Las puertas de la enorme casa se abren; Johanna camina al lado del señor Kim y antes de seguir se quitan sus zapatos, cambiándolos por unos más cómodos. Dan unos pasos por el pasillo, quedando a un metro de distancia de las escaleras…Unos pasos comienzan a escucharse en el fondo. La extranjera se da cuenta de cómo su acompañante hace una reverencia y no levanta la vista. Sin saber qué más hacer, solo hace lo mismo. Los pasos se siguen escuchando cada vez más cerca de ellos hasta que se detiene en frente de la pareja. Johanna solo logra ver la falda blanca de la mujer y sus pies. —Hola, hijo, y creo que tú debes de ser Johanna, ¿verdad? —habló la mujer con un tono muy formal. —Hola, señora Kim, sí soy yo y es un gusto en conocerla —responde Johanna muy amable. —No sé si podría decir lo mismo —contestó la señora Seol, causando que Johanna se sienta un poco mal. —Le traje un pequeño obsequio —Johanna extiende ambas manos dándole la caja. La madre de Sam mira dudosa esa caja y al fi
Johanna ya lleva unos minutos inmóvil en su lugar esperando a que madre e hijo regresen, pero ella sabe que entre más se demoren es porque es muy probable que estén hablando de ella o la señora Seol esté regañando a Sam y le esté diciendo pestes para que cambie de opinión. Tan solo pensar en eso hace que Johanna se empiece a frustrar y deja caer su espalda en el respaldo del sofá; suelta un suspiro y medita en cómo tiene mala suerte con las madres de sus parejas, de que no la quieren. Un sutil y fino ruido saca de sus pensamientos a la mexicana. Voltea en busca del lugar de donde ha provenido ese ruido, encontrándose con unos pequeños ojos curiosos mirando por una pequeña abertura de la puerta. Se pone de pie, acercándose a la puerta. —Ven, pequeña —llama a la persona que está detrás de la puerta; esos pequeños ojos la ven con un poco de temor—. No te haré daño. La puerta se abre más, entrando una pequeña niña, su cabello oscuro cortado hasta sus hombros, que hacen que su rost
El señor Kim detiene el auto en un centro de salud, o eso es lo que la mexicana piensa que es, ya que todo está escrito en coreano. Johanna sabe lo que significa y voltea a ver a Sam que se ha quitado el cinturón de seguridad, acomodando su ropa y su cabello que estaba revuelto. —Espérame aquí —dijo bajando del auto. Ella solo asiente viendo cómo entra a la tienda; pasan unos minutos hasta que lo ve regresar con una pequeña bolsa y una botella. Entra de nuevo al lado del piloto—. Ten —saca la caja de la bolsa. Johanna la acepta sacando la diminuta pastilla mientras que él le abre la botella. Ella agarra la botella, metiendo la pastilla en su boca y pasándola con el agua. Sintiendo cómo está baja por su garganta, regresándole la botella de plástico a Sam que le coloca la tapadera… —¿No hay riesgo de que te vean entrar a una farmacia? —preguntó Johanna para saber si no le perjudica en algo. —No es una farmacia, es un centro de salud y el dueño es amigo mío, así que su personal tie
Las cortinas son corridas con una delicadeza exuberante; los rayos del sol entran iluminando la habitación y haciendo que el reflejo de la mujer coreana de cabello oscuro se mire en el cristal. Y es que la señora Choi se levantó muy temprano porque está muy impaciente de saber qué es lo que su asistente le ha averiguado sobre esa mujer. Vistiendo un hermoso vestido de seda y unas sandalias de correas, sale de su habitación bajando las escaleras con mucha elegancia, y es que Jung desde que era una niña, fue educada para que fuera una dama de alta alcurnia. Vivir con mucho lujo. La joven asistente ya está esperándola al pie de las escaleras, con su tableta en las manos. La señora Jung nota cómo sus manos están algo inquietas, siendo una señal muy evidente para ella de que ha averiguado algo que tal vez no le guste. —Buenos días, espero que tengas lo que te pido —dijo la mujer con disgusto. —Buenos días, señora, si lo tengo —contestó la joven con su típica reverencia. —¡Habla! —
Valeria baja del avión después de algunas horas de vuelo. Después de recoger su maleta, se fue directo a la salida. Baja por las esperas eléctricas, deteniéndose en la entrada buscando su móvil para marcarle a su mamá. Antes de que pueda hacerlo, un grito llama su atención.—¡Hija! —Johanna llamó a su hija. Valeria voltea y ve a su madre acercarse rápidamente. Ella también corre a sus encuentros abrazando a su madre con fuerza…—¡Mamá, lo siento mucho, fui una mala hija! —solloza la joven lamentándose de su comportamiento que tuvo con su madre.—No pasa nada, mi niña, solo estabas cegada por tus abuelos —dijo Johanna consolando a su hija. —No me recuerdes a esos ancianos, no quiero saber nada de ellos. Johanna se queda sorprendida por las palabras que ha dicho su hija, pero en su interior se siente feliz de saber que esa familia ya no estará mal influenciando.—Bien, como sea, vamos —Johanna tomó su maleta y ambas caminaron.—¡Valeria! —gritó Min abrazando cariñosamente a la joven—.
