pondría si algo así le llegara a suceder a mi papá o a mi mamá, a pesar de que ella y yo no tenemos una muy buena relación y se deterioró más después de lo que pasó, simplemente no podría vivir sin ella...Llego al
AlexanderAcabo de bajarme del avión y camino por el aeropuerto de Seúl directamente hacia la salida.Afuera está parqueada la camioneta de Federico; mi madre y él están recostados en ella, esperándome con los brazos cruzados. En cuanto ella me ve, corre hacia mí y se arroja a mis brazos, llenándome de besos por todo el rostro.—¡Hijo, mi amor, estás aquí!, te extrañé como no tienes una idea.—Yo también me alegro de verte, mamá, pero no es para tanto.—¡¿Cómo que no es para tanto?, si eres mi hijo y te amo! —exclama dándome otro fuerte abrazo que me deja sin aire en los pulmones.—Está bien, ya es suficiente, también te quiero.Mi madre hace un mohín y se aleja para darle paso a su esposo que estaba esperando para saludarme.—Hola, Alex, qué tal —me ofrece su mano.—Qué tal Federico —correspondo a su saludo con un medio abrazo.—Subamos al auto, Alex debe estar muy cansado —propone mi madre.Federico le abre la puerta del copiloto y me subo en la parte de atrás de la camioneta.Lo pr
AlexanderMis ojos se abren y lo primero que veo es el rostro alegre mi madre, viéndome como si hubiera estado esperando por mucho tiempo que despertara.—¡Alexander, mi amor! —exclama agarrando mis mejillas—. ¿Cómo te sientes?—Como si me hubiera pasado un tren por encima, mamá —admito, y es que es cierto. Me siento fatal—. ¿Dónde está Abril?—Ella ya viene, está viajando para acá; con suerte llegará pasado mañana.—¿Viajó en el avión privado? —pregunto rogando que su respuesta sea un sí; no quiero esperar tanto para verla, me urge que esté aquí.—Ten paciencia, hijo, en cuanto me llamaron de ese bar para avisarme lo que te había pasado, le marqué —explica acariciando mi cabello—. ¿Qué te pasó, por qué te desmayaste?Su pregunta me hace viajar en el tiempo a esa sensación tan increíble que experimenté, pero no solo a eso; mi conciencia repasa toda mi vida y entiendo que he vuelto a ser yo otra vez.—Se siente tan extraño —afirmo arrugando el entrecejo—, pero lo recuerdo todo mamá, es
Estoy en el apartamento de mi amado recogiendo el gimnasio del gato con mi mejor amigo que se ofreció a ayudarme, y al mismo tiempo estamos planeando cómo carajos va a pedirle la mano a Rachel.Yo le di varias sugerencias ya, pero no está conforme con ninguna. A veces Christopher es peor que una mujer eligiendo ropa, y eso logra estresarme bastante porque no sé de dónde diablos sacar una buena idea con la que él esté satisfecho; no sé para qué me dijo que le ayudara con eso si va a rechazar cada una de mis propuestas.Salimos del apartamento cargando el enorme gimnasio de Shiro que por poco no cabe por la puerta. De no ser por todas las maromas que tuvo que hacer mi mejor amigo para salir, mi humor no se habría recuperado y ahora no estaría riéndome de él, sino completamente amargada por su culpa.—¿Tienes una idea de cómo vamos a meter esta cosa al auto? —pregunta arrugando el entrecejo.—No, supongo que tendremos que sacar la camioneta de Alex.—¿Acaso cuantos carros tiene Alexander
Lo miro a los ojos, como si en ellos pudiera encontrar una explicación a lo que acabo de escuchar, y aunque su mirada lo dice todo, opto por preguntárselo, aunque balbuceando:—¿Q-qué dijiste?Sus ojos brillan con un amor infinito mientras se pone de rodillas sin dejar de mirarme...—Pequeña, ¿quieres ser mi esposa?Las lágrimas se escapan de mis ojos antes de que pueda controlarlas y mis labios permanecen entre abiertos mientras tiemblan casi imperceptiblemente, impidiéndome esta vez darle una respuesta tan rápida como la primera; sin embargo, escarbo en lo profundo de mi ser, hasta sacar fuerzas para mover mis labios y responderle:—¡Sí!, ¡claro que quiero ser tu esposa! —doblo mis rodillas para estar a su nivel—. Me casaría contigo aquí y ahora mismo.Lo beso mientras sonríe y los dos nos ponemos de pie para aferrarnos al otro en un abrazo.—Te amo, mi pequeña niña preciosa. Esta vez no voy a olvidarte nunca jamás.Las lágrimas continúan saliendo de mis ojos mientras voy entendiend
Subimos a la habitación y entramos justo antes de que Lucía nos vea al salir de la suya.Todo está demasiado oscuro y camino con precaución, seguida de Alex; palpando las paredes, hasta que encuentro el interruptor y me doy cuenta de que no hay luz.¡Paf!—¡Aggg!Un golpe sordo seguido del gruñido de Alex me hace pegar un brinco.Me doy la vuelta y veo su sombra, saltando en un pie hasta la cama.—¿Qué pasó mi amor? —me apresuro hacia él y enciendo la linterna de mi celular.—¡Demonios!, —se lamenta sujetándose un pie—. ¡Cómo duele!Acerco la linterna para mirar y me sorprendo.Su dedo meñique está sangrando.Las luces se encienden de repente y me apresuro a ir por el botiquín.—Ven, voy a curarte —me arrodillo frente a él.—¡Duele horrible, pequeña!Estoy segura de que en verdad le está doliendo. Nunca lo había visto quejarse así y empiezo a preocuparme de que sea grave.—Deberíamos llamar a un médico, me preocupa que te hayas roto el hueso.—No necesito médicos, nena —lo miro ponien