CAPÍTULO LXII. ENTRE LLAMASGaelTodo a nuestro alrededor parecía un infierno. Y de una forma literal, lo era. Neil había insistido un par de veces más en que prender el castillo en fuego no era una buena idea porque el calor me debilitaba, pero no había otra manera de hacerlo. Aquel lugar era su fortaleza, el sitio en donde mantuvieron secuestradas a aquellas personas para después convertirlas en bestias.Había que destruirlo hasta los cimientos.El fuego consumía todo cuanto se abría paso ante él, como las fauces hambrientas de un lobo devorando a su presa. Las llamas color ámbar se alzaban y se extendían por las paredes y el techo, atrapando a las columnas y a los muebles; también creando un calor insoportable.Pequeñas gotas de sudor se deslizaban por mi frente y sentía que el ruido de mis latidos era mucho más fuerte que el de la madera siendo consumida por el fuego. Pero estaba seguro de que nadie más que yo podía escucharlo. Aun así, cada pulso era más recio que el anterior, la
CAPÍTULO I. EL CHICO DE LOS OJOS GRISESAnissaNunca en la vida me imaginé mudarme al Reino de Steiggad. En parte, porque ni siquiera conocía de su existencia. Y, en parte, porque mi madre jamás mencionó que me enviaría a este lugar cuando cumpliera dieciocho.—Gracias —murmuré, cuando el hombre del servicio de la diligencia me dio mi desgastada valija—. Es usted muy amable.El hombre de piel quemada por el sol y pelo canoso me ofreció una sonrisa cordial, pero no tardó en acompañarla con una advertencia.—Tenga cuidado por estas calles, señorita —advirtió—. A algunos zoquetes les gusta intentar pasarse de listos cuando ven a una mujer sola.Tragué fuerte y moví la cabeza en un q
CAPÍTULO II. LA CHICA DE CABELLO DORADOGaelEra difícil ver unos ojos como esos en aquel pueblo. No, no me refería al color verde que encerraba sus pupilas, sino a lo que ardía dentro de ellos; un coraje que distaba de las actitudes petulantes o aduladoras de todos aquellos que solían rodearme. Unos ojos que escondían dentro de sí el miedo y lo convertían en valor.Unos ojos que no tenían la menor idea de quién era yo.Estaba acostumbrado a tener siempre cierto tipo de miradas sobre mí. La mayoría, eran de temor. Otras, muy pocas, en realidad, expresaban respeto. El resto era falsa estima, que utilizaban para disfrazar sus intereses.Y luego, estaba esa mirada… Esa que no me reconoció como lo hacía el resto y que, verdaderamente, se mantuvo esperando una respuesta de mi parte.
CAPÍTULO III. AMATISTAAnissaTenía un dolor de cabeza espantoso. Evidentemente, mi cuerpo estaba resintiendo el poco descanso que le di y, más que eso, todo el tiempo que estuve despierta, esperando escuchar algo más… Cosa que no sucedió.Aun así, lo que escuché esa noche fue suficiente como para hacerme pensar que mi tía y yo no estábamos precisamente seguras en esa casa. La puerta era de madera y simplemente tenía una tranquilla que cualquier animal grande, como un oso, podría romper sin ningún problema.Pero, ¿y si no era un oso…? ¿Qué otro animal podría ser?Jamás en mi vida había visto uno, así que no tenía la menor idea de con qué más podía relacionarlo.—Estás muy cal
CAPÍTULO IV. ESTAR CONDENADOAnissaMi tía me habrá hecho unas cien advertencias antes de marcharme hacia el Palacio. Ella continuaba resistiéndose a la idea, pero agradecía que, a pesar de ello, respetara mi decisión. Estaba dispuesta por completo a hacer algo de provecho mientras estuviese ahí, y nada me quitaría esa idea de la cabeza.Salí temprano de la casa para no llegar con demora al lugar. Mi tía me explicó en dónde quedaba el hogar de la familia más importante y acaudalada de Steiggad; nada menos que al otro extremo del pueblo, cruzando una zona que distaba del bullicio y gentío del centro. Por el contrario, allí se abrían paso amplios caminos donde transitaban los caballos y los carruajes de familias adineradas.Los campos permitían que se instala
CAPÍTULO V. DIFERENTEAnissaComencé a trabajar en el Palacio aquella misma tarde. Evidentemente, no había tiempo que perder. Hilda requería con impaciencia a alguien que ocupara el puesto de la antigua trabajadora, mientras que yo necesitaba que la semana de prueba culminase pronto.Mientras tanto, me esmeraría por demostrar que podía con el trabajo pesado y que lo hacía bien. No me agradaba la mirada de crítica que Hilda colocaba sobre todas las trabajadoras, como si esperase que falláramos estrepitosamente en lo que hacíamos.Pasé el dorso de mi mano sobre mi frente y tomé una pequeña bocanada de aire, para continuar con lo que hacía. Estaba de rodillas en el suelo, con una cubeta llena de agua junto a mí y una esponja húmeda entre mis dedos, fregando el piso d
CAPÍTULO VI. MARIPOSASAnissaHabía terminado de fregar el piso de la zona del pasillo que Hilda me encomendó y, pese a que mis rodillas dolían un poco por la postura, aún tenía suficiente energía como para continuar sin problema alguno.Lo único que realmente me tenía cansada, era la pañoleta blanca que llevaba en la cabeza. No estaba acostumbrada a usarla todavía y sentía que solo me producía más calor. Tan pronto como salí a uno de los tantos patios del Palacio, me apresuré en quitármelo de la cabeza.Me sentí aliviada cuando permití que el cabello cayera sin demasiado orden alrededor de mi cara y sonreí para mí misma al pensar en que a Hilda le habría dado un infarto si me viera. Pero necesitaba un respiro, uno mínimo, antes de
CAPÍTULO VII. EN LA OSCURIDAD DEL BOSQUEAnissaApresuré mis pasos para alejarme pronto del Rey Idris y su mirada crítica. Estaba completamente segura que yo no le agradaba un poco. Ni yo, ni ningún otro sirviente, en realidad. Nadie que no estuviera «a su nivel» sería considerado como alguien digno de su atención jamás.Pero Gael no era como su padre.Mientras me adentraba en las entrañas del bosque, no podía evitar pensar en lo que dijo antes.«No tienes que preocuparte por eso frente a mí. Ni tienes que dirigirte a mí por el cargo que ocupo. Ya hay demasiada gente haciéndolo, Anissa. Y, sé que tú no eres como ellos.»¿Qué habría pensado el Rey, si lo hubiese escuchado hablar de esa manera? Seguro que habrían teni