CAPÍTULO XI. HIELO
Gael
Seguí a mi padre por el pasillo, sin demostrar ningún tipo de ánimo en mi rostro. Tenía un humor de los mil demonios esa mañana y lo menos que deseaba era tener que soportar sus interminables reclamos.
Además, acababa de interrumpirme con Anissa; otra vez. Ya ni siquiera sabía si lo hacía a propósito, o no. Cual fuera el caso, no obedecería a sus advertencias sobre ella. Para mi padre, nadie que no tuviera una buena cantidad de dinero valía lo suficiente como considerarlo como alguien importante. Y, aun así, la importancia que les brindaba a esas personas era netamente políticas.
A veces recordaba a la persona que solía ser antes, cuando aún parecía haber algo de humanidad en él. Pero esos recuerdos eran tan lejanos, que se volv&
CAPÍTULO XII. MEDIA LUNAAnissaSentía que mi corazón se escaparía de mi pecho en cualquier momento. Mis latidos retumbaban con vehemencia, convirtiéndose en inclementes y dolorosas sacudidas que azotaban mis costillas. Mientras corría, sentía cada fibra de mi cuerpo arder, ante la espantosa sensación de espanto que recorría mis venas.Apenas y podía ver algo, pero no por la oscuridad de la noche, sino porque tenía la visión empañada. Las lágrimas cálidas escapaban de mis ojos sin cesar, provocando que estos ardiesen como si les arrojasen un puño de sal. Y no importaba qué tan rápido corriera, en mi mente seguía palpitando ese horroroso recuerdo, de cuando le arrebaté la vida a ese hombre.Lo asesiné…Escuchaba los sol
CAPÍTULO XIII. NOCTELARUSAnissaLa mañana siguiente, como era de esperarse, desperté sintiéndome terrible.Tenía las piernas cansadas y mi espalda dolía como si le hubiese pasado un caballo encima. Ni hablar del dolor de cabeza. Me sentía fatal y todo lo que quería era quedarme acostada por el resto del día, reponiendo energías. Pero sabía que no podía hacer eso porque, tan pronto como a mi mente regresaron los recuerdos, la incipiente calma se esfumó.Me senté en la cama y me pasé las manos por el rostro, antes de tomar un largo y cansado suspiro. Los rayos del sol entraban por la ventana, filtrándose con gracia entre la tela de las cortinas y creando una agradable iluminación. Podía escuchar el silbido de las aves afuera e intuía que era una m
CAPÍTULO XIV. INTERRUPCIONESAnissaNo había tenido tiempo suficiente como para pensar en mi situación, pues estaba más preocupada por apresurarme en llegar rápido al Palacio. Pero, de todos modos, era muy tarde. A eso debía agregarle lo largo que era el camino que debía cruzar desde mi casa hasta allí.Cuando llegué, estaba bastante agitada. Aun así, no me detuve sino hasta que entré al salón de servicio. Mi sorpresa fue encontrarlo vacío.Pero, ¡claro! ¡Todas las trabajadoras debían estar ocupadas preparando el Palacio para la celebración!Tomé un largo suspiro y salí de ahí, para cruzar los amplios pasillos, en búsqueda de Kelly o Hilda, a quien encontrara primero.Sin embargo, las encontré a ambas. Eso s&iacut
CAPÍTULO XV. MUNDOS SEPARADOSAnissaEl turno culminó más tarde de lo usual y, como tal, me sentía más exhausta de lo usual. Mi pobre espalda dolía en toda su extensión y tenía las piernas cansadas. No había parado en un solo momento desde que llegué, apenas y tuve tiempo para comer, pero en ese momento ni siquiera tenía hambre. Todo lo que quería era descansar un poco.Kelly tenía un poco más de energía que yo, también porque estaba acostumbrada al trabajo pesado, por lo que se quedó un rato más en el salón de servicio, limpiando las cubetas que ocuparíamos el día siguiente. Mientras tanto, yo me despedí de ella y me marché. Había terminado con mis labores.Mientras caminaba por uno de los extensos pasillos del
CAPÍTULO XVI. CORTESÍAS Y DESCORTESÍASAnissaHabía estado tan ocupada con los preparativos de la celebración, que no había tenido un solo momento del día para sentarme a descansar. El Palacio, de por sí, era enorme, pero se hacía aún más cuando uno necesitaba cubrir todos sus rincones para limpiar, decorar y organizar.Serían las tres de la tarde cuando me detuve un momento en el patio, afuera del salón del servicio. Sin resistir más el cansancio, me dejé caer sobre un tabique que sobresalía de la pared y cerré los ojos, soltando una larga, muy larga, exhalación.Todo lo que quería en ese mismo momento era quedarme así y permitir que el cansancio me venciera. Estaba necesitando mucho poder dormir, pero sabía que aún faltaba
CAPÍTULO XVII. LA POSIBLE CANDIDATAAnissaRegresé al interior del salón sosteniendo la bandeja entre mis manos y caminado con la espalda recta, para mantener una postura adecuada.También para evitar que se notase que me sentía un poco nerviosa.A medida que avanzaba hacia la mesa que ocupaban Gael y el Rey Idris, comenzaba a cuestionarme si había sido una buena idea hacerle caso a Kelly. Especialmente, empecé a hacerlo desde el momento en que los ojos grises del Príncipe de Steiggad se fijaron en mí.Lucía sumamente atractivo esa noche, con su abundante y ondulado cabello castaño peinado hacia un costado, el chaleco de color negro, sobre su camisa de la misma tonalidad, el cual tenía algunos detalles plateados, como los botones y las costuras en los hombros y el cuello. Su pantal&oacut
CAPÍTULO XVIII. ATREVIMIENTOAnissa—Ani, llevas como dos horas evitando volver al salón —acusó Kelly, quien me miraba ceñuda—. ¡O, tal vez más!Solté un suspiro cansado.—Creo que soy más útil aquí, que allá. Hay mucho por preparar y limpiar —murmuré, volteándome de nuevo hacia la mesa, para servir más bebidas.—Pues, yo pienso que estás actuando muy raro. Desde que volviste de la mesa del Príncipe, casi no has hablado y ahora no quieres salir —insistió.Humedecí mis labios y la miré de reojo, sin pronunciar ninguna palabra esta vez. Me detuve solo por un fugaz instante, en el que dudé si era una buena idea decir algo al respecto, pero pronto decidí que no lo era y seguí
CAPÍTULO XIX. CONDICIONESAnissaMi barbilla tiritaba, no solo por la rabia que sentía en ese momento, sino también por la frustración y las ganas de llorar que me suplicaban liberar mis emociones.—Anissa… —Gael se acercó a mí.Levanté la mirada hacia él. Mis ojos ardían.—Lamento haber arruinado la fiesta —dije, por lo bajo. Tenía la voz entrecortada.Aparté la mirada de él y me senté después en uno de los hermosos bancos de cemento que estaba a un costado de nosotros, juntando las manos sobre mis rodillas. Me sentía mucho peor que fatal.Gael tomó asiento a mi lado.—Tú no arruinaste nada, Anissa —aseguró él, con suavidad—. Y, créeme, esta fiesta no tiene ning&