Se sentía asfixiada, no podía respirar y una capa de sudor le cubría el cuerpo. Se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Jesenia, aunque la chica dormía con una profundidad envidiable.Caminó en dirección a la cocina siendo agobiada por una sensación de calor. Se acercó al refrigerador y se sirvió un vaso de agua.Comenzó a tomar el líquido, pero no podía tragar. Un nudo en la garganta funcionaba como muro de contención y le provocaba arcadas.Molesta, dejó el vaso sobre la encimera y salió al patio trasero. Nunca antes una pesadilla la había dejado en ese estado, pero la brisa nocturna le llenó los pulmones con aire renovado y aplacó sus ansiedades.Observó afligida el cielo. Una enorme luna intentaba brillar, pero varias nubes grises ocultaban parte de su belleza.Cerró los ojos para bañarse el rostro con la frescura de la noche, así se quedó por un tiempo indeterminado, hasta que un ruido producido a pocos metros la sobresaltó. Era como si algo hubiera caído del cielo.
Isabel llegó al trabajo unos minutos antes de la hora habitual. Eso le permitió prepararse sin apuro.Entró en el cuarto de los casilleros y guardó sus pertenencias, se ató los cabellos en una cola alta y se colocó el delantal naranja que la identificaba como empleada del Café Gourmet.Al estar lista se dirigió al exterior, el lugar iniciaba su ajetreo diario. El negocio se encontraba ubicado en la zona central de la ciudad, junto al patio de comidas de un concurrido centro comercial que desde tempranas horas abría sus puertas a los visitantes.—Fernández. —Ante el llamado de su jefe se sacudió del rostro cualquier rastro de agonía y alzó el mentón mientras dibujaba una sonrisa—. La señorita Yépez no vendrá, está mal de salud, ¿podrías atender por hoy las mesas de la terraza?—Seguro, no hay problema —respondió.En realidad, su trabajo allí consistía en mantener organizados y surtidos los mostradores y ayudar a servir los pedidos, pero ese día se producía un cambio que agradecía.Quiz
Al salir, lo encontró parado cerca del negocio vecino, con el hombro apoyado en la pared y las manos metidas en los bolsillos.Apenas ella cruzó el umbral, él alzó la vista. Sus ojos rasgados se mostraban más seductores que nunca.—Hola —lo saludó al estar frente a él.El hombre sonrió, se acercó a ella y, sin previo aviso, le dio un beso cerca de la comisura de los labios.—Hola —respondió a pocos centímetros de su piel—. ¿A dónde quieres ir? Pídeme lo que quieras —dijo mientras le acariciaba el labio inferior con su pulgar.Isabel se sintió saturada. Embrujada por sus caricias. No debía permitirle que la tocara de esa manera, sin conocerse, aunque no podía negar que le gustaba y había pasado toda la mañana esperando ese contacto.Si fuera tan atrevida cómo Jesenia le hubiera propuesto marcharse a un lugar privado, donde pudiera alimentarse solo de besos y caricias, pero recordó que se había prometido mantener la cordura y tomar el control de la situación.Si quería disfrutar más de
A medida que avanzaba por el empinado sendero, el sonido se hacía más agudo. Las llamas parecían gemir de deseo al saber que se acercaba.Apretó con fuerza el rociador de la asperjadora y observó fijamente la vegetación. Podía apreciar el humo como una bruma matizada en blanco y negro que se disipaba a su alrededor.El olor a madera quemada le dificultaba la respiración y el calor abrazador parecía bajar en oleadas para advertirle que huyera.A varios metros de distancia se encontraban siete de sus compañeros. En esa oportunidad subieron pocos.Era un día de semana y a esa hora de la tarde muchos se hallaban en el trabajo o en clase. Solo ocho voluntarios se atrevieron a subir a la montaña para apaciguar la fuerza de aquel incendio.Alguien debía detenerlo, antes de que llegara a los patios de las casas que bordeaban la colina.Subieron con lentitud hasta llegar al punto que ardía con mayor ímpetu. Sus compañeros, con los bastidores, comenzaron a golpear la maleza encendida para extin
