A la mañana siguiente, los periódicos, las revistas de toda la ciudad y en todas las redes sociales circula la noticia de la amante extranjera del señor Kim. Muchas personas se sienten sorprendidas, otras indignadas de cómo puede el señor Kim tener esos gustos sabiendo la bella mujer que tenía, y una pequeña parte lo apoya de que es un hombre divorciado que puede escoger la mujer que mejor le venga. Y en un departamento en una zona muy prestigiosa de la ciudad, la señorita Choi Hyung-Jung, vistiendo un hermoso vestido de seda blanco, se sienta sobre la mesa preparada para comer su desayuno y agarra los palillos, listo para dar el primer bocado. Cuando un fuerte golpe proveniente de la puerta que ha sido azotada contra la pared y entrando una joven bien vestida con una tableta en las manos. Se detiene a las espaldas de la mujer. —Espero que sea algo importante como para molestarme en mi desayuno —vocifera la mujer, mirando por encima de su hombro. —Lo siento, pero si es crucial,
Sam respira hondo, agarrando valor para responder a las preguntas de su madre. —Su nombre es Johanna Suárez, es mexicana… —¡Mexicana! —interrumpe la señora Seol—. Se nota por su piel de campesina —expresó, causando que Sam al oír eso le moleste mucho, pero no dice nada por el respeto hacia los mayores y solamente se mantiene callado—. ¿Dónde la conociste? —Fue durante la fiesta del señor Park —le cuenta Sam conteniendo su ira, y su madre entiende todo. —Eso lo explica todo: el porqué no mostraste interés en su hija, ya que le habías puesto los ojos a esa mujer —dijo la señora Seol—. ¿Cuánto llevas saliendo con ella? —Varios días —declaró Sam, dejando a su madre más molesta e indignada. —Solo falta que el día que me habló esa mujer desconocida hayas estado con ella —mencionó Seol cruzándose de brazos. Sam no responde nada y ese silencio es suficiente para confirmar todo—. No más faltaba eso; ¿pasaste la noche con esa mujer en la residencia del campo? —indaga la mujer con much
Johanna se pone el vestido que Min le ha ayudado a escoger; es completamente largo hasta sus tobillos, de un color sólido muy estilo coquette; cubre por completo su pecho y las mangas son largas hasta sus muñecas. Parece mucho el vestido de una monja, pero ella decide no protestar. Mientras la mexicana se maquilla de una manera muy sencilla, casi por decirlo estilo coreano, y Min con la plancha le alisa el cabello dejándolo suelto sin poner adorno alguno. Al terminar con el cabello, la coreana toma un par de pendientes con diamantes rosados de un estuche de madera que estaba en el tocador. Se los coloca a su amiga y regresa agarrando el pequeño collar que tiene una gema del mismo estilo, colocándolo en su cuello. Retrocede un par de centímetros para ver a la mexicana con claridad. —¿Me veo bien? —preguntó Johanna al ver que su amiga no pone ninguna expresión en su rostro… —Si te ves muy linda —expresó Min sonriendo. —Es bueno saberlo, ahora recuérdame los modales que debo de te
Las puertas de la enorme casa se abren; Johanna camina al lado del señor Kim y antes de seguir se quitan sus zapatos, cambiándolos por unos más cómodos. Dan unos pasos por el pasillo, quedando a un metro de distancia de las escaleras…Unos pasos comienzan a escucharse en el fondo. La extranjera se da cuenta de cómo su acompañante hace una reverencia y no levanta la vista. Sin saber qué más hacer, solo hace lo mismo. Los pasos se siguen escuchando cada vez más cerca de ellos hasta que se detiene en frente de la pareja. Johanna solo logra ver la falda blanca de la mujer y sus pies. —Hola, hijo, y creo que tú debes de ser Johanna, ¿verdad? —habló la mujer con un tono muy formal. —Hola, señora Kim, sí soy yo y es un gusto en conocerla —responde Johanna muy amable. —No sé si podría decir lo mismo —contestó la señora Seol, causando que Johanna se sienta un poco mal. —Le traje un pequeño obsequio —Johanna extiende ambas manos dándole la caja. La madre de Sam mira dudosa esa caja y al fi
