La mañana del sábado llegó sin contratiempos. Javier se acercó a ella mientras Isabel se ajustaba la cola en la que había atado sus cabellos frente al espejo de la cómoda. La abrazó por la cintura y hundió el rostro en su cuello para aspirar su aroma.—Me gusta más cuando lo llevas suelto.—Pero hoy no estarás conmigo —expuso ella con cierto tono de reproche. Él apretó el abrazo.—Será por pocas horas.—Así dijiste hace unos días.La giró entre sus brazos para mirarla a los ojos. Isabel se notaba relajada, pero él podía captar su decepción.—Si pudiera te llevaría conmigo, pero no quiero exponerte.—No te preocupes. Déjame aquí con… el fantasma y ve a La Costa —expresó e intentó apartarse de él. Javier le impidió que se alejara. El corazón lo tenía hecho un nudo en el pecho.—Isabel…—Estoy siendo sarcástica —confesó. Aunque ni ella misma se creía sus palabras—. Si no tomo esta situación a la ligera no la podré enfrentar.La empujó hacia él y la apresó de nuevo en un abrazo.—Esta mis
Alrededor de la mesa del comedor de la casa de Javier, se hallaban cinco de los guerreros con el ánimo mezclado entre la ira y la frustración.—Hablaré con mi padre para que le pida al comisario que nos apoye con información sobre ese hombre —expresó Albert desde su posición, sentado con rigidez en el cabecero de la mesa.Javier y Deibi les habían narrado lo ocurrido en Maracay, el enfrentamiento con el espíritu, el encuentro que Isabel tuvo con él un día antes y la posibilidad de que Jairo Contreras estuviera poseído por aquella fuerza para acercarse a ellos.Pablo, el líder de mayor jerarquía en la sociedad y padre de Albert, contaba con algunos contactos en la policía que pudieran facilitarle información más exacta que la dada por el abogado de los Fernández.Debían ubicar cuanto antes al sujeto, para averiguar si estaba relacionado con alguien de La Costa que quisiera dañarlos y detenerlo.—Hay otra situación. —Todos voltearon para fulminar a Gregory con la mirada, pero él no se i
—¡Esto es increíble! —expresó Jesenia con emoción, después de haber escuchado la narración de Isabel sobre sus pesadillas, la pérdida y recuperación de su cadena y la misteriosa similitud del hijo del antiguo socio traidor de su padre con la bestia de su sueño.—¿Increíble? Me parece terrorífico —rebatió ella mientras hurgaba en su clóset en busca de ropa para cambiarse.Se encontraban en su casa. Javier le había informado por teléfono minutos antes que tardaría algunas horas más en La Costa.Aunque él no estaba muy de acuerdo con dejarla ir a su casa, por temor al acecho de Jairo, no podía prohibírselo. Jesenia y ella necesitaban darse un baño y en el apartamento de él no tenía lo necesario.—Isa, es imposible que se traspasen objetos por medio de los sueños. Si Javier obtuvo el colgante no creo que sea porque una fuerza mágica lo absorbió y lo dejó en su mano. Quizás, tú estuviste realmente en esa selva.Isabel dejó por un momento su tarea para observar con desaprobación a su amiga.
