Parte 2. Capítulo 34. Confía en mí

Javier cruzó la parte lateral de la casa de Baudilio hasta llegar al patio trasero. Isabel caminaba junto a él, tomada de su mano. Observaba todo con atención.

Al ver que el joven se acercaba a la puerta dispuesto a abrir como si aquella fuera su propia casa, lo detuvo.

—¿No llamarás antes de entrar?

—Ya sabe que estamos aquí —respondió él con una sonrisa.

Al abrir, el intenso olor del café recién hecho le llenó los pulmones. La habitación estaba sumida en las sombras.

A pesar de que era espaciosa y tenía algunas ventanas abiertas, la vegetación del exterior era tan espesa que impedía el paso de los rayos del atardecer. Una débil bombilla era la única fuente de luz.

—Bienvenidos —saludó un hombre moreno de cabellos oscuros. Su porte era tan recio que Isabel lo comparó con uno de esos caciques antiguos representados en dibujos en los libros de historia.

—Baudilio, ella es Isabel —expresó Javier mientras ambos ocupaban un puesto en la mesa, frente a un par de tazas llenas de café.

—Lo s
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