Parado sobre el tejado del edificio donde se residenciaba, Javier miraba hacia las montañas. Una inmensa luna, más grande de lo habitual gracias a un fenómeno natural que ese día se producía, las iluminaba con un aura mágica.Esa noche era el preludio de una fecha especial: la fiesta de San Juan.Se asentó en Maracay para encontrar algún medio que lo ayudara a liberarse de la maldición que lo descontrolaba y lo volvía peligroso. No quería ser un problema para su gente.Prometió no regresar hasta hallar una cura, pero nada de lo que hacía parecía resultar.—Confirmaron la reunión.Deibi lo acompañaba en algunas ocasiones para evitar que se sintiera tan solo y lo ayudaba a encontrar una solución.—¿Dónde?—En una discoteca al este de la ciudad. Habrá mucha gente y podrán pasar desapercibidos. La policía los busca.Javier arrugó el ceño. Los hombres que en esa oportunidad había contactado eran delincuentes con amplio prontuario policial, pero no tenía a quien más recurrir. Se le habían a
—Me duele todo —se quejó Jesenia al acostarse en la cama.—Así estarás por un par de días —respondió Isabel mientras guardaba en una de las gavetas de la cómoda la pomada desinflamatoria que le había aplicado en el hombro derecho.—Claro, yo no tuve un salvador misterioso que evitara que me arrollaran.Isabel sonrió con melancolía. Le parecía sorprendente lo ocurrido en la discoteca. Si no hubiese tenido a su amiga de testigo, habría pensado que había sido otro de sus extraños sueños.—Me gustaría volver a verlo.Jesenia se incorporó en la cama. En el rostro se le reflejaban los malestares que la invadían.—Ni siquiera le preguntaste el nombre. —La mujer negó con la cabeza—. Tendremos que actualizar tus técnicas, ya se te olvidó cómo conquistar a un hombre.—¿Cómo esperabas que le preguntara algo? Entre la música y la discusión con Tyler fue imposible conversar. Luego se presentó la balacera y después…Quedó muda y sumida en los recuerdos.—Después: el beso —completó Jesenia y rio con
Después de una larga espera entraron en la casa donde se realizaría el conjuro. El sol se había ocultado permitiendo que la oscuridad dominara el firmamento.A pesar de que la residencia era pequeña, el patio trasero era bastante amplio y se perdía en la montaña. Al fondo tenían un cuarto sin ventanas y con techo de teja. Allí se dirigían los sujetos que habían contratado.Javier estaba inquieto y por la postura rígida de Deibi, era evidente que su amigo se sentía igual.Mientras esperaban recostados de un árbol, varios hombres de contextura delgada, piel morena y aspecto desaliñado, entraban y salían de la habitación sin ventanas. La preparaban para el trabajo.—Esto no se ve bien —confesó Javier.Su fuerza era superior a la de cualquier ser humano, dominado por la bestia se volvía más poderoso y sabía cómo se ponía de iracundo su espíritu al sentirse acosado.Aquellos sujetos no serían capaces de controlarlo y la intervención de Deibi no sería suficiente.—Les dije que se prepararan
Se sentía asfixiada, no podía respirar y una capa de sudor le cubría el cuerpo. Se levantó de la cama con cuidado para no despertar a Jesenia, aunque la chica dormía con una profundidad envidiable.Caminó en dirección a la cocina siendo agobiada por una sensación de calor. Se acercó al refrigerador y se sirvió un vaso de agua.Comenzó a tomar el líquido, pero no podía tragar. Un nudo en la garganta funcionaba como muro de contención y le provocaba arcadas.Molesta, dejó el vaso sobre la encimera y salió al patio trasero. Nunca antes una pesadilla la había dejado en ese estado, pero la brisa nocturna le llenó los pulmones con aire renovado y aplacó sus ansiedades.Observó afligida el cielo. Una enorme luna intentaba brillar, pero varias nubes grises ocultaban parte de su belleza.Cerró los ojos para bañarse el rostro con la frescura de la noche, así se quedó por un tiempo indeterminado, hasta que un ruido producido a pocos metros la sobresaltó. Era como si algo hubiera caído del cielo.
