Capítulo 32

CAPÍTULO XXXII. ANHELO

Anissa

¿Gael acababa de pedirme que fuera su esposa?

Estaba más que perpleja. Incluso, el ritmo de mi corazón había aumentado su ritmo, mientras que de mis labios tardaron en salir las palabras. Ninguna de ellas fue una respuesta; sino, por el contrario, una pregunta.

—¿Casarme contigo? —repetí, con la voz en un hilo.

El castaño asintió. Sus ojos grises no se separaban de los míos.

—Te pido que seas mi esposa, Anissa.

Estaba descolocada por esa propuesta, en todos los sentidos. Y estábamos tan cerca, que eso no me dejaba pensar con claridad. Todo lo que podía hacer era perderme en la tonalidad diáfana de sus ojos, mientras sus palabras se repetían de forma incesante dentro de mi mente.

Debí hacer un esfuer

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