Capítulo 25

CAPÍTULO XXV. LOS PELIGROS DE STEIGGAD

Gael

Había pasado un rato desde que Anissa se marchó, pero yo no podía dejar de pensar en ella.

Me encontraba sentado en uno de los sofás del salón compartido con mi habitación, uno de mis brazos descansaba sobre el reposabrazos y mis ojos se perdían en ninguna parte en específico. Mientras tanto, mi mente seguía fuera del Palacio, en el momento en el que ella dejó caer la protección de su collar para abrazarme.

Aún podía sentir su cuerpo pequeño y delgado entre mis brazos, aferrándose a mí como nadie lo había hecho antes.

«No eres una maldición para mí.»

Tragué pesado, al recordar su voz evocando esas palabras, la seguridad con la que las pronunció y e

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