Parte 2. Capítulo 40. La existencia de la bestia

Isabel negó con la cabeza.

—Necesito pensar… por favor, vete.

—No.

Sus ojos se llenaron de súplicas.

—Quiero estar sola.

—No te dejaré así. —Javier comenzó a acariciarle el rostro hasta hundir los dedos en sus cabellos—. Estoy lleno de ira, necesito de tu fortaleza para enfrentar esta situación y sé que tú me necesitas a mí.

—No tengo fortaleza. Tengo miedo.

—Confía en mí. —Bajó el rostro hasta alcanzar los labios de la chica y rosarlos con sutileza con los suyos—. Eres la luz que ilumina mi entendimiento. Dame tu fuerza, mi amor. —Le esparció decenas de besos en la mandíbula y avanzó hasta llegar a su oreja—. Lléname de tu calor.

Isabel apoyó las manos en su pecho. Se estremecía, tanto por el temor como por el deseo.

—¿Y la bestia?

Javier le acunó la cabeza entre las manos y le elevó el rostro. Con la punta de la nariz le acarició el contorno de los labios mientras dejaba besos furtivos.

—Está dentro de mí. No nos molestará.

—Pero…

—Hemos estado otras veces juntos y nada ha pasado. P
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