Isabel llegó al trabajo unos minutos antes de la hora habitual. Eso le permitió prepararse sin apuro.Entró en el cuarto de los casilleros y guardó sus pertenencias, se ató los cabellos en una cola alta y se colocó el delantal naranja que la identificaba como empleada del Café Gourmet.Al estar lista se dirigió al exterior, el lugar iniciaba su ajetreo diario. El negocio se encontraba ubicado en la zona central de la ciudad, junto al patio de comidas de un concurrido centro comercial que desde tempranas horas abría sus puertas a los visitantes.—Fernández. —Ante el llamado de su jefe se sacudió del rostro cualquier rastro de agonía y alzó el mentón mientras dibujaba una sonrisa—. La señorita Yépez no vendrá, está mal de salud, ¿podrías atender por hoy las mesas de la terraza?—Seguro, no hay problema —respondió.En realidad, su trabajo allí consistía en mantener organizados y surtidos los mostradores y ayudar a servir los pedidos, pero ese día se producía un cambio que agradecía.Quiz
Al salir, lo encontró parado cerca del negocio vecino, con el hombro apoyado en la pared y las manos metidas en los bolsillos.Apenas ella cruzó el umbral, él alzó la vista. Sus ojos rasgados se mostraban más seductores que nunca.—Hola —lo saludó al estar frente a él.El hombre sonrió, se acercó a ella y, sin previo aviso, le dio un beso cerca de la comisura de los labios.—Hola —respondió a pocos centímetros de su piel—. ¿A dónde quieres ir? Pídeme lo que quieras —dijo mientras le acariciaba el labio inferior con su pulgar.Isabel se sintió saturada. Embrujada por sus caricias. No debía permitirle que la tocara de esa manera, sin conocerse, aunque no podía negar que le gustaba y había pasado toda la mañana esperando ese contacto.Si fuera tan atrevida cómo Jesenia le hubiera propuesto marcharse a un lugar privado, donde pudiera alimentarse solo de besos y caricias, pero recordó que se había prometido mantener la cordura y tomar el control de la situación.Si quería disfrutar más de
A medida que avanzaba por el empinado sendero, el sonido se hacía más agudo. Las llamas parecían gemir de deseo al saber que se acercaba.Apretó con fuerza el rociador de la asperjadora y observó fijamente la vegetación. Podía apreciar el humo como una bruma matizada en blanco y negro que se disipaba a su alrededor.El olor a madera quemada le dificultaba la respiración y el calor abrazador parecía bajar en oleadas para advertirle que huyera.A varios metros de distancia se encontraban siete de sus compañeros. En esa oportunidad subieron pocos.Era un día de semana y a esa hora de la tarde muchos se hallaban en el trabajo o en clase. Solo ocho voluntarios se atrevieron a subir a la montaña para apaciguar la fuerza de aquel incendio.Alguien debía detenerlo, antes de que llegara a los patios de las casas que bordeaban la colina.Subieron con lentitud hasta llegar al punto que ardía con mayor ímpetu. Sus compañeros, con los bastidores, comenzaron a golpear la maleza encendida para extin
—¡Vamos, cuñi! Es el día de mi cumpleaños, no me eches a perder la fiesta.Isabel caminaba con desánimo por el pasillo del centro comercial minutos después de haber salido del trabajo.Erika, la novia de su hermano, una chica baja, delgada, de cabellera rubia y sonrisa permanente, la esperó a la salida del Café para que fueran juntas a comprar ropa íntima.Aquel había sido el regalo de Aarón y ella quería estrenarlo esa misma noche.—No me emociona tener que elegir prendas para conquistar a mi hermano —le respondió. Erika ensanchó la sonrisa.—Solo me darás tu opinión, quien va a usarlas seré yo.Caminaron con premura hasta un sex shop y se sumergieron en el mar de artículos eróticos expuestos en cestas, ganchos y mostradores.Esa mañana Isabel se había levantado agotada, no había dormido casi nada la noche anterior, gracias a las pesadillas y a una insipiente sensación de ahogo y calor, pero además, por culpa del recuerdo del sujeto misterioso y de sus deliciosos besos.El anhelo por