Gabriel se encerró con llave en su habitación y se dirigió al baño. Se quitó la ropa con brusquedad para meterse dentro de la ducha y abrió al máximo la llave del agua fría.Apoyó ambas manos de la pared y bajó la cabeza para permitir que la lluvia helada cayera sobre su nuca y le recorriera el cuerpo, llevándose consigo la sangre de sus heridas y su ira.—Maldito seas, Javier Aldama —susurró y alzó la cabeza para que el agua le refrescara el rostro. Estaba exhausto, furioso y temeroso. La amargura le calcinaba las entrañas como brasas y le recordaba el miserable destino que estaba preparado para él.Al terminar el baño, se secó con una toalla y regresó a la habitación. Sus heridas comenzaban a curarse gracias a los beneficios que le otorgaba la bestia.No podía continuar el juego de enfrentar y amenazar a Javier, aquello no le daba resultados. Tenía que hallar un método más efectivo para terminar de una vez con esa condena.Se sentó en el borde de la cama y se frotó el pecho. Le dolí
Dejó el delantal en el gancho y tomó su bolso al tiempo que soltaba la cola en la que tenía atados los cabellos. Se paró delante del espejo y suspiró, muy profundo. Con frustración se miró las ojeras y los ojos achicados por el cansancio.No había dormido nada la noche anterior. La rabia por la desaparición de Javier y el temor por haber escuchado la voz de Jairo en la calle la mantuvieron despierta.Sacó su cepillo y comenzó a peinarse. No comprendía si lo que había en su corazón era temor, furia o simplemente, decepción. Quería dormir, olvidarse del mundo, de la amenaza de Jairo y, sobre todo, del idiota de Javier.Había pasado otra mañana sin tener noticias de él. Ella le había enviado mensajes de texto a su teléfono durante la noche y no recibió ni una sola respuesta.Se sentía estúpida, ¿por qué esperaba por él? ¿Cómo había sido capaz de entregarse a un sujeto que apenas conocía?Porque eso fue lo que había sucedido, se entregó. En aquel acto le dejó parte de su alma, sus sentimi
—No puedo creer que hayas hecho esto —le recriminó Isabel a Jesenia mientras se sentaban en las banquetas de un bar.—Vamos, Isa. La cena no fue tan mala —expuso la chica al tiempo que le hacía señas al barman para pedir dos bebidas para ellas.Rodrigo había tenido la brillante idea de llevarlas a un restaurante de comida árabe al norte de la ciudad. La velada había sido agradable, pero quien terminó pagando la mayor parte del servicio había sido Tyler.—Me da vergüenza con Tyler.—¿Por qué?Isabel observó a su amiga con asombro mientras ella revisaba su teléfono móvil.—¿Cómo que «por qué»? ¡Gastó mucho dinero!—Él se ofreció.—No debemos abusar.Jesenia emitió un bufido de hastío y se giró hacia su amiga.—Deja de preocuparte por los demás. Tyler está coladito por ti y quiere llamar tu atención.—Creerá que eso le dará algún derecho y ya no quiero involucrarme con nadie.—Dale una oportunidad al pobre hombre.Isabel amplió las órbitas de sus ojos. Jesenia se ocupaba en agradecer al
Con recelo se detuvo junto a él. El hombre la tomó por la cintura y la acercó más, así podía presentarles a las chicas con las que hablaba.—Estas son Margaret y Jazmín, primas de Rodrigo.Isabel obligó a sus labios a curvarse en una sonrisa y estrechó las manos de las mujeres en un saludo. Echó una mirada precavida al establecimiento.No esperaba encontrar a Javier, su mente le insistía que era imposible que estuviera allí, aunque su corazón desbocado le asegurara lo contrario. Jesenia se acercó a ella aun bailando.—¿Dónde te habías metido? —le preguntó al llegar a su lado y con soberbia se inclinó en la barra para tomar la cerveza que había dejado, sin importarle si tropezaba a las primas de Rodrigo.—En el baño.—Tardaste mucho —dijo Tyler mientras Jesenia se bebía todo el contenido del vaso como si no hubiera tomado líquidos en semanas.—Yo… —No pudo exponer ninguna excusa. La piel se le erizó y de forma automática giró el rostro hacia la entrada del bar.Ahí estaba él, parado fi
