CAPÍTULO VI. MARIPOSAS
Anissa
Había terminado de fregar el piso de la zona del pasillo que Hilda me encomendó y, pese a que mis rodillas dolían un poco por la postura, aún tenía suficiente energía como para continuar sin problema alguno.
Lo único que realmente me tenía cansada, era la pañoleta blanca que llevaba en la cabeza. No estaba acostumbrada a usarla todavía y sentía que solo me producía más calor. Tan pronto como salí a uno de los tantos patios del Palacio, me apresuré en quitármelo de la cabeza.
Me sentí aliviada cuando permití que el cabello cayera sin demasiado orden alrededor de mi cara y sonreí para mí misma al pensar en que a Hilda le habría dado un infarto si me viera. Pero necesitaba un respiro, uno mínimo, antes de
CAPÍTULO VII. EN LA OSCURIDAD DEL BOSQUEAnissaApresuré mis pasos para alejarme pronto del Rey Idris y su mirada crítica. Estaba completamente segura que yo no le agradaba un poco. Ni yo, ni ningún otro sirviente, en realidad. Nadie que no estuviera «a su nivel» sería considerado como alguien digno de su atención jamás.Pero Gael no era como su padre.Mientras me adentraba en las entrañas del bosque, no podía evitar pensar en lo que dijo antes.«No tienes que preocuparte por eso frente a mí. Ni tienes que dirigirte a mí por el cargo que ocupo. Ya hay demasiada gente haciéndolo, Anissa. Y, sé que tú no eres como ellos.»¿Qué habría pensado el Rey, si lo hubiese escuchado hablar de esa manera? Seguro que habrían teni
CAPÍTULO VIII. PROTECCIÓNAnissaGracias al cielo, no sufrí ningún otro incidente en el camino y pude llegar con bien a la casa, en donde mi tía me recibió tan pronto como toqué la puerta. Parecía haber estado justo detrás esperando mi llegada. Y, tan pronto como se apareció frente a mí, me recibió con un fuerte y cálido abrazo.Solo habían pasado unas horas desde el mediodía hasta ese momento, pero sentí que ese gesto era todo lo que necesitaba para sentirme más tranquila, por lo que correspondí a su gesto dejándome envolver, cansada, en sus brazos.—Pero mira lo tarde que es, Ani —exclamó ella, cuando nos separamos, aunque todavía mantenía sus manos puestas sobre mis hombros. Sus ojos me miraban con preocupaci&o
CAPÍTULO IX. LAS BESTIAS Anissa —No entiendo absolutamente nada de lo que estás diciendo, Kelly —Me giré por completo hacia ella y le ofrecí una mirada confundida—. ¿Cómo es que algo así podría ser posible? Mis palabras, en realidad, eran un esfuerzo de mi propia mente por entrar en negación. No quería permitirme a mí misma pensar en las posibilidades y llegar a considerar las palabras de Kelly como algo cierto, pero sabía que estaba haciendo un esfuerzo en vano. Mi «yo» racional podía luchar contra lo que ella dijo, pero mis instintos y esas sensaciones que quedaron impregnadas en mi piel desde esa noche se mantenían intactas. Yo sentí algo, un peligro que no podía describirme, siquiera, a mí misma. ¿Cómo iba a negarme eso también? —Ani, sé que eres nueva en este pueblo y que lo que digo puede sonar como un total disparate —otorgó—. Pero yo he pasado toda
CAPÍTULO X. HERIDAAnissaGracias al hecho de que iba más ocupada viendo mis propios pasos y pensando en mi situación, no me preocupé por mirar lo que tenía enfrente.Y, gracias a eso, terminé tropezando con otra persona.Solté un quejido cuando choqué contra la espalda de a que era más alto que yo: Un hombre. Me llevé una mano a la frente para masajear el golpe que me había dado y junté las cejas.—Lo siento —murmuré, todavía distraída.Solo cuando él se giró hacia mí, noté quién era. Pude reconocer su rostro, aunque antes lo hubiese visto bajo la oscuridad de la noche. Era el mismo chico del caballo que me encontré antes, quien parecía prepararse para descargar sus buenas quejas contra quien se hub
CAPÍTULO XI. HIELOGaelSeguí a mi padre por el pasillo, sin demostrar ningún tipo de ánimo en mi rostro. Tenía un humor de los mil demonios esa mañana y lo menos que deseaba era tener que soportar sus interminables reclamos.Además, acababa de interrumpirme con Anissa; otra vez. Ya ni siquiera sabía si lo hacía a propósito, o no. Cual fuera el caso, no obedecería a sus advertencias sobre ella. Para mi padre, nadie que no tuviera una buena cantidad de dinero valía lo suficiente como considerarlo como alguien importante. Y, aun así, la importancia que les brindaba a esas personas era netamente políticas.A veces recordaba a la persona que solía ser antes, cuando aún parecía haber algo de humanidad en él. Pero esos recuerdos eran tan lejanos, que se volv&
CAPÍTULO XII. MEDIA LUNAAnissaSentía que mi corazón se escaparía de mi pecho en cualquier momento. Mis latidos retumbaban con vehemencia, convirtiéndose en inclementes y dolorosas sacudidas que azotaban mis costillas. Mientras corría, sentía cada fibra de mi cuerpo arder, ante la espantosa sensación de espanto que recorría mis venas.Apenas y podía ver algo, pero no por la oscuridad de la noche, sino porque tenía la visión empañada. Las lágrimas cálidas escapaban de mis ojos sin cesar, provocando que estos ardiesen como si les arrojasen un puño de sal. Y no importaba qué tan rápido corriera, en mi mente seguía palpitando ese horroroso recuerdo, de cuando le arrebaté la vida a ese hombre.Lo asesiné…Escuchaba los sol
CAPÍTULO XIII. NOCTELARUSAnissaLa mañana siguiente, como era de esperarse, desperté sintiéndome terrible.Tenía las piernas cansadas y mi espalda dolía como si le hubiese pasado un caballo encima. Ni hablar del dolor de cabeza. Me sentía fatal y todo lo que quería era quedarme acostada por el resto del día, reponiendo energías. Pero sabía que no podía hacer eso porque, tan pronto como a mi mente regresaron los recuerdos, la incipiente calma se esfumó.Me senté en la cama y me pasé las manos por el rostro, antes de tomar un largo y cansado suspiro. Los rayos del sol entraban por la ventana, filtrándose con gracia entre la tela de las cortinas y creando una agradable iluminación. Podía escuchar el silbido de las aves afuera e intuía que era una m
CAPÍTULO XIV. INTERRUPCIONESAnissaNo había tenido tiempo suficiente como para pensar en mi situación, pues estaba más preocupada por apresurarme en llegar rápido al Palacio. Pero, de todos modos, era muy tarde. A eso debía agregarle lo largo que era el camino que debía cruzar desde mi casa hasta allí.Cuando llegué, estaba bastante agitada. Aun así, no me detuve sino hasta que entré al salón de servicio. Mi sorpresa fue encontrarlo vacío.Pero, ¡claro! ¡Todas las trabajadoras debían estar ocupadas preparando el Palacio para la celebración!Tomé un largo suspiro y salí de ahí, para cruzar los amplios pasillos, en búsqueda de Kelly o Hilda, a quien encontrara primero.Sin embargo, las encontré a ambas. Eso s&iacut