CAPÍTULO XXXVII. LA ESTELA QUE LOS ENVOLVÍA
Anissa
El salón fue inundado por un espeso silencio, que, apenas, duró un instante. Después, fue reemplazado por murmullos que demostraban la confusión de las personas, la cual se convirtió en perplejidad cuando avancé, dejando atrás al grupo de señoritas que se encontraban alrededor mío, para caminar hacia la alfombra.
Entonces, el motivo de los murmullos cambió. El estupor se hizo presente cuando todos notaron que era de mí de quien Gael hablaba.
Nadie podía creer que una sirvienta sería la futura Reina de Steiggad.
Pero mi corazón latía tan fuerte, que eclipsaba a aquellas voces que no se atrevían a alzarse demasiado, pero que expresaban en susurros su descontento por l
CAPÍTULO XXXVIII. DOS CASCADASAnissaContinuaba sintiéndome mucho más que conmocionada con todo lo que había pasado esa noche.Gael y yo nos habíamos besado.Dos veces.Dios mío, si eso hubiese sido posible, mis mejillas se habrían incendiado. Sentía que todo en mi sangre echaba chispas. Era demasiado para asimilar de un solo golpe. Ni siquiera tenía claras las razones por las que tuve el impulso de besarlo de esa manera. Solo era consciente de que no pude evitarlo. Y él lo hizo de vuelta.¿Era posible que se sintiera de la misma forma que yo?No tendría el valor para preguntárselo, tampoco la oportunidad. Luego de que terminó el baile, muchas fueron las personas que se nos acercaron para saludar y felicitarnos. Claro, yo
CAPÍTULO XXXIX. SENTIMIENTOS ENCONTRADOSAnissaVolvimos al Palacio un rato después, cuando ya la fiesta había terminado. Todos debieron hacerse un sinfín de preguntas, pero me quedaba más que claro que a Gael le importaba muy poco lo que la gente pudiera opinar. Y debía admitir que esa era una de las cosas que más apreciaba de él.Pensé que nos despediríamos en la entrada del Palacio, pero Gael me acompañó hacia uno de los pasillos principales, que estaba arriba. Me sentí confundida, hasta que él sacó de su bolsillo una pequeña llave dorada, la cual me entregó en mis manos.—Ya no tendrás que dormir en ese cuarto de servicio, Anissa —Me dijo—. Ahora que comenzaremos con los preparativos para la boda, ten
CAPÍTULO XL. DOS SEMANASAnissaHabía estado sumergida en un sueño profundo cuando tocaron la puerta. No tenía la menor idea de qué hora era, pero la luz del sol inundaba los rincones del dormitorio, colándose a través de la fina tela de las cortinas que adornaban las ventanas.Me retiré las cobijas de encima y me pasé una mano por el rostro. Todavía me sentía adormilada y no era para menos. Con todo lo que había trabajado en ese último mes, al caer sobre una cama tan cómoda como esa, todo lo que quería era volver a dormir. Pero debí obligarme a terminar de despertar y me puse de pie.Abrí la puerta un poco cohibida, pues no sabía si era Gael quien estaba al otro lado. Me avergonzaba que pudiera verme así. Pero me s
CAPÍTULO XLI. BONDADAnissaDespués de hablar con Gael, decidí que era momento de regresar al dormitorio de servicio que antes ocupaba y buscar mi collar de amatista. La sensación de volver a estar ahí fue bastante extraña, a pesar de que había pasado muy poco tiempo. Mi mente aún no terminaba de acostumbrarse a los cambios que estaba dando mi vida y suponía que aún faltaba algo más de tiempo para eso.Así que, luego de buscarlo, estuve algunos minutos tan solo sentada en la que era mi cama, observando el dije entre mis manos y también pensando. No podía evitar recordar a mi tía cuando me lo entregó; la suma preocupación que ardía en sus ojos por protegerme, aun cuando yo no tenía la menor idea de lo que pasaba. Aunque&hel
CAPÍTULO XLII. TORMENTAAnissaA pesar de que era consciente de mi valor y de quién era yo, no podía evitar que las palabras del Rey Idris me sentaran como un balde de agua fría. Su desprecio hacia mí no tenía ningún límite y estaba segura de que solo aumentaría con el paso del tiempo.«Tú no eres nadie y, aunque lleves una corona en la cabeza, jamás dejarás de serlo.»Para él, era tan simple como eso. Todo se reducía a cuánto tenía una persona. Pero debía ser fuerte, sin importar lo mucho que dolía sufrir constantes desprecios, como ese. Debía ser fuerte porque lo que él pensara de mí era cosa suya y no mía, porque su criterio no me definiría jamás como person
CAPÍTULO XLIII. DEBILIDADGaelVolvimos al Palacio un rato después de haber hablado con el hombre del molino. No había mucho más que pudiéramos encontrar en aquella zona, pero lo que nos dijo nos dio una de las pistas más certeras que habíamos encontrado en todo aquel tiempo: Los demonios usaron su fuerza para secuestrar a esas personas, no para asesinarlas.¿Por qué?Había un lugar al que quería ir, tal vez estaba pasando por alto información sobre los Ereseos. Tenía que investigar.Y eso era lo que planeaba hacer en ese momento, pero cuando Neil y yo fuimos a dejar a nuestros caballos en las caballerizas, incluso antes de entrar, percibí el aroma de Anissa. Era reciente. Ella estaba ahí.—Neil, espérame en el Palac
CAPÍTULO XLIV. A UN PASO DEL ABISMOGaelLos días pasaban y los preparativos para la boda se estaban llevando a cabo. Anissa y yo decidimos que lo mejor era contratar a más trabajadores para aquellos días y así no sobrecargar a las personas con demasiadas labores. Eso también la había mantenido bastante ocupada. Anissa quería asegurarse por sí misma de que nadie estuviera trabajando de más.Pero, en ese mismo momento, necesitaba hablar con ella a solas. Así que, tuve que apartarla un momento del salón donde se llevaría a cabo la celebración y llevarla conmigo hacia otra zona del Palacio.—¿A dónde vamos? —Me preguntó, mientras la llevaba de la mano por un pasillo de la biblioteca—. Quiero decir, sé que es
CAPÍTULO XLV. BRILLOS DE PLATAGaelHabía terminado de prepararme y las personas que me ayudaron con ello habían salido del dormitorio, dejándome únicamente con Neil. Me encontraba frente al espejo, observándome. El traje que llevaba puesto era gris, pero los hilos de las costuras eran ligeramente plateados, por lo que le otorgaban un brillo especial. Los detalles en las mangas del chaleco, la espalda y los hombros sí eran por completo plateados. Mi cabello castaño tenía una especie de abertura en el medio, dejando que un par de mechones cayeran sobre mi frente, mientras que el resto estaba peinado en ondas hacia los costados y atrás.Para una figura importante, como un príncipe, era imprescindible mantener una buena imagen siempre. Eso fue algo que mi madre me inculcó.