—Que pedazo de imbécil es este tipo —expresó Jesenia con irritación y caminó con altivez hacia la escalera.Isabel la siguió con el atado de hierbas apretado en un puño. El sujeto lo único que hizo fue ponerla más nerviosa.Descendió las escaleras detrás de su amiga y al llegar a la planta baja no pudo evitar dar una mirada hacia la cocina. En esa oportunidad, la puerta se encontraba más abierta. Las voces que salían de allí se oían con mayor nitidez.—Sus órdenes fueron entrar hoy a La Costa. Si hacemos lo que dice, no sospechará nada.La mención del lugar donde vivía Javier la paralizó. Su amiga, en cambio, continuó su camino sin que nada la afectara. Era evidente que Jesenia estaba molesta por la actitud que había tenido el santero.—El problema no es el jefe, sino el hijo. Ese ataque lo enloquecerá —expresó el mismo hombre que minutos antes había hablado de un peligro. El tal Ismael.—Deja el drama, Ismael. Al hijo y al resto de sus hermanos podemos controlarlos. Sabemos cómo domi
—¿Regresará a La Costa?—Aún no —aseguró Gabriel mientras rebuscaba entre un montón de papeles que tenía su padre sobre el escritorio de su despacho, en la casa que solía utilizar cuando viajaba a Maracay por negocios.—Pero, joven, debe avisar a sus hermanos lo que está por ocurrir y…La mirada mortal que le dedicó Gabriel silenció a Ismael. El negro trataba de persuadirlo de que avisara en La Costa sobre la pronta presencia de un grupo de asesinos que irían comandados por el propio Ildemaro para crear el caos, demostrando así que los guerreros eran incapaces de proteger los cultivos siendo necesaria la intervención del empresario para cuidar de la inversión, pero Gabriel estaba sumergido en sus propios conflictos.—Esos hombres no actuarán durante estos días. Solo se instalarán y esperarán instrucciones. Tenemos tiempo de sobra.Ismael escondió una mueca de impaciencia. No había tiempo para nada. El joven se negaba a comprender la problemática.—¿Y qué hará usted?Una sonrisa perver
—¡Guaooo! ¿Esta es tu casa? —preguntó Jesenia con emoción. Al estacionar el auto a un costado de la vivienda, la chica se bajó para observar con más detalle el lugar.—Recuerdas esta casa, ¿cierto? —le preguntó él a Isabel, quien se mantenía muda, con los ojos fijos en la vivienda.El hogar era más grande de lo que recordaba. Tres escalones daban entrada a un pórtico largo que ocupaba toda la parte delantera, precedidos por un borde de piedras de río que la hacían parecer una fortaleza.Los grandes ventanales de hojas panorámicas estaban cubiertos por cortinas color crema, que resaltaban a través del oscuro y brillante caoba de las maderas que adornaban parte de la estructura.—¿Estás bien? —insistió Javier, inquieto por su silencio. Le tomó con sutileza una mano y le acarició el dorso— Dime algo —le pidió.—¿No piensan salir? —inquirió Jesenia ansiosa desde el exterior, atenta a la puerta de la casa que comenzaba a abrirse con suavidad.—Es la misma… —confesó Isabel casi en susurros.
Javier cruzó la parte lateral de la casa de Baudilio hasta llegar al patio trasero. Isabel caminaba junto a él, tomada de su mano. Observaba todo con atención.Al ver que el joven se acercaba a la puerta dispuesto a abrir como si aquella fuera su propia casa, lo detuvo.—¿No llamarás antes de entrar?—Ya sabe que estamos aquí —respondió él con una sonrisa.Al abrir, el intenso olor del café recién hecho le llenó los pulmones. La habitación estaba sumida en las sombras.A pesar de que era espaciosa y tenía algunas ventanas abiertas, la vegetación del exterior era tan espesa que impedía el paso de los rayos del atardecer. Una débil bombilla era la única fuente de luz.—Bienvenidos —saludó un hombre moreno de cabellos oscuros. Su porte era tan recio que Isabel lo comparó con uno de esos caciques antiguos representados en dibujos en los libros de historia.—Baudilio, ella es Isabel —expresó Javier mientras ambos ocupaban un puesto en la mesa, frente a un par de tazas llenas de café.—Lo s
Horas después, Isabel y Jesenia se encontraban recostadas en una amplia cama de suaves edredones. La media noche se marcaba en los relojes de sus teléfonos móviles.Luego de la visita a Baudilio, Javier la llevó a la playa para reunirse con sus amigos, intentaron pasar una tarde agradable, pero Isabel no paraba de hablar sobre las pesadillas y lo que le había dicho el líder.Durante la noche cenaron con William. No obstante, los chicos debían encontrarse con el resto de los guerreros en la cosecha y averiguar sobre la pérdida de parte de sus materiales de trabajo, por eso a ellas les tocó quedarse en casa, analizando en soledad todo lo ocurrido ese día.Ninguna de las dos podía conciliar el sueño. Isabel estaba recostada boca abajo, abrazada a la almohada y con la mirada fija en la luna que se mostraba a través del ventanal, y Jesenia tenía la vista clavada en el techo de madera, con la mente sumergida en recuerdos.—¿Viste al moreno alto que salió junto a Javier y Deibi de las bodega