Al llegar al establecimiento notó la ausencia de su aroma. Sabía que adentro aún estaba Tyler, quizás con las rubias, pero ni Isabel ni su amiga se encontraban.—Maldita sea —masculló mientras llegaba a su camioneta y la ponía en marcha.—¿Cuál es tu plan? —preguntó Deibi al ocupar el asiento del copiloto.—Tomaré un atajo para tratar de llegar antes a su casa. Te llevas a Jesenia y yo me quedo con Isabel.Deibi observó a su amigo con los ojos muy abiertos. Acompañó a Javier a Maracay para investigar sobre una supuesta visita del pescador fallecido a unos brujos de esa ciudad mientras su hermano se encargaba de reunirse con Isabel.Entre sus planes no estaba hacerse cargo de la amiga de la chica, una joven atractiva, carismática y que en ese momento, estaba pasada de tragos.—¿Y qué se supone voy a hacer con ella?Javier alzó los hombros con desinterés sin apartar su atención de la vía. Aceleraba el vehículo para llegar cuanto antes a la casa de Isabel.—Llévala a mi apartamento y la
Él se quedó muy quieto. Esperaba que ella reaccionara. Al verla con el rostro impactado y la mirada fija en el collar de cadena con dije de estrella, comprendió que no se había equivocado en su sospecha. Aquel objeto le pertenecía.—¿Cómo puedes…?Isabel había quedado petrificada. Miraba con terror el collar guardado en la caja.—Isabel…—¡¿De dónde lo sacaste?! ¡¿Cómo sabías que tenía uno así?!Ella estaba alterada. Javier sabía que aquello podía suceder, por eso se había llenado de paciencia.—Yo también tuve un sueño. —Isabel retrocedió con la mirada clavada en él—. Era yo quien estaba encerrado en la casa, a quien liberaste. Al abrir la puerta caíste en mis brazos —expuso, narrándole de manera resumida los hechos de su propio sueño—. Al despertar tenía el collar enredado entre los dedos. No sabía de dónde provenía, ni cómo lo obtuve.—Eso es imposible —masculló Isabel con la voz entrecortada. Temblaba y paseaba su mirada entre él y la caja de terciopelo.Javier la cerró y la volvi
Javier, al verla divagar, se atrevió a tomar sus manos. No podía perderla ahora. Necesitaba toda la información que podía darle.—Vamos, preciosa. Dime lo que sepas, por más absurdo que te parezca.Los ojos húmedos y enrojecidos de Isabel se clavaron en los oscuros de él. Ella permitió que la arrullara con sus manos porque le urgía su contacto. La cercanía de Javier le trasmitía emociones agradables y consoladoras. Era una especie de sedante.—Comencé a soñar con la mirada enfurecida de la bestia después de la muerte de mis padres —expuso con inseguridad—. Mi psiquiatra decía que era un efecto causado por el estrés, pero para mí era una manera de presagiar catástrofes. Dicen que algunos sueños pueden ser proféticos.Javier la escuchaba con atención. Ansioso por hallar alguna pista.—Hay un hombre que apareció en mi vida después de esa tragedia. Me acosa y molesta a mi hermano para impedir que continuemos con un reclamo por la herencia que nos dejó mi padre. Yo he asociado a la bestia
La mañana del sábado llegó sin contratiempos. Javier se acercó a ella mientras Isabel se ajustaba la cola en la que había atado sus cabellos frente al espejo de la cómoda. La abrazó por la cintura y hundió el rostro en su cuello para aspirar su aroma.—Me gusta más cuando lo llevas suelto.—Pero hoy no estarás conmigo —expuso ella con cierto tono de reproche. Él apretó el abrazo.—Será por pocas horas.—Así dijiste hace unos días.La giró entre sus brazos para mirarla a los ojos. Isabel se notaba relajada, pero él podía captar su decepción.—Si pudiera te llevaría conmigo, pero no quiero exponerte.—No te preocupes. Déjame aquí con… el fantasma y ve a La Costa —expresó e intentó apartarse de él. Javier le impidió que se alejara. El corazón lo tenía hecho un nudo en el pecho.—Isabel…—Estoy siendo sarcástica —confesó. Aunque ni ella misma se creía sus palabras—. Si no tomo esta situación a la ligera no la podré enfrentar.La empujó hacia él y la apresó de nuevo en un abrazo.—Esta mis