—¡Vamos, cuñi! Es el día de mi cumpleaños, no me eches a perder la fiesta.Isabel caminaba con desánimo por el pasillo del centro comercial minutos después de haber salido del trabajo.Erika, la novia de su hermano, una chica baja, delgada, de cabellera rubia y sonrisa permanente, la esperó a la salida del Café para que fueran juntas a comprar ropa íntima.Aquel había sido el regalo de Aarón y ella quería estrenarlo esa misma noche.—No me emociona tener que elegir prendas para conquistar a mi hermano —le respondió. Erika ensanchó la sonrisa.—Solo me darás tu opinión, quien va a usarlas seré yo.Caminaron con premura hasta un sex shop y se sumergieron en el mar de artículos eróticos expuestos en cestas, ganchos y mostradores.Esa mañana Isabel se había levantado agotada, no había dormido casi nada la noche anterior, gracias a las pesadillas y a una insipiente sensación de ahogo y calor, pero además, por culpa del recuerdo del sujeto misterioso y de sus deliciosos besos.El anhelo por
—¿Qué noticias me tienes? —preguntó Javier a Deibi mientras conversaba con él por el móvil.Era de noche y esperaba a Isabel dentro de su Toyota Land Cruise de chasis largo frente al restaurante que ella le había indicado.Su amigo se encontraba en La Costa. Atendía, junto al resto de los guerreros, la situación presentada en la región durante la mañana.—El asunto es complicado, pero con ayuda de los líderes, hemos salido de varios aprietos.—¿Varios aprietos? Me dijiste que solo ibas por el incendio.Escuchó que su amigo suspiraba y tardaba en responderle.—El incendio fue una cortina de humo para llamar nuestra atención.Una punzada en el pecho alteró los nervios de Javier e incomodó a su bestia, justo en el momento en que veía que Isabel llegaba con su hermano y su cuñada dentro de un Corsa color plata y se detenían a varios metros de distancia.—Explícate mejor —exigió con enfado.—Tenemos a la policía rondando la región, eso nos ha dificultado la investigación. Encontraron a un
Antes de que llegaran los mesoneros con lo solicitado, Isabel tomó la mano de Javier por debajo de la mesa.El contacto le trasmitió una sensación agradable que le parecía haberla experimentado en alguna otra ocasión.—Me alegra que hayas venido —le confesó.Javier apretó el agarre y entrelazó los dedos.—Después de la cena, ¿podemos dar juntos un paseo? En privado —preguntó.Ella asintió con la cabeza, llena de expectativas.La cena discurrió sin contratiempos, entre conversaciones triviales.Aarón cada vez tenía el ceño menos fruncido y se sentía más cómodo, y la inquietud de Javier se serenaba. La cercanía de Isabel lo ayudaba a mantener el control.—¿Vives en La Costa? —preguntó Erika después de que Javier confesara de dónde provenía—. He escuchado que es una región hermosa, con playas cálidas.—Las playas son el principal atractivo, pero la montaña también se roba parte de la atención.—En los primeros años de la universidad tuvimos una materia que estudiaba la cultura de Venezue
Minutos después, Isabel y Javier entraron al estacionamiento privado del edificio donde él se residenciaba y aparcaron el auto cerca de los ascensores.Subieron al piso en el que se hallaba el apartamento mientras hacían comentarios graciosos en referencia a la anécdota de Erika y el fantasma de Pedro Pérez. En medio de risas, ingresaron a la vivienda.Al estar dentro, Isabel quedó maravillada con el lugar. Le encantó su amplitud, sencillez y elegancia.En el centro de la sala se hallaba un gran sofá mullido de cinco puestos y frente a él, uno individual de respaldo ancho, ambos asentados sobre una alfombra color bordó.Dos de las paredes estaban cubiertas con estantes de madera, llenos de libros y adornos; y de la tercera colgaba un enorme cuadro que mostraba la imagen de una playa pintada al óleo.Al fondo, se encontraba el balcón, tapado con persianas.Javier encendió el aire acondicionado y calibró la luz para crear una atmósfera íntima.—¡Guaooo! Para ser el apartamento de un hom