CAPÍTULO XLIII. DEBILIDAD
Gael
Volvimos al Palacio un rato después de haber hablado con el hombre del molino. No había mucho más que pudiéramos encontrar en aquella zona, pero lo que nos dijo nos dio una de las pistas más certeras que habíamos encontrado en todo aquel tiempo: Los demonios usaron su fuerza para secuestrar a esas personas, no para asesinarlas.
¿Por qué?
Había un lugar al que quería ir, tal vez estaba pasando por alto información sobre los Ereseos. Tenía que investigar.
Y eso era lo que planeaba hacer en ese momento, pero cuando Neil y yo fuimos a dejar a nuestros caballos en las caballerizas, incluso antes de entrar, percibí el aroma de Anissa. Era reciente. Ella estaba ahí.
—Neil, espérame en el Palac
CAPÍTULO XLIV. A UN PASO DEL ABISMOGaelLos días pasaban y los preparativos para la boda se estaban llevando a cabo. Anissa y yo decidimos que lo mejor era contratar a más trabajadores para aquellos días y así no sobrecargar a las personas con demasiadas labores. Eso también la había mantenido bastante ocupada. Anissa quería asegurarse por sí misma de que nadie estuviera trabajando de más.Pero, en ese mismo momento, necesitaba hablar con ella a solas. Así que, tuve que apartarla un momento del salón donde se llevaría a cabo la celebración y llevarla conmigo hacia otra zona del Palacio.—¿A dónde vamos? —Me preguntó, mientras la llevaba de la mano por un pasillo de la biblioteca—. Quiero decir, sé que es
CAPÍTULO XLV. BRILLOS DE PLATAGaelHabía terminado de prepararme y las personas que me ayudaron con ello habían salido del dormitorio, dejándome únicamente con Neil. Me encontraba frente al espejo, observándome. El traje que llevaba puesto era gris, pero los hilos de las costuras eran ligeramente plateados, por lo que le otorgaban un brillo especial. Los detalles en las mangas del chaleco, la espalda y los hombros sí eran por completo plateados. Mi cabello castaño tenía una especie de abertura en el medio, dejando que un par de mechones cayeran sobre mi frente, mientras que el resto estaba peinado en ondas hacia los costados y atrás.Para una figura importante, como un príncipe, era imprescindible mantener una buena imagen siempre. Eso fue algo que mi madre me inculcó.
CAPÍTULO XLVI. LOS NUEVOS REYES DE STEIGGADAnissaMi corazón latía tan fuerte y aprisa como jamás lo había hecho antes. Cada uno de sus golpes producía un eco que retumbaba en mi pecho y se expandía por mis brazos, hasta las puntas de mis dedos. Y, en cada segundo, mis emociones tan solo se volvían más fuertes.La celebración se estaba llevando a cabo en la estancia más grande del Palacio. Y, vaya que lo era. Decorar todo en tan poco tiempo fue una verdadera proeza. El salón era sumamente amplio, sostenido por monumentales arcos y pilares, los cuales abrían paso a extensos corredores laterales y un camino principal, por el cual se extendía una larga alfombra plateada. Los costados estaban rodeados por la Guardia Real, donde los soldados se mantenían
CAPÍTULO XLVII. POR TODA LA ETERNIDADAnissaLo que sentía en aquel momento era indescriptible.Todo se traducía en una ferviente mezcla de nervios, emoción, ansias y expectativas. También tenía miedo, porque la responsabilidad que ahora asumía estaba lejos de ser una pequeñez y porque ante mí se imponían panoramas que nunca antes imaginé. Además, porque cuando Gael y yo salimos del Palacio, tomados de la mano, fuimos recibidos por muchas más personas de las que pensé que habría. Podía decir que todos los habitantes del pueblo fueron al Palacio para recibirnos como los nuevos Reyes.Mi corazón esparcía la sangre por mis venas con vehemente emoción, haciendo que los cosquilleos en mi estómago se volvieran a&ua
CAPÍTULO XLVIII. ALMAGaelLa fiesta terminó en la madrugada e imaginaba lo cansada que estaba Anissa. Habíamos pasado muchas horas ocupados. Ella necesitaba dormir y descansar, por lo que la acompañé hasta el que seguiría siendo su dormitorio.Cuando llegamos a la puerta, Anissa la dejó entreabierta, pero se dio vuelta hacia mí y sonrió ligeramente. Sus ojos verdes parecían brillar bajo la tenue luz de los candelabros.Se veía tan hermosa.—¿Cómo te sientes? —pregunté.Ella tomó un breve suspiro, antes de responder.—Todo esto ha sido… Impresionante —murmuró, sonriendo un poco más—. Una parte de mí aún tiene miedo, pero hay otr
CAPÍTULO XLIX. SENTIMIENTOSAnissaJamás habría imaginado que viviría una noche como aquella. Todas las sensaciones que había experimentado eran inexplicables y todo se reducía a lo perfecto que fue compartir un momento como ese con Gael.Había pasado mucho tiempo intentando resistirme a mis emociones, reprimir aquello que latía tan fuerte de mi pecho, pero fue imposible prolongarlo por más tiempo. Con nadie más me había sentido de esa forma y, aunque me asustaba el poder tan grande de estos nuevos sentimientos, no podía pasar más tiempo negándome a ellos.Así que, aunque el temor sobre lo que pudiera pasar en el futuro seguía ahí, me atreví a dar aquel paso con él. Y, no me arrepentiría jamás. No habría cambiado por nada del
CAPÍTULO L. JURAMENTOAnissaUn rato después, Gael me dijo que había un lugar que quería mostrarme. Tenía mucha curiosidad con respecto a de qué podía tratarse. Y estuve verdaderamente sorprendida cuando descubrí que era una oficina; un espacio amplio, con largas cortinas color crema, pisos de madera y ventanales que otorgaban vista a la paradera y, por supuesto, también a las cascadas.Fácilmente, podía decirse que aquel lugar tenía las mejores vistas de todo el Palacio.—De ahora en adelante, este espacio es tuyo, Anissa —dijo Gael, haciendo que me girara de las ventanas, hacia él. En sus labios había una pequeña sonrisa, pero en sus ojos se asomaba un rastro de melancolía—. Solía ser la oficina de mi madre. H
CAPÍTULO LI. BIENVENIDAAnissaUn par de noches después, Gael y yo teníamos una cena importante. Según era la tradición, los nuevos Reyes debían oficiar una velada, en la que se invitaban a algunas de las personas más influyentes del Reino. No estaba precisamente entusiasmada con ese hecho, pero tampoco quería romper la tradición, por lo que terminé accediendo; de cualquier modo.Yo no conocía a ninguna de esas personalidades importantes, por lo que fueron Gael y su padre quienes enviaron las invitaciones. No esperaba mucho de aquella cena, en realidad, solo que el tiempo pasara lo suficientemente rápido como para que pronto pudiéramos deshacernos de ese compromiso.Aunque, de todas formas, me sentía un poco nerviosa.