CAPÍTULO LVIII. MUERTOS VIVIENTES
Neil
Cuando desperté, lo primero que sentí fue el fuerte dolor de cabeza. Pulsaba en mi nuca y se expandía por todo mi cráneo. Estaba desorientado, no sabía qué era lo que pasaba, ni dónde me encontraba.
Entonces, comencé a recordar. A mi mente llegó el momento en el que fui golpeado a las afueras del castillo. Recordé haber caído al suelo y después ser rodeado por un apestoso humo rojo, antes de que todo se sumiera en la oscuridad.
Ahora me encontraba en un lugar oscuro, en donde también había un olor desagradable, mientras que mis muñecas estaban presas por las argollas de las cadenas, las cuales mantenían mis brazos suspendidos en una posición incóm
CAPÍTULO LIX. SOBREVIVIRAnissaNo podía creer lo que mis ojos veían, aun cuando había presenciado escenarios verdaderamente increíbles en el último tiempo.Esto era completamente diferente.Los aspectos de aquellas personas eran terroríficos. Guturales gruñidos escapaban de sus bocas, mientras que sus ropas estaban desgarradas y sucias. Parecían haber pasado una gran cantidad de tiempo encerrados. Ahora que veían la luz del día, estaban sedientos de sangre.Y esa sed se expresó en el salvajismo con el que comenzaron a correr hacia nosotros, guiados por Moira.Lo primero que llegó a mi mente fue que habíamos dejado atrás a los caballos, así que corrí con todas mis fuerzas hacia ellos.
CAPÍTULO LX. ESCENARIO DE SANGRE Y FUROR Anissa Probablemente, jamás en mi vida mi corazón había latido tan fuerte, como lo hacía en ese momento. Sentía que mi pecho iba a estallar en cualquier instante, producto de las emociones que recorrían mis venas. Sabía que aquel día era crucial. De nuestro éxito o fracaso, dependía todo el Reino. Pero yo no estaba dispuesta a fallar. Cuando Silver y yo nos abrimos paso fuera del bosque y llegamos al Palacio, me encontré con aquello que tanto temía: Los muertos vivientes infectados por los Ereseos ya estaban atacando. No vi rastros de Declan en ese momento, pero el lugar sí estaba minado de todas esas criaturas repulsivas que atacaban a los guardias, quienes, provistos con sus armaduras metálicas y sus espadas, se defendían tanto como podían. Aquel era un escenario de sangre y furor.
CAPÍTULO LXI. COMO UNA LIBÉLULAAnissaEl dolor me recorría de pies a cabeza.Las heridas eran profundas, desgarrando mucho más que mi piel y robándome cada vez un poco más de vida en cada aliento.La figura de Declan frente a mí habría aterrado a cualquiera. Sus ojos carmesíes parecían inyectados de sangre, o, tal vez, sedientos de ella. Estaba hambriento, ansioso, delirante, por dar la estocada final y ser él quien, con sus propias manos, acabara con mi vida.Él sabía que bien podía permitir que pasaran algunos minutos más y dejar que el tiempo se encargara de desangrarme. Pero no era lo que quería. Sus sádicas intenciones lo mantenían aferrados a la convicción de ser él mismo quien arrebatara mis últimas fuerzas.Aquel espeluznante Ereseo alzó su mano, mostrando el peligroso filo de sus garras.Lo haría.Se abalanzaría hacia mí.Y todo ocurrió en cuestión de segundos.Mi cuerpo estaba tan débil en aquel momento, que lo único que tenía claro era el dolor que sentía. Pero uno nuevo a
