Minutos después, Isabel y Javier entraron al estacionamiento privado del edificio donde él se residenciaba y aparcaron el auto cerca de los ascensores.Subieron al piso en el que se hallaba el apartamento mientras hacían comentarios graciosos en referencia a la anécdota de Erika y el fantasma de Pedro Pérez. En medio de risas, ingresaron a la vivienda.Al estar dentro, Isabel quedó maravillada con el lugar. Le encantó su amplitud, sencillez y elegancia.En el centro de la sala se hallaba un gran sofá mullido de cinco puestos y frente a él, uno individual de respaldo ancho, ambos asentados sobre una alfombra color bordó.Dos de las paredes estaban cubiertas con estantes de madera, llenos de libros y adornos; y de la tercera colgaba un enorme cuadro que mostraba la imagen de una playa pintada al óleo.Al fondo, se encontraba el balcón, tapado con persianas.Javier encendió el aire acondicionado y calibró la luz para crear una atmósfera íntima.—¡Guaooo! Para ser el apartamento de un hom
El escenario había cambiado. Ahora la selva estaba llena de vida, verde y húmeda, repleta de sonidos.Pero además, había un olor asfixiante: a madera quemada, a destrucción y a maldad, aromas que se mezclaban con el salitre del mar.Apartó con las manos una cortina de vegetación y observó la edificación que se erguía frente a ella, envuelta entre maleza y con las paredes rasgadas por el deterioro. El techo había desaparecido casi en su totalidad.Los dos pisos de cemento, con ventanales amplios, balcones de estilo colonial y gruesas columnas, estaban marcados por el fuego.La puerta de entrada se encontraba hecha pedazos en el suelo. Las polillas, gusanos y otros insectos se comían los restos.Caminó hacia ella y atravesó el portal adentrándose en una habitación desolada, poblada de vegetación y animales rastreros, hasta llegar a lo que una vez fue un patio elegante con piso de piedra, jardines exóticos, fuentes y bancos de hierro forjado.Todo había sido destruido y la selva reclamab
William dejó sobre la mesa el libro que leía, se quitó las gafas y se frotó los ojos mientras se llenaba los pulmones de aire.Se recostó en el respaldo de la silla, abatido, con la cabeza vuelta espuma de tanto que revolvía los pensamientos.El sonido de un auto que se estacionaba frente a su casa lo sacó de su letargo. Con toda la rapidez que sus oxidados huesos le permitían se levantó para asomarse por uno de los ventanales. Sonrió de dicha al confirmar sus sospechas.Se apresuró a salir al pórtico para recibir al visitante.—¡El hijo pródigo vuelve a casa! —exclamó.—Pero no vengo arruinado, sino todo lo contrario —le aseguró Javier y salió del auto para acercarse a su padre y estrecharlo en un fuerte abrazo.—Me alegra que estés aquí, pero, ¿qué sucedió? ¿Arreglaste el problema con Gabriel?—A eso vengo. Hoy mismo solventaré esa situación.Javier le hizo un gesto a su padre para entrar en la casa. William obedeció y escondió su preocupación. Por la calma que tenía su hijo podía p
—Varios de nuestros antiguos chamanes hablaron de una profecía, pero ninguno pudo explicarla con precisión. Solo nos dejaron dibujos de sus visiones o frases escritas que escucharon en sueños. —El líder giró el libro para colocarlo frente a Javier. La imagen correspondía a dos bestias paradas sobre una gran roca, frente a una cosecha de cacao. Una de ellas tenía los brazos alzados al cielo, en dirección a la única estrella que poblaba el firmamento—. Esta es la imagen más completa, las fechas que señalan están cercanas a nuestra época y expresa casi lo mismo que pude sacarle a Gabriel.Javier se inclinó hacia el libro para detallar la imagen.—Dos guerreros están marcados, uno parece entregar algo, el otro se asegura de que la entrega se efectúe. Supuestamente esa inmolación logrará un cambio en nuestra sociedad, quizás, en la bestia. El oráculo de Gabriel señala un sacrificio y el tuyo, el cumplimiento de una misión gracias a la luz de una estrella. Los destinos de ambos están ligado
