Capítulo 42

CAPÍTULO XLII. TORMENTA

Anissa

A pesar de que era consciente de mi valor y de quién era yo, no podía evitar que las palabras del Rey Idris me sentaran como un balde de agua fría. Su desprecio hacia mí no tenía ningún límite y estaba segura de que solo aumentaría con el paso del tiempo.

«Tú no eres nadie y, aunque lleves una corona en la cabeza, jamás dejarás de serlo.»

Para él, era tan simple como eso. Todo se reducía a cuánto tenía una persona. Pero debía ser fuerte, sin importar lo mucho que dolía sufrir constantes desprecios, como ese. Debía ser fuerte porque lo que él pensara de mí era cosa suya y no mía, porque su criterio no me definiría jamás como person

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