CAPÍTULO LXII. ENTRE LLAMASGaelTodo a nuestro alrededor parecía un infierno. Y de una forma literal, lo era. Neil había insistido un par de veces más en que prender el castillo en fuego no era una buena idea porque el calor me debilitaba, pero no había otra manera de hacerlo. Aquel lugar era su fortaleza, el sitio en donde mantuvieron secuestradas a aquellas personas para después convertirlas en bestias.Había que destruirlo hasta los cimientos.El fuego consumía todo cuanto se abría paso ante él, como las fauces hambrientas de un lobo devorando a su presa. Las llamas color ámbar se alzaban y se extendían por las paredes y el techo, atrapando a las columnas y a los muebles; también creando un calor insoportable.Pequeñas gotas de sudor se deslizaban por mi frente y sentía que el ruido de mis latidos era mucho más fuerte que el de la madera siendo consumida por el fuego. Pero estaba seguro de que nadie más que yo podía escucharlo. Aun así, cada pulso era más recio que el anterior, la
CAPÍTULO I. EL CHICO DE LOS OJOS GRISESAnissaNunca en la vida me imaginé mudarme al Reino de Steiggad. En parte, porque ni siquiera conocía de su existencia. Y, en parte, porque mi madre jamás mencionó que me enviaría a este lugar cuando cumpliera dieciocho.—Gracias —murmuré, cuando el hombre del servicio de la diligencia me dio mi desgastada valija—. Es usted muy amable.El hombre de piel quemada por el sol y pelo canoso me ofreció una sonrisa cordial, pero no tardó en acompañarla con una advertencia.—Tenga cuidado por estas calles, señorita —advirtió—. A algunos zoquetes les gusta intentar pasarse de listos cuando ven a una mujer sola.Tragué fuerte y moví la cabeza en un q
CAPÍTULO II. LA CHICA DE CABELLO DORADOGaelEra difícil ver unos ojos como esos en aquel pueblo. No, no me refería al color verde que encerraba sus pupilas, sino a lo que ardía dentro de ellos; un coraje que distaba de las actitudes petulantes o aduladoras de todos aquellos que solían rodearme. Unos ojos que escondían dentro de sí el miedo y lo convertían en valor.Unos ojos que no tenían la menor idea de quién era yo.Estaba acostumbrado a tener siempre cierto tipo de miradas sobre mí. La mayoría, eran de temor. Otras, muy pocas, en realidad, expresaban respeto. El resto era falsa estima, que utilizaban para disfrazar sus intereses.Y luego, estaba esa mirada… Esa que no me reconoció como lo hacía el resto y que, verdaderamente, se mantuvo esperando una respuesta de mi parte.
CAPÍTULO III. AMATISTAAnissaTenía un dolor de cabeza espantoso. Evidentemente, mi cuerpo estaba resintiendo el poco descanso que le di y, más que eso, todo el tiempo que estuve despierta, esperando escuchar algo más… Cosa que no sucedió.Aun así, lo que escuché esa noche fue suficiente como para hacerme pensar que mi tía y yo no estábamos precisamente seguras en esa casa. La puerta era de madera y simplemente tenía una tranquilla que cualquier animal grande, como un oso, podría romper sin ningún problema.Pero, ¿y si no era un oso…? ¿Qué otro animal podría ser?Jamás en mi vida había visto uno, así que no tenía la menor idea de con qué más podía relacionarlo.—Estás muy cal
CAPÍTULO IV. ESTAR CONDENADOAnissaMi tía me habrá hecho unas cien advertencias antes de marcharme hacia el Palacio. Ella continuaba resistiéndose a la idea, pero agradecía que, a pesar de ello, respetara mi decisión. Estaba dispuesta por completo a hacer algo de provecho mientras estuviese ahí, y nada me quitaría esa idea de la cabeza.Salí temprano de la casa para no llegar con demora al lugar. Mi tía me explicó en dónde quedaba el hogar de la familia más importante y acaudalada de Steiggad; nada menos que al otro extremo del pueblo, cruzando una zona que distaba del bullicio y gentío del centro. Por el contrario, allí se abrían paso amplios caminos donde transitaban los caballos y los carruajes de familias adineradas.Los campos permitían que se instala