CAPÍTULO XXXIV. HONRAR SU MEMORIA
Anissa
El sol comenzaba a ocultarse entre las montañas cuando mi tía fue sepultada. El cielo se vestía de colores pasteles, rosa y naranja, mientras el ocaso desprendía los últimos rayos de un día que sucumbía.
Tal como Gael lo dijo, Neil nos ayudó con la sepultura. Nadie lo sabía, más que nosotros tres. Prefería mantenerlo de esa manera. Todo lo que necesitaba era un lugar donde sus restos descansaran…, un lugar al cual pudiera ir a visitarla y llevarle flores.
En ese preciso momento, tenía un pequeño ramo de margaritas entre mis manos. Yo misma las recogí en la pradera y había muchas más a nuestro alrededor.
Estábamos en un lugar bastante alejado del pueblo y del bosque. Ja
CAPÍTULO XXXV. LA AMENAZA DE LOS ERESEOSGaelHabían pasado varios días desde que Anissa aceptó ser mi esposa.Aún me parecía irreal pensar en ello, no solo porque jamás había considerado dar un paso como ese, sino también porque se trataba de ella. Por un momento, pensé que no aceptaría. No la habría culpado, si esa hubiese sido su decisión. El que yo apareciera de pronto con una propuesta como esa era algo que podía haberla alejado inmediatamente de mí.Pero eso no sucedió.Y aunque el motivo de nuestro matrimonio fuera para proteger al pueblo de los peligros que estaban por llegar, tenía claro que respetaría a Anissa. Siempre. Se convertiría en mi reina y le rendiría lealtad por ello.Cada ve
CAPÍTULO XXXVI. EL ANUNCIOAnissaLos días pasaron a una velocidad tremenda. O, quizá, fue solo la impresión mía, con lo nerviosa que me sentía. Cual fuera el caso, los nervios que me atacaban en aquel momento eran inmensos, colosales. Mis manos temblaban y el frío que se revolvía en mi estómago me recordaba a las ventiscas del invierno.La noche del anuncio, finalmente, había llegado.Me miré en el pequeño espejo del dormitorio y tomé un largo, muy largo, suspiro. Había aprovechado un momento para ir allí. Necesitaba estar a solas, aunque fuera por unos pocos minutos. Observé mi reflejo y parpadeé varias veces. El uniforme era especial; un vestido de color beige, con mangas largas un poco abultadas y cuello blanco redondeado, ad
CAPÍTULO XXXVII. LA ESTELA QUE LOS ENVOLVÍAAnissaEl salón fue inundado por un espeso silencio, que, apenas, duró un instante. Después, fue reemplazado por murmullos que demostraban la confusión de las personas, la cual se convirtió en perplejidad cuando avancé, dejando atrás al grupo de señoritas que se encontraban alrededor mío, para caminar hacia la alfombra.Entonces, el motivo de los murmullos cambió. El estupor se hizo presente cuando todos notaron que era de mí de quien Gael hablaba.Nadie podía creer que una sirvienta sería la futura Reina de Steiggad.Pero mi corazón latía tan fuerte, que eclipsaba a aquellas voces que no se atrevían a alzarse demasiado, pero que expresaban en susurros su descontento por l
CAPÍTULO XXXVIII. DOS CASCADASAnissaContinuaba sintiéndome mucho más que conmocionada con todo lo que había pasado esa noche.Gael y yo nos habíamos besado.Dos veces.Dios mío, si eso hubiese sido posible, mis mejillas se habrían incendiado. Sentía que todo en mi sangre echaba chispas. Era demasiado para asimilar de un solo golpe. Ni siquiera tenía claras las razones por las que tuve el impulso de besarlo de esa manera. Solo era consciente de que no pude evitarlo. Y él lo hizo de vuelta.¿Era posible que se sintiera de la misma forma que yo?No tendría el valor para preguntárselo, tampoco la oportunidad. Luego de que terminó el baile, muchas fueron las personas que se nos acercaron para saludar y felicitarnos. Claro, yo
CAPÍTULO XXXIX. SENTIMIENTOS ENCONTRADOSAnissaVolvimos al Palacio un rato después, cuando ya la fiesta había terminado. Todos debieron hacerse un sinfín de preguntas, pero me quedaba más que claro que a Gael le importaba muy poco lo que la gente pudiera opinar. Y debía admitir que esa era una de las cosas que más apreciaba de él.Pensé que nos despediríamos en la entrada del Palacio, pero Gael me acompañó hacia uno de los pasillos principales, que estaba arriba. Me sentí confundida, hasta que él sacó de su bolsillo una pequeña llave dorada, la cual me entregó en mis manos.—Ya no tendrás que dormir en ese cuarto de servicio, Anissa —Me dijo—. Ahora que comenzaremos con los preparativos para la boda, ten
CAPÍTULO XL. DOS SEMANASAnissaHabía estado sumergida en un sueño profundo cuando tocaron la puerta. No tenía la menor idea de qué hora era, pero la luz del sol inundaba los rincones del dormitorio, colándose a través de la fina tela de las cortinas que adornaban las ventanas.Me retiré las cobijas de encima y me pasé una mano por el rostro. Todavía me sentía adormilada y no era para menos. Con todo lo que había trabajado en ese último mes, al caer sobre una cama tan cómoda como esa, todo lo que quería era volver a dormir. Pero debí obligarme a terminar de despertar y me puse de pie.Abrí la puerta un poco cohibida, pues no sabía si era Gael quien estaba al otro lado. Me avergonzaba que pudiera verme así. Pero me s
CAPÍTULO XLI. BONDADAnissaDespués de hablar con Gael, decidí que era momento de regresar al dormitorio de servicio que antes ocupaba y buscar mi collar de amatista. La sensación de volver a estar ahí fue bastante extraña, a pesar de que había pasado muy poco tiempo. Mi mente aún no terminaba de acostumbrarse a los cambios que estaba dando mi vida y suponía que aún faltaba algo más de tiempo para eso.Así que, luego de buscarlo, estuve algunos minutos tan solo sentada en la que era mi cama, observando el dije entre mis manos y también pensando. No podía evitar recordar a mi tía cuando me lo entregó; la suma preocupación que ardía en sus ojos por protegerme, aun cuando yo no tenía la menor idea de lo que pasaba. Aunque&hel
CAPÍTULO XLII. TORMENTAAnissaA pesar de que era consciente de mi valor y de quién era yo, no podía evitar que las palabras del Rey Idris me sentaran como un balde de agua fría. Su desprecio hacia mí no tenía ningún límite y estaba segura de que solo aumentaría con el paso del tiempo.«Tú no eres nadie y, aunque lleves una corona en la cabeza, jamás dejarás de serlo.»Para él, era tan simple como eso. Todo se reducía a cuánto tenía una persona. Pero debía ser fuerte, sin importar lo mucho que dolía sufrir constantes desprecios, como ese. Debía ser fuerte porque lo que él pensara de mí era cosa suya y no mía, porque su criterio no me definiría jamás como person