CAPÍTULO XIV. INTERRUPCIONES
Anissa
No había tenido tiempo suficiente como para pensar en mi situación, pues estaba más preocupada por apresurarme en llegar rápido al Palacio. Pero, de todos modos, era muy tarde. A eso debía agregarle lo largo que era el camino que debía cruzar desde mi casa hasta allí.
Cuando llegué, estaba bastante agitada. Aun así, no me detuve sino hasta que entré al salón de servicio. Mi sorpresa fue encontrarlo vacío.
Pero, ¡claro! ¡Todas las trabajadoras debían estar ocupadas preparando el Palacio para la celebración!
Tomé un largo suspiro y salí de ahí, para cruzar los amplios pasillos, en búsqueda de Kelly o Hilda, a quien encontrara primero.
Sin embargo, las encontré a ambas. Eso s&iacut
CAPÍTULO XV. MUNDOS SEPARADOSAnissaEl turno culminó más tarde de lo usual y, como tal, me sentía más exhausta de lo usual. Mi pobre espalda dolía en toda su extensión y tenía las piernas cansadas. No había parado en un solo momento desde que llegué, apenas y tuve tiempo para comer, pero en ese momento ni siquiera tenía hambre. Todo lo que quería era descansar un poco.Kelly tenía un poco más de energía que yo, también porque estaba acostumbrada al trabajo pesado, por lo que se quedó un rato más en el salón de servicio, limpiando las cubetas que ocuparíamos el día siguiente. Mientras tanto, yo me despedí de ella y me marché. Había terminado con mis labores.Mientras caminaba por uno de los extensos pasillos del
CAPÍTULO XVI. CORTESÍAS Y DESCORTESÍASAnissaHabía estado tan ocupada con los preparativos de la celebración, que no había tenido un solo momento del día para sentarme a descansar. El Palacio, de por sí, era enorme, pero se hacía aún más cuando uno necesitaba cubrir todos sus rincones para limpiar, decorar y organizar.Serían las tres de la tarde cuando me detuve un momento en el patio, afuera del salón del servicio. Sin resistir más el cansancio, me dejé caer sobre un tabique que sobresalía de la pared y cerré los ojos, soltando una larga, muy larga, exhalación.Todo lo que quería en ese mismo momento era quedarme así y permitir que el cansancio me venciera. Estaba necesitando mucho poder dormir, pero sabía que aún faltaba
CAPÍTULO XVII. LA POSIBLE CANDIDATAAnissaRegresé al interior del salón sosteniendo la bandeja entre mis manos y caminado con la espalda recta, para mantener una postura adecuada.También para evitar que se notase que me sentía un poco nerviosa.A medida que avanzaba hacia la mesa que ocupaban Gael y el Rey Idris, comenzaba a cuestionarme si había sido una buena idea hacerle caso a Kelly. Especialmente, empecé a hacerlo desde el momento en que los ojos grises del Príncipe de Steiggad se fijaron en mí.Lucía sumamente atractivo esa noche, con su abundante y ondulado cabello castaño peinado hacia un costado, el chaleco de color negro, sobre su camisa de la misma tonalidad, el cual tenía algunos detalles plateados, como los botones y las costuras en los hombros y el cuello. Su pantal&oacut
CAPÍTULO XVIII. ATREVIMIENTOAnissa—Ani, llevas como dos horas evitando volver al salón —acusó Kelly, quien me miraba ceñuda—. ¡O, tal vez más!Solté un suspiro cansado.—Creo que soy más útil aquí, que allá. Hay mucho por preparar y limpiar —murmuré, volteándome de nuevo hacia la mesa, para servir más bebidas.—Pues, yo pienso que estás actuando muy raro. Desde que volviste de la mesa del Príncipe, casi no has hablado y ahora no quieres salir —insistió.Humedecí mis labios y la miré de reojo, sin pronunciar ninguna palabra esta vez. Me detuve solo por un fugaz instante, en el que dudé si era una buena idea decir algo al respecto, pero pronto decidí que no lo era y seguí
CAPÍTULO XIX. CONDICIONESAnissaMi barbilla tiritaba, no solo por la rabia que sentía en ese momento, sino también por la frustración y las ganas de llorar que me suplicaban liberar mis emociones.—Anissa… —Gael se acercó a mí.Levanté la mirada hacia él. Mis ojos ardían.—Lamento haber arruinado la fiesta —dije, por lo bajo. Tenía la voz entrecortada.Aparté la mirada de él y me senté después en uno de los hermosos bancos de cemento que estaba a un costado de nosotros, juntando las manos sobre mis rodillas. Me sentía mucho peor que fatal.Gael tomó asiento a mi lado.—Tú no arruinaste nada, Anissa —aseguró él, con suavidad—. Y, créeme, esta fiesta no tiene ning&
CAPÍTULO XX. OJOS DE PLATAAnissaAún con lo agotada que me sentía, debí levantarme a primera hora el día siguiente, al igual que el resto de mis compañeras, para limpiar. Parecía que el trabajo en el Palacio era interminable, pues, si haber decorado y organizado fue una odisea, limpiar y recoger todo era la cereza del pastel.Y lo peor era que ni siquiera tenía del todo claro que me alegrase el hecho de que eso fuera lo último que debía hacer antes de poder volver con mi tía, ya que lo que me esperaba en casa tampoco era precisamente alentador. De pronto, me veía atrapada entre dos mundos y la parte de mí que se resistía a aceptar su realidad, prefería sumergirse en el extenuante trabajo, con tal de no pensar en su situación.Sin embargo, era imposible no hacerlo. T
CAPÍTULO XXI. SANGRE DE DEMONIOAnissaMi corazón pasó de estar paralizado por completo, a verse envuelto bajo la terrible sensación de terror que recorrió mis venas, como el más cruel de los impulsos. Tenía la garganta estrangulada, incapaz de pronunciar una sola palabra, mientras mis ojos ardían como si les hubiesen arrojado un puño de sal.Entonces, corrí.Corrí tan rápido como pude, sintiendo mi vista empañarse por las lágrimas que cubrían mis ojos y el corazón convirtiéndose en no más que una jaula de dolor dentro de mi pecho. Mientras me acercaba al bosque, la imagen de Gael con esa terrorífica forma llenaba mis pensamientos, sacudiéndome por completo.Todo lo que quería era alejarme, escapar de ese recuerdo y creer que
CAPÍTULO XXII. FLAGGERMUSAnissaMi cabeza continuaba dando vueltas por todo lo que había pasado, también por el dolor. Constantemente, me preguntaba si todo lo que estaba viviendo se trataba de otra de mis pesadillas; de no más que un mal sueño del que despertaría en cualquier momento.Pero era precisamente el dolor, el que me recordaba que todo era real. Las heridas en mi pecho ardían, quemaban, como si estuviesen bajo fuego. Mientras tanto, Gael me llevaba en sus brazos por un pasadizo del castillo que jamás había visto antes. Parecía ser una entrada secreta. No se accedía a ella utilizando ninguna puerta, sino empujando un fragmento de la pared que se hundía, dando acceso a dicho pasaje.Luego de caminar por un largo pasillo y subir las escaleras, donde la iluminación era sumamente e