Johanna ya lleva unos minutos inmóvil en su lugar esperando a que madre e hijo regresen, pero ella sabe que entre más se demoren es porque es muy probable que estén hablando de ella o la señora Seol esté regañando a Sam y le esté diciendo pestes para que cambie de opinión. Tan solo pensar en eso hace que Johanna se empiece a frustrar y deja caer su espalda en el respaldo del sofá; suelta un suspiro y medita en cómo tiene mala suerte con las madres de sus parejas, de que no la quieren. Un sutil y fino ruido saca de sus pensamientos a la mexicana. Voltea en busca del lugar de donde ha provenido ese ruido, encontrándose con unos pequeños ojos curiosos mirando por una pequeña abertura de la puerta. Se pone de pie, acercándose a la puerta. —Ven, pequeña —llama a la persona que está detrás de la puerta; esos pequeños ojos la ven con un poco de temor—. No te haré daño. La puerta se abre más, entrando una pequeña niña, su cabello oscuro cortado hasta sus hombros, que hacen que su rost
El señor Kim detiene el auto en un centro de salud, o eso es lo que la mexicana piensa que es, ya que todo está escrito en coreano. Johanna sabe lo que significa y voltea a ver a Sam que se ha quitado el cinturón de seguridad, acomodando su ropa y su cabello que estaba revuelto. —Espérame aquí —dijo bajando del auto. Ella solo asiente viendo cómo entra a la tienda; pasan unos minutos hasta que lo ve regresar con una pequeña bolsa y una botella. Entra de nuevo al lado del piloto—. Ten —saca la caja de la bolsa. Johanna la acepta sacando la diminuta pastilla mientras que él le abre la botella. Ella agarra la botella, metiendo la pastilla en su boca y pasándola con el agua. Sintiendo cómo está baja por su garganta, regresándole la botella de plástico a Sam que le coloca la tapadera… —¿No hay riesgo de que te vean entrar a una farmacia? —preguntó Johanna para saber si no le perjudica en algo. —No es una farmacia, es un centro de salud y el dueño es amigo mío, así que su personal tie
Las cortinas son corridas con una delicadeza exuberante; los rayos del sol entran iluminando la habitación y haciendo que el reflejo de la mujer coreana de cabello oscuro se mire en el cristal. Y es que la señora Choi se levantó muy temprano porque está muy impaciente de saber qué es lo que su asistente le ha averiguado sobre esa mujer. Vistiendo un hermoso vestido de seda y unas sandalias de correas, sale de su habitación bajando las escaleras con mucha elegancia, y es que Jung desde que era una niña, fue educada para que fuera una dama de alta alcurnia. Vivir con mucho lujo. La joven asistente ya está esperándola al pie de las escaleras, con su tableta en las manos. La señora Jung nota cómo sus manos están algo inquietas, siendo una señal muy evidente para ella de que ha averiguado algo que tal vez no le guste. —Buenos días, espero que tengas lo que te pido —dijo la mujer con disgusto. —Buenos días, señora, si lo tengo —contestó la joven con su típica reverencia. —¡Habla! —
Valeria baja del avión después de algunas horas de vuelo. Después de recoger su maleta, se fue directo a la salida. Baja por las esperas eléctricas, deteniéndose en la entrada buscando su móvil para marcarle a su mamá. Antes de que pueda hacerlo, un grito llama su atención.—¡Hija! —Johanna llamó a su hija. Valeria voltea y ve a su madre acercarse rápidamente. Ella también corre a sus encuentros abrazando a su madre con fuerza…—¡Mamá, lo siento mucho, fui una mala hija! —solloza la joven lamentándose de su comportamiento que tuvo con su madre.—No pasa nada, mi niña, solo estabas cegada por tus abuelos —dijo Johanna consolando a su hija. —No me recuerdes a esos ancianos, no quiero saber nada de ellos. Johanna se queda sorprendida por las palabras que ha dicho su hija, pero en su interior se siente feliz de saber que esa familia ya no estará mal influenciando.—Bien, como sea, vamos —Johanna tomó su maleta y ambas caminaron.—¡Valeria! —gritó Min abrazando cariñosamente a la joven—.