El señor Kim no sabe qué responderle a Johanna después de esa invitación es que para conocer a la familia se necesita tiempo; sin embargo, ella ya conoció a su mamá. Su relación de ellos es completamente distinta a cómo él está acostumbrado, así que no tiene de otra y la verdad se encuentra emocionado por conocerla… Él sabe que ese paso significa que su relación se vuelve cada vez más estable, pero primero le preguntará a su hija. Levanta la vista del teléfono, volteando hacia su hija que sigue estudiando. —Hee —la llamó la pequeña, levantando la vista mirando a su padre. —Sí, papá —responde con una voz muy suave. —¿Te gustaría ir a cenar con Johanna y su hija? —le preguntó y la pequeña se ponía de pie. —¿Lo dices en serio? El señor Kim asiente con la cabeza y la niña empieza a brincar y saltar de emoción. —Claro que sí, papá, me cae muy bien Johanna y si tiene una hija, ella puede ser mi amiga —expresó Hee con mucha alegría. —Pero ella no es una niña, ya tiene
Alim y Min después de unos minutos en el auto llegaron al departamento del filipino. La coreana agradece que no viva con su odiosa madre; el interior es bastante acogedor, está amueblado muy lujoso, pero no tan ostentoso y admite que tiene un buen estilo. El filipino que sea ha quitado el abrigo, dejándolo en el perchero de madera al lado de la puerta. Nota como su acompañante se ha quedado mirando muy atento al interior de su domicilio. Da unos pasos hacia ella, acortando esa pequeña distancia que los separa, tocando sus hombros para ayudarle a quitar su abrigo.Min se estremece ante ese pequeño tacto, pero no dice nada y solo deja que se lo quite. —¿Te gustaría tomar algo? —preguntó Alim para ir agarrando un poco de más confianza y tranquilidad. —Sí, un vaso de agua —dijo Min y es que siente como su garganta está bastante seca.—Está bien, ponte cómoda, ahorita vuelvo —ve cómo Alim se aleja; la coreana se acerca al sofá más cercano.Sigue viendo en todas direcciones, si riéndose,
Min, después de una noche candente con Alim, antes de que despertara, se fue muy temprano. Sabía bien que él intentaría detenerla y, aunque no es común hacer esto en su cultura, no está preparado para seguir más allá de una noche…Se vistió rápido y miró esa espalda ancha tirada sobre la cama; al terminar caminó directo hacia la puerta. —Fue un honor tenerte una noche en mi cama —habló el filipino que se ha percatado que su acompañante se ha levantado. Min mira por encima del hombro. —Gracias, también fue un placer estar contigo —dijo Min sintiendo.—¿No puedo hacerte cambiar de opinión y que te quedes conmigo? —preguntó él algo temeroso, porque en su interior sabe la verdad, pero tiene una esperanza de que tal vez cambie. —Me temo que ambos queremos cosas diferentes y es mejor que nos quedemos así —mencionó la coreana sintiendo un nudo en la garganta y un hueco en el estómago. —Entonces esto es un adiós —añadió Alim con una voz triste. —Adiós —se despide la coreana saliendo de a