Salió del Café irritada, había pasado la mañana sin recibir noticias de Javier.Aunque sabía que era muy pronto para una llamada o un mensaje, la cólera no la dejaba en paz. En varias oportunidades cometió el error de demostrar su enfado con los clientes, siendo reprendida por su jefe.Se marchó a su casa con el rostro crispado y al llegar, abrió con brusquedad la puerta para entrar. Quería evitar congeniar con la vecina, quien constantemente barría la calle en espera de novedades.Extrañaba el ajetreo de Caracas, caminar entre un mar de gente desconocida que nunca la miraban para ver si estaba feliz, enfadada o triste.Echaba de menos la universidad, la tensión por los estudios, las interminables horas de charlas con Jesenia y las noches de fiesta con sus compañeros.Dejó de lado su vida, todo lo conocido y amado, para irse a esa ciudad con intención de descansar y olvidarse de los problemas.Sin embargo, allí se encontraba, con el alma arrugada a causa de un hombre al que había cono
Golpeaba la tierra chamuscada con la punta de una pala mientras un empleado distribuía abono orgánico y hojas secas. Necesitaban recuperar los nutrientes que había perdido el suelo para dar fortaleza a los nuevos brotes.Deibi pasó por su lado con varias ramas sobre el hombro, podaban los árboles devastados por el fuego.—Deberíamos terminar la jornada, es suficiente para los trabajadores.—Yo me quedaré.—Lo imaginé. Yo también me quedaré, pero no podemos obligar a los empleados a seguir.Javier detuvo su tarea y se irguió para quedar a la altura de su hermano.—Trabajaré toda la noche, necesito terminar mañana mismo. Debo regresar a Maracay.—¿Por la chica de la discoteca?—Sí.—¿Qué harás?Javier les había contado a sus hermanos, sin muchos detalles, lo sucedido con Isabel y las suposiciones de Baudilio.Gregory se comprometió en colaborar con el líder para encontrar más pistas que aclararan la situación.Albert se encargaría de conversar con Rebeca para tener detalles sobre las id
Gabriel se encerró con llave en su habitación y se dirigió al baño. Se quitó la ropa con brusquedad para meterse dentro de la ducha y abrió al máximo la llave del agua fría.Apoyó ambas manos de la pared y bajó la cabeza para permitir que la lluvia helada cayera sobre su nuca y le recorriera el cuerpo, llevándose consigo la sangre de sus heridas y su ira.—Maldito seas, Javier Aldama —susurró y alzó la cabeza para que el agua le refrescara el rostro. Estaba exhausto, furioso y temeroso. La amargura le calcinaba las entrañas como brasas y le recordaba el miserable destino que estaba preparado para él.Al terminar el baño, se secó con una toalla y regresó a la habitación. Sus heridas comenzaban a curarse gracias a los beneficios que le otorgaba la bestia.No podía continuar el juego de enfrentar y amenazar a Javier, aquello no le daba resultados. Tenía que hallar un método más efectivo para terminar de una vez con esa condena.Se sentó en el borde de la cama y se frotó el pecho. Le dolí
Dejó el delantal en el gancho y tomó su bolso al tiempo que soltaba la cola en la que tenía atados los cabellos. Se paró delante del espejo y suspiró, muy profundo. Con frustración se miró las ojeras y los ojos achicados por el cansancio.No había dormido nada la noche anterior. La rabia por la desaparición de Javier y el temor por haber escuchado la voz de Jairo en la calle la mantuvieron despierta.Sacó su cepillo y comenzó a peinarse. No comprendía si lo que había en su corazón era temor, furia o simplemente, decepción. Quería dormir, olvidarse del mundo, de la amenaza de Jairo y, sobre todo, del idiota de Javier.Había pasado otra mañana sin tener noticias de él. Ella le había enviado mensajes de texto a su teléfono durante la noche y no recibió ni una sola respuesta.Se sentía estúpida, ¿por qué esperaba por él? ¿Cómo había sido capaz de entregarse a un sujeto que apenas conocía?Porque eso fue lo que había sucedido, se entregó. En aquel acto le dejó parte de su alma, sus sentimi